Gustavo Santaolalla conquistó al Melico Salazar con un extenso y rico repertorio

En un concierto de más de dos horas, el compositor argentino demostró que para él, menos siempre significa más

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¿Y quién es Gustavo Santaolalla? Después de las dos presentaciones que dio el argentino en el Festival Internacional de las Artes quizá sea más fácil contestar esa pregunta.

Conocido por ser fundador del grupo Bajofondo (con el que había visitado el país varias veces), Santaolalla es también ganador de dos premios Óscar y una figura fundamental del rock argentino.

A finales de los años 60 formó el grupo Arco Iris, que mezclaba jazz, rock progresivo y canción latinoamericana, una combinación tan extravagante y bien lograda que sus temas suenan actuales todavía.

En su presentación como solista en el Teatro Melico Salazar, el domingo 2 de julio, Santaolalla mostró en extenso la lección que atraviesa su carrera: en lo sutil, hay tanta magia como en lo sobrecargado.

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Primera parte. A las 8:15 p.m., cuando se elevó el telón del Teatro Melico, lo primero que llamó la atención fue la cantidad de objetos que había en el escenario: lámparas, mesitas e instrumentos de todo tipo adornaban la tarima.

La banda no es muy grande (tiene seis integrantes), pero a juzgar por la cantidad de instrumentos, ninguno viaja ligero. En el escenario hay campanas tubulares, un contrabajo, un chelo, flautas, un vibráfono, charangos, ukeleles, un contrabajo, una batería, unas cuatro guitarras… El despliegue no fue en vano, porque, como se vio durante el concierto, cada uno de los músicos presentes podía cambiar con facilidad de un instrumento a otro.

El concierto inició con el tema Inti Raymi, que sirve como una introducción mística a la entrada de Santaolalla al escenario. En medio de varios sonidos de platillos, campanas y una flauta, el compositor entró a escena a recibir el primer aplauso de la noche. Tomó su guitarra y se dispuso a acompañar la vocalización de sus compañeros.

De inmediato, Santaolalla interpretó la canción Abre tu mente, de su grupo Arco Iris, una invitación para que el público presente se dejara llevar por sus melodías.

Para el tercer tema, ¿Quién es esa chica?, el contrabajista Nicolás Rainone y el tecladista Andrés Beeuwsaert revelaron sus voces y acompañaron en coro al maestro por primera vez. En ese tema, también, Javier Casalla reveló su talento en el violín, después de haber tocado flauta y guitarra.

Al terminar la canción, Santaolalla saludó al público y mostró su intención de esa noche. “No soy de mirar mucho para atrás, pienso mucho en nuevos proyectos y en experimentar, pero hay momentos en la vida en que hace falta ver todo lo que se ha pasado para llegar hasta donde se está y a mí me llegó el momento”, dijo el compositor, quien celebra este año cinco décadas de carrera artística.

La calma reinaba en el Teatro Melico y Santaolalla continuó ese tono durante la canción Y una flor, pieza inspirada en los trovadores del medioevo.

Seguidamente Santaolalla y todo su grupo cantaron El cardón a capela, tema que por unos dos minutos mantuvo al borde de los asientos al público.

El contraste entre las dos piezas fue evidente, pero ayudó a mostrar que, para Santaolalla, es posible hacer que una canción suene potente incluso sin usar instrumentos.

Al concierto se incorporó el baterista Pablo González y así el concierto fue aumentando en energía. Sonaron temas de Arco Iris como Camino, Vasudeva, Zamba y Quiero llegar. En esta última, se mostró la mezcla de influencias de la que aún disfruta Santaolalla: jazz, rock, música latina y para rematar, el argentino hizo un espectacular solo de guitarra que le deparó un fuerte aplauso con algunas personas incluso de pie.

Después de ese gran momento Santaolalla continuó con Canción de cuna para el niño astronauta, un tema tan fantástico como el título lo sugiere. Allí se lucieron Casalla y el baterista, quienes se mantuvieron interpretando arreglos complicados que en el conjunto sonaban muy sencillos. De nuevo se percibía el sello de calidad de Santaolalla.

