Casas y edificios amigables con ambiente ganan terreno en Costa Rica

Mayor conciencia y necesidad de ahorro impulsan estructuras sostenibles. Profesionales en la materia piden a gobiernos locales establecer beneficios fiscales para promoverlos

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La urgencia por disminuir nuestro impacto al medio ambiente junto con la necesidad bajar la factura por servicios públicos, impulsan con más fuerza las construcciones sostenibles en Costa Rica.

Son viviendas y edificios que no solo incorporan soluciones tecnológicas para disminuir el consumo de agua potable o electricidad, sino que también maximizan, desde su diseño, el uso de luz solar y corrientes de aire que evitan la iluminación artificial o, por ejemplo, la instalación de aires acondicionados.

En esos proyectos también se eligen con cuidado los materiales. Se imponen aquellos con mayor durabilidad, que su fabricación ocasione menos contaminación y que, preferiblemente, no tengan que hacer largos recorridos desde el país de producción hasta el nuestro, pues tendrían una mayor huella de carbono.

Allan Navarrete, un vecino de San José, tomó esas previsiones al momento de construir su casa. La vivienda también utiliza iluminación LED, electrodomésticos eficientes y cuenta con un sistema de captación de agua para aprovechar las lluvias del invierno.

“Como campesino que soy, antes en muchas casas guardábamos estañones para recoger el agua de lluvia, con la que se lavaba la ropa o se echaba en el servicio sanitario. Entonces, entre los aspectos que se contempló para este proyecto (la construcción de su casa) fue recoger esa agua. El sistema almacena una tonelada de agua que se dirige a los servicios sanitarios y para el uso del mantenimiento del jardín.

“Eso nos causa un gasto mínimo en el consumo de agua, porque imaginate lo que es bajar el agua cada vez que uno va al baño, eso es un gasto realmente innecesario. Hasta donde pueda ayudar a la naturaleza en todo su esplendor, pues yo seré partícipe de ello. Antes nos enseñaban que el agua era inagotable, ahora la cosa ha cambiado, yo le llamo el oro transparente”, afirmó.

Este sistema recoge el agua de lluvia a través de las canoas, para luego dirigirla al tanque de almacenamiento. Dicho depósito cuenta con una bomba que envía el agua hacia los puntos habilitados. En este caso, a los tanques del servicio sanitario y a las tuberías del jardín.

Impulsado por su conciencia ambiental, su siguiente proyecto, según contó el jubilado de 63 años de edad, será incorporar paneles solares para generar buena parte de la energía eléctrica que consume en su hogar, donde vive con su pareja.

“Para estos proyectos a mí me motivan dos cosas. Primero, que economizamos gran parte del dinero y podemos disponerlo para otras necesidades. Y la segunda, es evidentemente tratar de ayudar al mundo, ser conscientes de que no tenemos que desperdiciar agua y tenemos que causar el mínimo daño posible.

“Yo veo que la gente desperdicia agua lavando la acera, a mí eso me consterna mucho. Siempre que veo a alguien haciéndolo yo se lo hago ver a la persona, aunque se enojen conmigo”, manifestó Navarrete.

César Porras, uno de los arquitectos nacionales especializado en construcciones sostenibles, explicó que los proyectos amigables con el medio ambiente no deben depender exclusivamente de soluciones tecnológicas para reducir su impacto. Esos son complementos importantes.

Para el especialista, lo primordial es el diseño.

“Una vivienda sostenible es aquella que aprovecha al máximo los recursos del entorno de una manera en que reduzca su impacto. Tampoco hay que caer solo en el tema ecotecnológico, no es que si una vivienda o un edificio no tiene paneles solares es que esa construcción no es sostenible”, explicó.

Erick Calderón, director de Urbanismo del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU), añadió que una construcción sostenible también depende de la selección del material a utilizar.

“Algo que ocurre en Costa Rica es que, por ejemplo, se ha puesto de moda el uso de tablilla plástica de China. Con esto se ha perdido la industria de madera y tablilla en el país, que además son productos más sostenibles con una mejor huella de carbono.

“Además de que la selección del material es importantísima, vemos cómo en nuestro país podría desarrollarse una producción forestal sostenible de la mano con la construcción de este tipo, al reducir la importación de otros materiales con alta huella de carbono. Entonces la construcción sostenible puede ser un eje de dinamismo y de reactivación de nuestra economía”, añadió Calderón.

Sin registros

Pese a que existe una mayor demanda de proyectos constructivos sostenibles, uno de los problemas en Costa Rica es que no hay registro de los desarrollos de este tipo.

Esa carencia impide ver el avance. Algunos países de primer mundo, incluso, han impuesto regulaciones ambientales más estrictos para construir con sostenibilidad.

La realidad nuestra es distinta.

Lo que sí existen son premios de carácter optativo para impulsar este tipo de construcciones, como las categorías especiales de la Bandera Azul Ecológica, que entrega el Colegio de Ingenieros y Arquitectos (CFIA) a proyectos postulados, principalmente en el sector comercial, industrial y vivienda social.

Sergio Bolaños, coordinador de este programa, explicó que existen dos categorías: Diseño Sostenible y Construcción Sostenible.

En la primera se evalúan aspectos relacionados con el diseño de las construcciones, que maximicen el uso de los recursos del entorno, así como soluciones para la reducción del consumo de agua y energía.

