En Guardia: Economía estadounidense a las urnas

¿Qué preocupa a Jorge Guardia de los movimientos en la economía de EE. UU.? Lo que minaría la confianza de consumidores e inversionistas. Los detalles en esta columna.

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En marzo del 2017, lancé un vaticinio de la economía de Estados Unidos: “Dos visiones antagónicas emergen sobre la política económica de Trump: la de la prensa y la del mercado. Una de las dos tendrá que retractarse”. Mientras los medios y economistas demócratas anunciaban la inminente debacle, el mercado, más ducho en predecir resultados (futures), apostaba al optimismo. Yo concluí con un envite: “Veremos en 12 meses quién gana la partida”.

El mercado la ganó ampliamente. La economía repuntó vigorosamente, pero la prensa nunca lo reconoció —ni lo hará— (es demasiado sesgada y arrogante); tampoco admitirá que superó los anémicos resultados de Obama. El 2018 ha sido muy bueno: crecimiento del 3 %, 250.000 nuevos empleos en octubre, el desempleo más bajo en 50 años (3,7 %), salarios al alza (3,1 % en octubre), una visión positiva del consumidor y mejores oportunidades para obreros, mujeres, latinos y afroamericanos.

El dólar se fortaleció, las utilidades de las empresas subieron y las bolsas se expandieron aceleradamente, tanto que ahora vemos saludables ajustes a la baja (en especial acciones tecnológicas que habían subido demasiado), pero lejos de una recesión. Empero ¿será suficiente una buena economía para ganar las elecciones? Tal vez no. Es condición necesaria, pero no suficiente. Otros factores podrían dominar el tinglado emocional y hepático de los electores.

Entonces, ¿qué se juega en las elecciones este martes? Crecimiento del PIB, alto empleo, mejores salarios y mucho más. Si los republicanos mantienen las dos cámaras, podrían corregir el déficit fiscal (4,5 % del PIB) mediante racionalización de gastos y hacer permanente la reducción de impuestos a las personas (la de empresas ya lo es) y dar un nuevo empuje al consumo e inversión; si los demócratas recuperan la Cámara Baja (estadísticamente posible) y, quizás, el Senado, habría un impasse cuyo efecto principal sería paralizar la agenda oficial.

Pienso que tratarían de revertir la baja de impuestos (sujeta a veto), presionar los gastos (pork barrel) en las negociaciones para ajustar el límite de la deuda (una regla fiscal nunca cumplida) y rechazar los avances comerciales con México, Canadá, la Unión Europea y las nuevas conversaciones con China y Japón. Proliferarían acusaciones (impeachment) y otras indagaciones que minarían la confianza de consumidores e inversionistas y terminarían por hacer tambalear la economía, en detrimento de países como el nuestro. Es lo que a mí más preocupa.

jorge.guardiaquiros@yahoo.com