Antes de interpretar el tema Río de las penas, el maestro anunció que tras una hora de show harían una pausa para regresar con nuevo ímpetu. La pieza, mucho más roquera que todas las anteriores, sirvió como señal de que la segunda parte del espectáculo tendría muchos más contrastes. A las 9 p.m. bajó el telón.

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Segunda parte

Tras 15 minutos de pausa, la banda regresó para interpretar No existe fuerza en el mundo, tema del argentino León Gieco y luego otro tema de Arco Iris, Detrás, en el que Javier Casallas mostró su tal con la armónica y la guitarra eléctrica.

Continuaron otros temas roqueros como Todo vale y A solas, en este último, de nuevo fue Casallas la figura principal en el escenario, luciéndose con un solo de guitarra eléctrica.

Durante el concierto, él y todos los músicos se mantuvieron sentados y aún así lograron transmitir muchísima energía al público que los acompañó con aplausos en temas como Paraíso sideral.

De película

Santaolalla explicó al público que como parte de esta revisión de carrera interpretaría temas de sus bandas sonoras. Inició con el tema De Ushuaia a La Quiaca.

“Esta canción fue inspirada en un viaje de León Gieco. Años más tardes el directo , sin saber su origen, eligió este tema para Diarios de motocicleta, que cuenta el viaje de Alberto Granados y Ernesto Guevara, antes de ser el Che”, explicó el compositor.

Luego, dijo que “para lo más chiquitos” tocaría música del videojuego The Last of Us. El anuncio fue recibido con aplausos y la canción definitivamente tomó por sorpresa al público. Es la composición el contrabajista pasó al chelo y junto a Casallas lograron armar un ambiente armonioso.

El ronroco de Santaolalla sonaba por todo el teatro y evocaba un camino difícil. Cabe destacar que la música de este videojuego le fue contratada después de ganar el Óscar por Babel y Brokeback Mountain (película de la cual también interpretó algunos temas).

Para Santaolalla no hay trabajo chico mientras haya un buen guion. Tampoco hay banda pequeña y por eso presentó a los cinco miembros de su conjunto y celebró que cada uno de ellos tocara más de dos instrumentos.

El inicio del fin

Hacia el final del concierto, cerca de las 10 p. m., Santaolalla y su banda interpretaron la canción Pena en mi corazón, de Bajofondo, un tema que arrancó gritos de emoción del público. Continuó con Vecinos, un tema tan frágil que sonaba como canción de cuna y enterneció a todo el público.

Santaolalla sacó su faceta roquera en Ando rodando y al final de este enérgico tema, cayó el telón. El público quedó sorprendido, por lo abrupto del cierre, e incluso algunos abuchearon; pero había más por venir.

De entre las cortinas del teatro salió Santaolalla con un tambor para cantar, sin un micrófono que lo acompañara No sé qué tienen mis penas, otro tema de León Gieco. Fue un gesto valiente y sobre todo potente para mostrar que, sin tanta banda y sin tanta cosa, el músico podía interpelar al público de todo un teatro.

El público le acompañó con palmas al inicio y luego desistió, mientras Santaolalla daba su mejor interpretación vocal de la noche. Los aplausos, dados en pie, inundaron el escenario.

El telón se alzó de nuevo para que Santaolalla y la banda interpretaran la última canción de Arco Iris de la noche, Sudamérica y el tema final. Cuando empezaron a sonar las primera notas de Pa' bailar –otro tema clásico de Bajofondo– el público gritó de emoción y sin importar su ubicación, se pusieron de pie.

Aplaudieron y bailaron viendo al maestro Santaolalla hacer lo mismo en el escenario y así, sellaron con alegría un show de poco más de dos horas cargado de distintas emociones.

¿Y cómo es Gustavo Santaolalla? La respuesta se oyó fuerte al final del espectáculo. De las lunetas y los palcos se profería el mismo grito: “¡Graaaandeeee….!”.