'Dijeron que me voy a morir esperando donante’, afirma enferma de hígado

Olga Jiménez, de 50 años, vio fallecer a dos hermanos mientras esperaban trasplante de hígado; familia tiene trastorno hereditario que les causa cirrosis

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Olga Jiménez Barrientos tiene 50 años y ha visto morir a dos de sus hermanos debido a la misma enfermedad hereditaria que le acaban de diagnosticar: cirrosis.

Cuando recibió la noticia, hace poco más de cuatro años, no estaba asegurada. Sencillamente, dijo, no tenía en ese momento para pagar un seguro voluntario o independiente.

Pero el deterioro de su hígado se volvió tan agudo que Olga no podía esperar a morir sin atención, y se vio obligada a interponer un recurso de amparo para presionar a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), que en ese entonces la aseguró por cuenta del Estado para darle atención.

Actualmente, su esposo le paga el seguro y es lo que le ha permitido que la vean en el Hospital Calderón Guardia, en San José. Y ahí, según cuenta, le han dicho varias cosas.

La que más le llenó de esperanza es que podría ser una de las candidatas a una nueva modalidad de trasplante hepático en adulto: una que se realiza con un trozo del hígado de un donador vivo y que la Caja tiene prevista realizar en el transcurso del 2020.

Su hijo menor, de 18 años, es el potencial donante. Está tratando de mejorar su condición de salud para ver si en marzo su hígado graso desapareció. Ese es un factor de riesgo para un eventual trasplante hepático.

Pero en Gastroenterología, donde también atienden a Olga, le dieron la información que la tiene sin pegar el ojo desde hace semanas:

"Me dijeron que no pensara en trasplante, que más bien disfrutara y me fuera a la playa. Prácticamente me mataron. Yo me deprimí toda.

“Mi hijo se está cuidando para ver qué le dicen el 3 de marzo, pero según el gastroenterólogo aunque sea mi hijo eso del trasplante no es de la noche a la mañana, durarían como seis meses más... Y me dijeron que yo me voy a morir esperando por mi hijo o por cualquier otro donante”, relató Olga.

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Esta mujer, vecina de Goicoechea, en San José, no quiere correr la misma suerte de sus hermanos. Según dijo, una hermana y un hermano con su mismo problema en el hígado murieron mientras esperaban un trasplante.

Como otros enfermos en su misma condición, Olga Jiménez acudió a las consultas y, a pesar de las insistentes preguntas, asegura que nunca recibió información clara sobre su posibilidad de trasplante.

“Solo me decían que tenía que esperar a que apareciera un cadáver con un hígado, pero eso nunca pasó. Ahora hay menos donantes por todo lo que ha pasado (la crisis en el programa de trasplantes de la CCSS), y menos posibilidades de tener un trasplante por esa vía”, reconoció Jiménez.

"En el Calderón cuesta que lleguen cadáveres... El mes pasado estaba en 17 y subí a 21 (escala de MELD para medir el grado de deterioro hepático), pero me dicen que hay gente peor. Que si llegara un órgano escogen a otra persona.

“¿Cuándo va a llegar el turno mío? Cada vez me deterioro más, ahorita andaba en emergencia. El cuerpo mío ya no es el mío. Tengo encefalopatía (pérdida de función cerebral provocada por la pérdida de capacidad del hígado para liberar toxinas). Como puede que más tarde me llamen, puede que nunca. Siento más el nunca, lo siento más cerca que el esperar”, reconoció.

Para poder entrar en la lista de candidatos, Jiménez tuvo que cambiar de casa y trasladarse a otra en donde paga un alquiler mayor. Tiene puertas y ventanas con cedazo, está pintada con pintura de aceite y piso de cerámica, con el fin de evitar al máximo la contaminación y prevenir las infecciones, si es que la operan.

A sus 50 años, tiene tres hijos: el joven de 18 y su potencial donante vivo de hígado; uno de 33 con discapacidad auditiva, y otro de 27, que ya formó su propia familia y tiene, como dicen, casa aparte.

“Yo trabajaba de cajera, o en comercio. Mi esposo trabaja en una fábrica, es operario industrial en bolsas plásticas con un salario que tiene que alcanzar para el alquiler y los cuidados de mi enfermedad. Aunque siento más cerca el nunca, todavía tengo esperanza”, reconoció.

Con donador vivo

En Costa Rica, los trasplantes de hígado con donador vivo se empezaron a realizar en el Hospital Nacional de Niños en 1999. Esas cirugías se efectuaron hasta el 2009 y se reactivaron parcialmente en el 2015.

En abril del 2019, la CCSS anunció su intención de bajar los tiempos de espera de varios años a cuatro meses entre los candidatos adultos a trasplante de hígado con donantes vivos. Para eso, envió a un equipo a Corea del Sur a capacitarse.

Según se anunció en ese momento, este tipo de intervenciones comenzarían en diciembre pasado, pero todavía no se han hecho en espera de asegurar la mayor tasa de éxito entre los procedimientos que se programen.

El nuevo coordinador de trasplantes de la Caja, José Pablo Garbanzo, manifestó que la capacitación del personal ya terminó.

Aseguró que en este momento hacen los últimos preparativos para garantizar el mayor éxito posible de estas cirugías, en las que se le extrae un trozo de hígado a un donante vivo y se le trasplanta a un enfermo.

Un informe de la Auditoría Interna de la Caja, del 5 de agosto, descubrió una alta mortalidad de los pacientes a quienes se les trasplantó un hígado entre 2007 y 2018, en los hospitales México, Calderón Guardia y Nacional de Niños, en San José.

Según ese documento, un 25% de esos pacientes fallecen durante el primer mes posterior a la operación.

También se dieron cuenta de que el número de trasplantes de hígado que hace la CCSS es mínimo, pues en ese periodo solo realizó 144, un promedio de 13 por año.

Garbanzo reconoció que ha sido difícil sostener la donación cadavérica.

En el caso de hígado, de los ocho donantes cadavéricos disponibles en lo que va del año, se han podido utilizar solo cuatro hígados.