Una cuarta parte de las personas que buscan ayuda por adicción a opioides son profesionales de la salud

Facilidad para acceder a este tipo de sustancias en su lugar de trabajo, es una de las razones que explica esa cifra

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Según Luis Sandí, psiquiatra del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) especializado en adicciones, una cuarta parte de las personas que buscan ayuda en la Clínica de Opioides son profesionales de la salud. Ese dato refleja que esa adicción afecta, de manera especial, a los funcionarios de centros médicos y clínicas, pues en esos lugares hay “disponibilidad ilimitada” a ese tipo de sustancias.

Los opioides son un grupo variado de medicamentos que se utilizan para la sedación y control de dolores severos, entre ellos se encuentran la morfina, el fentanilo, la codeína, el tramal y la heroína.

No obstante, su uso sin supervisión médica genera adicción y riesgo de muerte entre quienes lo consumen. Por ejemplo, en enero del 2015, una médica murió a bordo de un autobús entre Pérez Zeledón, en San José y Golfito, en Puntarenas, por una sobredosis de morfina.

Sandí explicó a La Nación por qué el personal sanitario tiene mayor riesgo de caer en ese tipo de adicción, cuáles son las consecuencias y cómo es el tratamiento.

—¿Qué dicen las estadísticas que maneja el IAFA con respecto al consumo de opioides?

—Nosotros, para evaluar el éxito de un tratamiento lo que hacemos son estudios en algunas poblaciones. Por ejemplo, en la Clínica de Opioides, en los últimos tres años, hemos atendido a 135 pacientes, de ellos, seis de cada diez han completado el programa. Ese número es bastante bueno.

—De esas 135 personas que han atendido en la Clínica de Opioides ¿Cuántos son trabajadores del sector salud?

—Un 22% son trabajadores de la salud. En otro estudio que hicimos hace como cinco años habíamos encontrado que aproximadamente una cuarta parte de las personas atendidas por adicción a opioides eran trabajadores de la salud, es una cantidad importante.

—¿Por qué los funcionarios de la salud tienen mayor riesgo de caer en adicción por opioides u otro tipo de fármacos?

—Probablemente hay un mayor riesgo en cuanto a la disponibilidad, los opioides están en los hospitales. Sin embargo, hemos encontrado que muchos de ellos no llegan a la adicción porque tengan un padecimiento físico que los lleva a un tratamiento con opioides, más bien se da que el personal de salud, en conocimiento de las maravillas que hacen los opioides a nivel de dolor, a nivel del funcionamiento humano y cerebral, conocen, al dedillo, que son excelentes para dormir, para relajarse, para estimularse, para sedarse un poco, para dolores de cualquier tipo, si hay fibromialgia o migrañas.

“Entonces, ellos (los profesionales de la salud) conocen bien eso y ese conocimiento, más la disponibilidad que encuentran en los centros médicos, hace que tengan acceso fácil a los opioides, pero una vez que comienzan a tener una dependencia a los opioides uno de los mayores problemas es que la disponibilidad es ilimitada, porque hay opioides en todo el hospital”.

—Hemos conocido un par de casos en los que funcionarios de la CCSS afirman tener problemas con el consumo de opioides y empiezan a perder capacidades técnicas o a ponerse uniformes de manga larga para ocultar las marcas de las agujas. ¿Cuándo una jefatura detecta un caso así cómo debe reaccionar?

—El asunto va más allá de lo administrativo. Todo esto está, de alguna manera, mediatizado, por una cuestión cultural y social, no solamente en el país, sino en todo el mundo, de un rechazo o una animadversión hacia las personas que tienen un trastorno adictivo. Existe la creencia generalizada de que la persona que consume en exceso es porque es un descarado, un sinvergüenza, que no tiene consideración con su familia porque se está robando las ampollas del hospital (...). En un principio, la gente que está alrededor del adicto tiene cierta tolerancia porque el problema es leve, pero cuando las cosas se complican y empiezan a tener disfuncionalidad en el trabajo ahí se da el rechazo, todo el mundo anda hablando del asunto, pero no se toma el toro por los cuernos, todo el mundo los hace a un lado y los rechaza.

“También, durante mucho tiempo, el sistema no tenía la estructura adecuada para dar tratamiento a estas personas, porque no había una instancia especializada que pudiera atender a pacientes afectados por trastornos con consumo de opioides, que también es algo que dista mucho del tratamiento usual a una adicción. En cualquier adicción por alcohol, crack o cocaína, es un proceso muy sencillo, se trabaja en un proceso multidisciplinario, con el programa de los doce pasos; se da atención a la familia, al individuo y se dan terapias grupales, pero el problema con los opioides es que el sujeto está inmerso en el lugar de consumo y la droga está en el lugar de trabajo. Entonces, se hace muy complicada la intervención”.

—¿Cómo es el tratamiento en este tipo de casos?

—Algo importante en esto es que la persona que tiene dependencia a los opioides tiene varios problemas. Uno es que está inmerso en el lugar de consumo, tenemos que ver cómo desenchufarlo del sistema hospitalario, un médico anestesista o una enfermera que consuma no puede dejar de hacerlo estando ahí, con las ampollas por todo lado, hay que sacarlo. El problema número dos es que, tiene una dependencia física, de todas las drogas que conocemos, las que producen la dependencia más fuerte, de efectos inimaginables e indecibles, son los opioides.

