William Fallas a sus 70 años: ‘Puedo rajar de que canto como un güila de 30′

El icónico cantante de la época del chiqui-chiqui en grupos como La Nota y Manantial y coautor del famoso “himno” de la Sele, ‘Agárrense de las manos’, continúa con su agenda cargada de presentaciones y con la voz intacta. Repase aquí qué ha sido de su vida

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Entusiasta, descomplicado, agradecido con la vida y en permanente proceso de composición y ejecución, así es la vida del recordado ícono de la era del chiqui-chiqui, William Fallas, quien a sus 70 años sigue complaciendo a su público con aquellos temas que nos hicieron vibrar a miles, como Llegaré, Secretos de amor, Te amo o La Noche.

El exintegrante de los recordados grupos La Nota y, especialmente, de Manantial es, a no dudarlo, un febril enamorado de la vida y eso se nota no solo en su prolífica plática, llena tanto de recuerdos como de proyectos a futuro, sino también en detalles como la pintoresca y hermosa decoración navideña que desde ya adorna su vivienda de siempre, ubicada en Desamparados.

Pero William Fallas también es el referente de uno de los temas más aclamados por miles de costarricenses desde que fue adaptada, en 1989, en lo que a la postre se convertiría en el himno de la Selección Nacional prácticamente hasta la fecha, el famosísimo tema Agárrense de las manos, cuya versión original del cantante venezolano José Luis Rodríguez fue versionada para acompañar nada menos que a la Tricolor que asistió por primera vez a un Mundial de Fútbol, el de Italia 90.

Fallas, junto con Alfredo ‘Chino’ Moreno y otros músicos de la época la pegaron por goleada con la pieza que, tres décadas después, no ha podido ser desbancada por otros temas dedicados a la Selección Nacional. De acuerdo con William, Agárrense de las manos se convirtió en uno de los discos más vendidos en la historia del país.

Aunque con William las conversaciones se bifurcan por diversos vericuetos porque tiene mucho qué contar y lo hace en forma entusiasta, cuando habla de Agárrense de las manos hace una pausa y afirma: “Es importantísimo aclarar que el tema original era del compositor español Juan Carlos Calderón, el tema lo cantó en su momento El Puma (José Luis Rodríguez), pero ya cuando yo la versioné CBS Indica pagó por los derechos. Gracias al director de entonces, Luis Salas, yo pude hacerla, de hecho estoy en el proceso de pulir la canción y volverla a grabar 31 años después”, afirma Fallas.

Pero bueno, su carrera musical va mucho más allá del famoso tema futbolero, y se inició formalmente en 1976 cuando otro de los más grandes referentes de la época del chiqui chiqui, Luis Jákamo, tuvo la idea de conformar un grupo “refrescante” en todo sentido: no por nada se le ocurrió bautizarlo como Manantial.

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Jákamo ya había tenido exitosas experiencias previas con grupos nacionales como Bocaracá y Stop. Sus inquietudes musicales se manifestaron desde su niñez y adolescencia y más adelante Luis se convertiría en la mente maestra que conjuntó, a mediados de los 70, a los entonces “muchachillos” Tuko Sáenz, Ricardo Baby Chollette, el estadounidense Greg Richardson, Sergio Garrido y William Fallas.

Desde sus primeras presentaciones, el grupo fue un hit total. Pronto trascendieron las fronteras y llevaron su música a todo Centroamérica y a otras latitudes en el continente.

Durante más de una década, Manantial fue realizando permutas e incluyendo a otros recordadísimos músicos, entre ellos el talentoso y tan querido César Meléndez, ya fallecido.

Todas esas andanzas marcaron el camino musical de Fallas, quien en las siguientes décadas sería una figura notable de la escena musical costarricense.

La vida es corta y las experiencias vienen y van, pero hay quienes tienen el don de prolongar los recuerdos y si hay alguien experto en semejante faena, ese es William Fallas, quien al día de hoy, ya en plena reinserción en el espectáculo tras la vacunación contra la covid-19 y con todos protocolos establecidos por el Ministerio de Salud, sigue deleitando a las audiencias del ayer y también a las de hoy.

Y es que, como ocurre con el fenómeno del chiqui-chiqui, muchos integrantes de las nuevas generaciones fueron “inducidos” a temas del recuerdo que escuchaban mientras eran infantes y sus papás se solazaban con aquellos piezones a todo volumen en las salas de sus casas.

Llegaré, Cinco minutos y después, Mía y La Noche son algunas de las principales reminiscencias que en la agonía de este 2021 siguen deleitando no solo al público, sino también a William quien, hay que decirlo, mantiene incólume el tenor de su voz y por eso el viaje al pasado se vuelve casi una aventura no surrealista, sino real.

Casado desde hace 47 años con doña Mayra Campos Quesada, es padre de cuatro hijos, dos mujeres y dos hombres: Mayra, Laura, William y Benjamín, todos mayores de edad; además es abuelo de tres nietos varones (dos se llaman Gabriel y el tercero, Sebastián).

William fue seducido por la música desde que tenía ocho años de edad, posiblemente influenciado por las dotes musicales de su papá, quien era saxofonista. Sus padres, según cuenta, no estaban como muy de acuerdo en que él se dedicara a la música pero, cuando se percataron de que no había más remedio, terminaron apoyándolo.

Ya de adolescente se vinculó con el primer grupo musical de su historia, Modulación, con jóvenes integrantes de Escazú. Luego prosiguió con la orquesta Diamantes y con el grupo Mil, de Alajuela, hasta que fue fichado por Jákamo para Manantial y, años después, fundaría lo que sería su último grupo, La Nota.

Con la llegada de los años 90 la época del chiqui-chiqui quedaba enmarcada en la memoria de miles, pero no en el olvido, de manera que hasta el día de hoy son muchos los protagonistas de aquella música que siguen vigentes. Lejos de quedar en el cajón de los recuerdos, el chiqui-chiqui parece agigantarse en la nostalgia de las generaciones ochenteras y en la memoria colectiva.

William Fallas forma parte de los figurones de aquella época y es uno de los que más activos se mantiene, con presentaciones cada vez más frecuentes en las últimas semanas: no importa la hora, no importa la distancia geográfica que deba transitar, William se emperifolla como en sus mejores tiempos —sus mejores tiempos pueden ser ahorita mismo, de hecho— y se prepara con todo profesionalismo y antelación para lucirse ante su público, al que tanto ama.

Amor al arte... y más

De verdad que volver sobre estas figuras de antaño, como William Fallas, es todo un privilegio, sobre todo cuando se atestigua que, antes de un “chivo”, el intérprete se prepara con varias horas de antelación, no solo en sus ejercicios vocales y en su atuendo, bien acicalado, sino en su foco mental dirigido a ejercer su oficio con la misma energía que viene ejecutando su arte en las últimas tres o cuatro décadas.

“Vea ