Al rescate de nuestra apreciada democracia

Uno de los retos más grandes que enfrentará el nuevo presidente es devolver la confianza a los ciudadanos en las instituciones

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Este domingo celebraremos otro traspaso de poderes de forma pacífica. Costa Rica es una de las dos únicas democracias consideradas como “plenas” en Latinoamérica, según el índice de democracia global de la revista The Economist.

Por eso, debemos sentirnos muy orgullosos.

En años recientes, sin embargo, la imagen de democracia casi perfecta se ha venido deteriorando. Según Latinobarómetro, los costarricenses somos de los que más aprecian la democracia en la región, pero el grado de apoyo ha caído del 80 al 67% en los últimos veinte años.

Hoy un 43% de los ciudadanos dicen estar insatisfechos con la democracia y únicamente el 9% de la población cree que en el país se gobierna para la mayoría.

De ahí que uno de los retos más grandes que enfrentará nuestro nuevo presidente es devolver la confianza a los ciudadanos en las instituciones del país.

Para ello, y fiel a su promesa de campaña, don Rodrigo escogió a un grupo de profesionales, no políticos, para que se hagan cargo de los ministerios y las principales instituciones públicas.

La gran mayoría, si no todos, son expertos en su campo, con gran conocimiento técnico de la materia con que les tocará lidiar. Parecen una selección nacional, con muy buenos jugadores para cada puesto.

Lo que falta por ver es cómo se desempeñarán en equipo. A don Rodrigo, como líder (entrenador) le corresponde la tarea de hacer que las estrellas que eligió jueguen bien en conjunto. Todos con un mismo norte.

De hecho, ya les marcó la cancha, al advertirles que deben jugar para el equipo, manteniendo una “disciplina estratégica”: el que es portero, que ataje los goles; y el que es delantero, que los meta. No sea que salga un Keylor queriendo hacer de Bryan.

Hay quienes critican a los nuevos jerarcas por no tener experiencia política. El desconocimiento del tejemaneje interno de cada ministerio e institución podría ser una desventaja en el momento de implementar las nuevas políticas.

También es cierto que llevar sangre nueva al gobierno podría ser el elemento que acelere los cambios requeridos y, con ello, devolver, al menos en parte, confianza en las institucionalidad a los ciudadanos que la han perdido.

No será fácil porque se enfrentarán a una fuerte resistencia de muchos grupos de presión. Pero si de verdad queremos que se salve nuestra querida democracia, debemos dejar que lo intenten.

lmesalles@ecoanalisis.org

El autor es economista.