Wellington, Nueva Zelanda. AFP y AP Era una mañana serena en el remoto mar de Ross, en la Antártida, cuando el capitán John Bennett y su tripulación recogieron una criatura con tentáculos gruesos y ojos como platos a un kilómetro y medio bajo la superficie.
Era un calamar gigante: 350 kilos, 3,5 metros de largo y tres corazones; es una de las especies marinas más esquivas. Estuvo congelado durante ocho meses hasta el pasado martes, cuando los científicos en Nueva Zelanda tuvieron por fin la oportunidad de descongelar al animal y estudiarlo.
Se trata de una hembra que había sido mantenida en perfecto estado en una cámara fría del museo Te Papa, de Wellington, después de su captura en el 2013.
Sus ocho brazos miden más de un metro. Sus dos tentáculos habrían sido tal vez el doble de largos si no se hubieran quebrado.
Kat Bolstad, científica especialista en calamares de la Universidad Tecnológica de Auckland, que encabezaba el equipo investigador, describió a la criatura como “muy grande, muy hermosa”.
Este es el segundo Mesonychoteuthis hamiltoni (calamar colosal) capturado. El anterior –también una hembra– fue hallado en el océano Austral.
“Tienen ojos muy grandes y muy frágiles, porque viven en la profundidad del mar. Es raro ver un ojo en tan buena condición”, comentó Bolstad.