Sobreprecios a la vista, ¿y?

Los sobrecostos en obras públicas y alimentos son vistos como cosa natural por gobierno, Poder Judicial y diputados. Las elecciones están próximas: es momento de dar peso en la decisión de voto a tanta indiferencia

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Los sobreprecios y sobrepagos se han vuelto como los frijoles diarios. Son vistos como algo habitual, tanto que ni altos funcionarios de gobierno y Poder Judicial, ni siquiera algunos diputados, se inmutan.

Vamos de lo insultante a lo específico. La hidroeléctrica Reventazón, presupuestada en $757 millones, le salió al ICE en $1.567 millones, y todos felices pese al sobrecosto de $810 millones. Parecido sucedió con la fallida planta Diquís. Se esfumaron $146 millones y asunto olvidado. La historia se repite en el AyA. Por falta de planificación, el proyecto de aguas residuales aumentó de $250 millones a $490 millones ($240 millones más) y nada.

Para la construcción del tramo central de la vía hacia San Carlos (Sifón-La Abundancia), el Conavi giró en exceso $65 millones, y el caso se mantuvo engavetado hasta hace unos días, cuando «La Nación» lo denunció. La ruta Chilamate-Vuelta de Kooper costó $27 millones adicionales por pésima gestión del MOPT, y la factura se nos pasó a los contribuyentes. Borrón y cuenta nueva.

Esa indolencia de funcionarios se refleja en asuntos tan sensibles como los alimentos. Desde el gobierno de Carlos Alvarado hasta algunos diputados, son complacientes con el Consejo Nacional de Producción (CNP), al cual permiten pagar sobreprecios por frijoles, huevos y otros productos que, obligados por ley, deben comprarle escuelas, colegios, hospitales y cárceles bajo el pretexto de dar trabajo a «pequeños productores» y «sus pobres familias».

«La Nación» probó que la mitad del presupuesto del CNP para alimentos se queda en 26 (un 8 %) de 312 proveedores. Esos 26 recibieron ¢41.000 millones en un año. Y, ahora, un catedrático de la Universidad Nacional verifica que el CNP vende los frijoles al doble del precio que reciben los productores. Injusticia.

Lo honesto es que el gobierno admita: sí, el elefante blanco en que se ha convertido el CNP sale caro y para pagarlo hay que inflar precios, abusar del pago a «pequeños productores» y de los impuestos. ¿Y los diputados? Habrá que abstraerlos de la campaña electoral y sacudirlos para que renuncien a la indiferencia con que actúan ante sobreprecios y sobrepagos. Defienden más los intereses de grupos que los nacionales.

amayorga@nacion.com