“Lo que procura es que nuestros profesionales cumplan en sus construcciones una serie de parámetros como la forma y orientación, para que se aproveche la luz solar y que exista una ventilación cruzada. También que la solución se incorpore a su entorno urbanístico y paisajístico. Asimismo, contemplamos soluciones para el ahorro de consumo de agua y energía, y la aplicación del material constructivo”, afirmó Bolaños.

El Centro Nacional de Convenciones, algunos nuevos edificios del Banco Popular y la torre de apartamentos Núcleo Sabana, por ejemplo, ostentan este reconocimiento.

Mientras que la segunda categoría, Construcción Sostenible, se basa en la sostenibilidad del proceso constructivo.

“Ellos nos presentan un plan de acción, nos indican las medidas que van a indicar para reducir el consumo de agua, de energía y de combustibles en el proyecto, así como el uso eficiente de los materiales y el manejo de los residuos. Nosotros vamos y realizamos inspecciones para verificar que eso se cumpla”, manifestó Bolaños.

La Asamblea Legislativa, algunas nuevas estaciones de Bomberos de Costa Rica o el San Pedro Business Center tienen el premio en la categoría de Construcción Sostenible. Hay proyectos de interés social elaborados por la Fundación Promotora de Vivienda (Fuprovi) que también tienen esas distinciones.

Otras empresas acuden a certificados que obtienen a través de calificadoras internacionales, como EDGE o LEED Buildings. Estas últimas han captado el interés de desarrolladores inmobiliarios en los últimos años.

Uno ejemplo es Santa Verde, un proyecto de Cuestamoras ubicado en La Aurora de Heredia, que cuenta con residencias, oficinas y comercios. Esa construcción cuenta con el sello EDGE, otorgado por la Corporación Financiera Internacional (IFC), institución del Grupo Banco Mundial, así como por el Consejo de Construcción Verde de Costa Rica.

En el caso de las residencias de ese proyecto, la calificadora resalta, por ejemplo, ahorros de energía del 30% con la implementación de calentadores de agua solares, sistemas de iluminación ahorrativos y utilización de materiales constructivos adecuados.

Entretanto, en términos de agua, el ahorro es de 28% al utilizar duchas, grifos y lavabos de bajo flujo, así como inodoros eficientes.

Dicha certificación, que tiene un costo económico, también la ostentan el Centro Nacional de Convenciones, los Tribunales de Justicia de Los Chiles y Jicaral, el proyecto residencial Valle Azul, dos Ebáis de Belén, las zonas francas The Green Park y Coyol I y el centro de oficinas Casa Carazo.

Más impulso

Pese a la tendencia, algunos especialistas estiman necesario que los gobiernos locales promuevan condiciones regulatorias más estrictas con el uso de los recursos, así como incentivos fiscales o facilidades de trámites para impulsar la construcción amigable con el medio ambiente.

“Sabemos que hay una condición fiscal delicada, pero debemos hacer un balance. Si podemos incentivar este tipo de construcción vamos a aumentar las fuentes de empleo y la recaudación futura en bienes inmuebles. Entonces, a grandes rasgos, podemos ganar más de lo que perdemos.

“También se pueden establecer prácticas incentivables en los planes reguladores para darle, por ejemplo, más altura a los proyectos cuando cumplan ciertos parámetros”, afirmó el director de Urbanismo del INVU.

Otra de las necesidades marcadas es el acceso a operaciones crediticias más favorables, pues construir o comprar una vivienda sostenible puede tener costos más elevados, aunque a mediano o largo plazo generan ahorros a sus inquilinos.

Este mensaje poco a poco ha tomado relevancia en las entidades financieras. El Banco Nacional, por ejemplo, es una de las instituciones que ofrecen condiciones más favorables para viviendas sostenibles, a través de su crédito llamado Vivienda Ecoamigable, en el que se paga ¢7.512 por millón.

Yeudin Sánchez, coordinador de ese programa, explicó que la entidad bancaria aplica una calificación interna a cada uno de los proyectos de vivienda sostenible presentados por sus clientes, para clasificarlos en tres rangos distintos. Entre más alta la nota mejores condiciones.

“Juan viene y nos presenta un proyecto con un sistema de captación de agua, que maximiza la iluminación natural, que además va a usar paneles solares para alimentarse de energía, o bien, que trae toda la iluminaria LED inteligente. Eso suma puntos. Cuando viene una bombillería corriente, por ejemplo, eso baja la calificación.

“El banco tiene tres calificaciones: Danta, que es la calificación menor en vivienda sostenible; Baula, que es el intermedio; y Jaguar, que es la que tiene todos los argumentos. En esa calificación tenemos una tasa de 8,25% fija durante tres años, esto significa una cuota de ¢7.512 al mes. Una persona que requiera ¢10 millones de inversión va a pagar ¢75.000 al mes. Además, le estamos incluyendo el seguro de vida y sobre la construcción”, aseguró Sánchez.

No obstante, el arquitecto Porras recordó que una vivienda sostenible puede dejar de serlo por hábitos de consumo no adecuados de sus inquilinos. Por lo tanto, insistió en que mucha de la responsabilidad la cargan los mismos propietarios.

“Por más que uno como profesional, el Colegio o el Estado en sí promueva el desarrollo de construcciones sostenibles, el hábito de consumo que puedan tener (los propietarios) pueden marcar el rumbo de un proyecto”, recalcó.