Opinión: Christian Bolaños peligra en el barco a Catar

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Christian Bolaños no se ha bajado del barco a Catar. Pero a lo mejor alguien lo empuja en alta mar para que las pirañas le coman la lengua y todo lo que quede de él. Por atreverse a decir que “a la Selección la manejan como una pulpería”.

O bien, que “la Selección se está manoseando por gente que no la aprecia” y “No es justo que la vean como un equipo de barrio”.

Después del partido en Estados Unidos, Rodolfo Villalobos le espetó al periodista Christian Sandoval que quienes se bajen del barco no tienen derecho a volverse a subir, cuando la Selección clasifique a Catar.

Sandoval se defendió ante el presidente de la Fedefutbol con vehemencia: Nadie quiere que la Tricolor no vaya al Mundial y criticar lo malo no es bajarse del barco, o estar en contra de esa ambición de todos, dijo.

Ya antes, Villalobos había afirmado que difícilmente Manfred Ugalde y “Pipo” González tendrían opción de ir a Catar, criticando la renuncia de ambos y conminando a todos a navegar en el mismo navío con destino al Mundial.

Hasta la declaración del jugador morado, los balazos le llegaban al presidente federativo por estribor, babor, la proa, la popa, por todos lados. Pero desde el exterior. Bolaños, en cambio, ha apuntado desde la cabina, desde el corazón mismo del barco mundialista que cada vez está más cerca de naufragar.

Molesto o no por los pocos minutos que le dio el técnico y por no ser tomado en cuenta hasta ahora, lo cierto es que Bolaños ha dicho al parecer respalda lo que algunos tenemos años de repetir: el Comité Ejecutivo de la Fedefutbol es una colección de errores (comandada por el General Rodolfo Villalobos) y la Selección su principal víctima.

Condenado por los malos resultados de su predecesor, cada técnico ha llegado al barco asediado por las urgencias de tapar boquetes y evitar el hundimiento (¡Quitemos a Luis Fernando Suárez!). Ganar por fin la Copa Oro, acabar con un año sin triunfos, meter un gol, aunque sea al arco iris. Todas tareas para sacar agua del bote y sin una ruta de navegación.

La tripulación joven se ha mareado en las primeras de tanteo y a los veteranos les sobra experiencia, pero les faltan fuerzas para evitar el naufragio. No hay un plan, ni una ruta de viaje trazada con la sapiencia reposada de lo buenos navegantes.

Como los viejos músicos del Titanic, los dirigentes de la Federación, la Unafut y los presidentes de equipos y ligas, han preferido seguir tocando al son del campeonatito nacional, desoyendo las voces alarmistas de que el barco se hunde.

Al menos ahora hay a bordo un rebelde con causa. No desertó ni se lanzó al mar. Solo ha diagnosticado por qué la nave naufraga.