“Usted puede consumir piedra, 200 piedras al día, consume un mes o dos meses y para, lo que le da son ganas de comer y dormir, nada más. Luego, a los tres días se despierta y le dan ganas de volver a consumir, pero no hay alteración de la presión arterial, alteración del ritmo cardíaco, no hay vómito, no hay diarrea. En cambio, los opioides producen un síndrome de abstinencia que la persona se revuelca en el suelo, porque como los opioides regulan el dolor, al no consumir, a la persona le duele todo, hasta los zapatos.

“Le da de todo: migraña, lumbalgia, dolor de piernas, náuseas, diarrea, taquicardia, escalofríos, desesperación, piel de gallina, bostezadera, depresión, intranquilidad, sudoración. El paciente siente que se va a morir y la única manera de aliviar eso es solo con más consumo, la persona consume porque necesita aliviar eso.

“Entonces, hay que tratar lo del lugar de trabajo, hay que tratar el síndrome de abstinencia y hay que deshabituarlo de los opioides y para eso tenemos un medicamento maravillo, que se llama metadona. La Caja Costarricense de Seguro Social se lo da al IAFA y nosotros damos una dosis inicial que apaga todos los síntomas y lo vamos quitando cada semana. Vemos al paciente una vez por semana, con todo el equipo terapéutico, hasta que logramos deshabituarlo”.

—¿La metadona es un opioide también?

—Es un opioide, pero es un opioide de acción prolongada, es una sola vez al día, no tiene un pico alto como la heroína, la morfina o el fentanilo. Entonces, no están los efectos eufóricos y como es de acción prolongada nos permite aliviar los síntomas sin que haya efectos eufóricos y los vamos quitando poco a poco.

—¿En qué momento un profesional de la salud que padece una adicción a opioides puede incorporarse de nuevo al centro médico, que es el lugar donde interactuaba con la droga?

—En el momento que atendemos a un trabajador hospitalario hacemos contacto con la jefatura de Recursos Humanos, con la jefatura inmediata de la persona, con medicina laboral de la institución y comenzamos a trabajar en equipo sobre cuál va a ser el plan de tratamiento, cuál va a ser el aporte de ellos, en el sentido de que puede haber un reingreso a los seis meses o al año y preparamos el reingreso (...). Hay que prevenir la recaída y se previene fortaleciendo al sujeto a través de la terapia y también creando condiciones ambientales adecuadas.

“Primero, lo cambiamos de ubicación, lo ponemos en un lugar donde no tenga contacto con ampollas o, en el caso de enfermeros, que no puedan inyectar opioides o si es un médico anestesista que, por ejemplo, no esté en sala de operaciones. Generalmente, usamos labores administrativas para ir midiendo su readaptación, para ver cómo se va acomodando y para ir fortaleciendo, y si eso funciona bien, paulatinamente lo vamos reincorporando a su trabajo”.

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— ¿Qué casos de éxito han experimentado?

—La experiencia ha sido satisfactoria, porque nos demuestra que el tratamiento de adicciones es exitoso (...). En la Clínica de Opioides hemos aprendido que las personas que consumen drogas, en general, pero mucho más las que consumen opioides, durante el proceso de consumo hay una alteración cognitiva y emocional que hace que la persona sea la última en darse cuenta que tiene un problema, todo el mundo lo sabe, pero él no lo sabe.

“Entonces, en la entrevista inicial cuentan una historia, la que ellos se creen para poder proteger su autoestima, por regla general trabajamos en red, citamos al esposo, a los hijos, a la familia, al jefe, compañeros y amigos y nos encontramos un cuadro totalmente diferente. Eso nos sirve para confrontar a la persona de manera constructiva.

“El primer paso de todo esto es que acepte que tiene una adicción a los opioides, que acepte la gravedad y profundidad de la adicción, que no quede solo, que sepa que existe un programa y que debe entregarse”.

—¿Por qué se debe apostar por el tratamiento y no por la sanción?

—Esa es una buena pregunta. El enfermero que va y se roba una computadora o violenta los maletines de sus colegas para sacar ampollas pasa por una alteración mental, eso es una perturbación mental. La conducta adictiva va dañando los circuitos cerebrales que tienen que ver con el placer, la motivación, la memoria, la capacidad de decisión y de control, la toma de decisiones y la regulación de la conducta. Todos esos son circuitos cerebrales y en el cerebro de un adicto están literalmente desbaratados.

“(...) La capacidad para tomar decisiones, regular la conducta y tener control se pierde en los adictos. Entonces, un anestesiólogo que está en la sala de operaciones y comienza a ver las ampollas, se dispara y podría dejar al paciente anestesiado e irse al parque a inyectarse. Eso es un estado de locura, eso es incompresible ante cualquier razonamiento, no es una decisión deliberada hacer eso, es una decisión que está tomada por una hiperactivación de todos los sistemas cerebrales que tienen que ver con la conducta adictiva, siente que tiene consumir, no hay otra alternativa.

“La adicción es una lesión biológica en el cerebro, no es que yo decido consumir. En el momento en que usted tiene una adicción ya usted no decide, usted no decide si le lleva leche a los chiquitos o si se jala todo en cocaína en la noche, eso no es una decisión racional, solo hay una robatización de la conducta, se convierte la persona en una máquina de consumir”.