El 47% de los empleos en los Estados Unidos se encontrarán en peligro de extinción en las próximos 20 años. Esta fue la conclusión de un estudio de Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, de la Universidad de Oxford, que analiza un reciente artículo de The Economist .
El estudio estima cuáles trabajos –o, más bien, categorías– son más susceptibles de desaparecer del mercado laboral luego del análisis de la correlación entre los avances de la tecnología, los salarios y el nivel de educación necesaria para realizar ciertas labores.
La combinación de algoritmos y acceso a una cada vez más grande base de datos hace posible el reconocimiento de patrones que permiten que ciertas labores no automáticas, relegadas antes exclusivamente a las capacidades humanas, puedan ser automatizadas.
Como sucedió con la tecnificación de la agricultura y la Revolución industrial, la innovación mejora las capacidades productivas del hombre, pero plantea innumerables retos en el plano laboral y educativo, y, muy especialmente, en el ámbito social.
Ante esta nueva “revolución”, los Gobiernos deben anticiparse adoptando cambios en el sistema educativo que refuercen las habilidades creativas y sociales de nuestro recurso humano. De no hacerlo, arriesgamos una mayor polarización social.
El modelo señala las categorías e industrias más sensibles, como el transporte y la logística, que, gracias al desarrollo de capacidades ya incluso avanzadas como el transporte inteligente o vehículos sin conductores, se verán muy afectadas, además de las labores de oficina y administrativas.
El área de servicios, que recientemente es la de generación de más empleos en los Estados Unidos y, por cierto, también en Costa Rica, presenta altos niveles de riesgo. Algunas otras categorías afectadas abarcan generadores importantes de empleo como son el telemercadeo, actividades de contabilidad y auditoría, ventas en comercio y corredores en bienes raíces, entre otros.
No escapan tampoco otros trabajos: por ejemplo, el análisis de imágenes de laboratorio, biopsias, seguridad e inteligencia (análisis de datos biométricos) e, incluso, algunas labores legales, de diseño y modelos financieros.
Hoy, más que nunca, vale recordar las palabras de Charles Darwin: “No es el más fuerte ni el más inteligente el que sobrevive, sino el más capaz de adaptarse a los cambios”. Ese debe ser, sin duda, el gran norte de nuestro sistema educativo: cómo lograr desarrollar en nuestros niños y jóvenes las destrezas, y las capacidades cognitivas y sociales, que mejor les permitan enfrentar y ganar los retos y oportunidades.