Crítica del Festival Picnic: Rocos roqueros y el paupérrimo show de Eladio Carrión

Artistas nacionales que merecieron mejores escenarios, reguetoneros que sorprendieron y otros a los que aún les falta repertorio fueron parte de la primera fecha de la edición 2023 del festival

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En una decisión totalmente consciente y estratégica, el festival Picnic amplía la oferta de propuestas musicales, diversificando —consecuentemente— al público al que le habla. Cada vez es más claro que la audiencia meta de Picnic es todo el mundo.

La primera de dos fechas de las edición 2023 (sábado 28 de enero) estuvo cargada de más artistas de música urbana y latina, aunque cerró la noche con una banda de rock y con un grupo de 30 años de carrera en hip hop. El momento más disonante de la ocasión fue el final de Eladio Carrión en una tarima, para que Incubus comenzara justo al lado. La marejada de asistentes dejando el recinto en ese momento fue significativa, pero recordó que un mismo festival puede albergar ofertas muy disímiles y eso no es una mala señal.

Citaré acá algunos artistas, consciente de que se me quedó mucho por fuera. Una de esas presentaciones que llamó la atención al oído desde lejos fue la de Collie Buddz, oriundo de las Bermudas y con una extensa carrera en el reggae. Se acompañó de una banda sólida, incluyendo un guitarrista que parecía más afín al metal que al roots, pero cuyo sonido calzaba perfectamente en los arreglos que respaldaban la voz inagotable de Buddz.

Byron Salas, en la tarima donde solo hubo artistas nacionales, convocó a poca gente a media tarde, pero su presentación fue enérgica, auténtica y fluida. Más tarde también pude ver un rato de Canina, cada vez más consolidada con su propuesta. A ambos intérpretes costarricenses les asentaría bien un escenario más grande, lejos de quedarse en esta tarima del Picnic que definitivamente no goza de la mejor ubicación ni publicidad.

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Pasé a ver a Mora con las expectativas altas, pues es de los artistas urbanos que más respeto, pero su presentación no le hizo honores. Se sostuvo por los visuales coloridos y dinámicos y porque su lista de éxitos es inmensurable, pero se le agotan los recursos con rapidez.

Más tarde en esa misma tarima, Sean Paul, que a sus 50 años de edad se encuentra en un gran momento de su carrera, fue un gran frontman durante su show. Con una banda cargada de talento, el jamaiquino recordó, pieza tras pieza, que su colección de éxitos es vasta. Hizo un repaso que volvió en el tiempo a piezas inolvidables como Gimme The Light (2002) y vino al presente con temas como Light My Fire, de su vanagloriado álbum Scorcha (2022).

Entre los artistas latinos, quedé muy bien impresionado de Vicente García, uno de los puntos más altos del festival. La ejecución pulcra de su banda invita inevitablemente a bailar un poco, así como a disfrutar del momento en calma. El dominicano invitó a la cantante Kumary Sawyers (Un Rojo Reggae Band) para acompañarlo en Dulcito e Coco, una canción que no podía faltar en su presentación.

Otro hispano parlante que sabe entretener al público es Guaynaa con líricas calientes y bailes sugestivos. Mucho sabor y muchas ganas de divertirse mantuvieron a su audiencia receptiva. Haber repetido el pegajoso tema Rebota, sin embargo, me dejó la impresión de que todavía quedan vacíos en su repertorio para una presentación extensa.

Posteriormente el reconocido y esperado artista Eladio Carrión participó con un paupérrimo show. Durante más de una hora estuvo caminando de un lado a otro del escenario, a veces ondeando un paño blanco en su mano (de verdad era un pinche paño) y cerró, como cereza en el pastel, quitándose la camisa. ¡Vaya clímax de presentación! Eladio Carrión es un gran recordatorio de que el éxito y la mediocridad pueden tener un mismo nombre y apellido.

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Incubus —personaje de otro cuento— si bien no contó con las mejores condiciones de sonido, desplegó su arsenal de éxitos como Anna Molly, Pardon Me y Megalomaniac. Los intercaló con otros temas más oscuros que no podían ser coreados por el grueso del público, pero que dejaron ver las múltiples facetas de Brandon Boyd y compañía y sus influencias más pesadas e inclusive experimentales. Los legendarios Cypress Hill se quedan afuera de este repaso por tiempo y logística.

El primer sábado de Picnic logró apegarse, en gran medida, a los horarios anunciados con (poca) anticipación. Quizá ese fue uno de sus puntos fuertes, además de contar con numerosos espacios para entretenerse entre tarima y tarima. El próximo sábado 4 de febrero, en la segunda fecha, la oferta mantendrá su variedad intergeneracional y una amplia gama musical para cerrar la edición más variada del festival más sustancioso que actualmente ocurre en nuestro país.

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