Crítica de música: ¿Por qué Chayanne sigue enganchando en Costa Rica?

El ‘show’ del puertorriqueño es predecible, aunque con frescura y energía

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Uno de los principales retos de un artista es mantenerse permanentemente vigente. Implica lograr sostener a un público cautivo apelando no solo a la nostalgia de los éxitos de siempre, sino refrescando repertorio y mostrando la capacidad de reinvención.

Con Chayanne, me atrevería a asegurar que la constancia de sus éxitos y su vitalidad son dignas de admirar. Lo mismo pienso de su interpretación vocal y su presencia en escena.

¿Envejece este artista? Al menos no se evidencia. Habiendo sido la primera vez que lo veo en vivo, me dio la impresión de estar viendo exactamente al mismo muchacho que salía en el video de Baila, Baila a inicios de los años 90 en la pantalla chica de Hola juventud. Baila menos, eso sí, o al menos administra más la energía física.

De verdad que Chayanne convence. A nivel vocal es capaz de sonar como un joven cuando ejecuta Tiempo de vals, mientras que mantiene la energía fogosa en Boom Boom y Salomé, temas a los que, por cierto, creo que les bajaron el tempo en relación con las versiones originales.

Los espacios entre una pieza y otra fueron tan ajustados como los pantalones que le puso su modista. La audiencia agradeció tanto lo primero como lo segundo.

En medio de tanta energía, de todas formas, percibí un show algo predecible, casi coreografiado, especialmente en las interacciones con la fanaticada. La fórmula de enganche es evidente y calcada a la de cualquier otro artista de esta naturaleza, me refiero a esos que mezclan los dotes vocales con el rol de sex symbol.

No se vio esfuerzo alguno en brindar un espectáculo innovador. No obstante, la empatía auténtica y el carisma que se le desborda al performer consiguió que la ausencia de sorpresas no se convirtiera en una carencia real.

Hablemos ahora del repertorio, con un balance saludable entre el contenido fiestero con los temas más románticos, en una alternancia casi que de uno a uno.

Ese jugueteo en vaivén permitió darles un respiro a los ánimos exaltados, pero a la vez haciéndole espacio a lo más sensible, sin caer en lo meloso.

El montaje con sobretarimas y una escalinata le ofrecieron la posibilidad al vocalista y a los músicos de rotar y pasearse de un lado a otro. Le abrió espacio, además, al grupo de talentosos bailarines que complementaron el espíritu inquieto de rigor.

A las pantallas de leds de fondo y a la iluminación de los bloques de diferentes alturas se les sumaron también pantallas laterales, en las proporciones de los stories de Instagram.

La verticalidad visual se encargó de que el artista fuera presentado de manera unipersonal, como su fanaticada lo exigía. Por supuesto que el foco se mantuvo en él, pero también es necesario valorar la labor de los músicos que lo acompañan. Los arreglos que ejecutaron les dio un refrescamiento a los temas más viejos, dejando atrás sonidos que tal vez hoy podrían escucharse obsoletos.

La fluidez del repertorio, el notorio disfrute artístico en escena y la capacidad de conexión musical permanente me permitió entender porqué Chayanne se ha mantenido como un artista relevante en su género de manera casi ininterrumpida. Comprendí porqué, por más que visite el país tan seguido, siempre provoca la misma conmoción. Se trata del poder de una fórmula y la gracia de la simpatía.

Ficha técnica

Artista: Chayanne

Lugar: Estadio Nacional

Fecha: 30 de noviembre

Producción: Blieve Entertainment

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