Zapping: Habacuc la metió de taquito

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La última obra de Habacuc no pudo haber logrado mejor su cometido. Las reacciones que generó son una radiografía de nuestra sociedad, de nuestro electorado, de un gentilicio que camina dormido en su ignorancia. Este es el país que escogerá a un nuevo mandatario en poco más de dos meses, y esta es su forma de analizar la información que recibe. Repasemos.

El 17 de diciembre, el artista tico abrió un blog en el que compartiría periódicamente (hasta el día de las elecciones) fotografías que demostraran “el paso del tiempo sobre la perra llamada Axioma”.

Al mediodía, CRHoy publicó el siguiente titular: “Artista no dará de comer a una perrita, hasta el día de las elecciones”. En el primer párrafo, la nota tenía frases para el recuerdo, como “Guillermo Vargas, quien dice ser un artista costarricense conocido como Habacuc”, entre otras defensas utilizadas para decir que el tipo mataría al animal como parte de su obra. Esto no era verdad.

Con la noticia de CRHoy y una del teletica.com (cuyo titular afirmaba que la perrita fallecería), la gente se dio el aval de armar la tradicional fiesta del odio, buscando antecedentes de Habacuc y solicitando su sangre, sin que los medios se dieran a la tarea de consultar al artista acerca del contenido de su nueva obra.

Ese odio que los paisanos le tienen a Habacuc es –hasta cierto punto– irónico. Su obra más polémica fue en 2007, en Nicaragua, cuando amarró a un perro callejero –desganado como tal– a la pared de una galería artística, en respuesta a la doble moral en torno a la muerte del nicaragüense Natividad Canda en Costa Rica, matado por dos agresivos perros, sin mediación de ninguno de los presentes.

En ese entonces, un medio dijo que Habacuc había dejado morir al can como parte de la obra. La dueña de la galería lo negó. El artista siempre dio respuestas ambiguas al respecto, pero también señaló que –durante la exhibición– nadie se preocupó por soltar al perro o darle comida, por lo que todos fueron cómplices. La historia de Natividad, a la inversa.

La novela canina duró un par de semanas y, aunque la gente pretendía estar molesta por el supuesto maltrato animal, sus caras los delataban: odiaban más a Habacuc que a esa barbarie específica. El asunto era personal, y esa es una herramienta poderosa para un artista.

Esta vez, la historia fue similar. Salió la noticia. Muchos saltaron, pocos cuestionaron los titulares; pocos entraron al mentado blog y pensaron: “Qué raro, ¿demostrar el paso del tiempo en la perra es lo mismo que mostrar su deterioro?”.

En la edición de Telenoticias , en la noche, el presentador decía algo en las líneas de “un artista hizo esto y entonces surgieron un montón de interpretaciones sobre el tema”. Es curioso, porque la empresa de comunicación para la cual trabaja fue la primera en malinterpretar el asunto. Claro, a la hora del noticiario de las 7 p.m. aquella nota en la que se tergiversaba la información había sido modificada, sin ninguna aclaración o disculpa de por medio. Lo de siempre: “Coman callados. Nos la pelamos”.

A esa hora, el sitio de Amelia Rueda tiró una nota en la que decía que Habacuc pretendía mostrar el “proceso de rescate de una perra callejera, solo que en orden invertido”. En Telenoticias , Habacuc habló del significado de su obra. Dijo que el “circo” esto y aquello. Ustedes saben: que todos actuamos como ovejas frente a la información que manejamos, sin saber si nos están vendiendo gato por liebre (¿entienden? ¡son animales!).

CRHoy se la jugó a la tica. La misma periodista que escribió la primera nota le dio seguimiento al tema con este titular: “Redes sociales la emprenden contra artista por asumir que no alimentaría animal”, desarrollando esa novedosa información con más frases para el recuerdo, como “los medios asumieron que el hombre no alimentaría al animal”. ¡Plop!

Que esta situación sea objeto de estudio no solo para comunicadores, sino para todos los ciudadanos. Comprometámonos a ser mejores lectores y exijamos mejor información. No le demos prioridad al odio, sino al pensamiento crítico.

No es como que Habacuc sea un ente incomprensible; es bastante predecible. Los medios, en cambio, no nos estamos acordando del norte de la profesión.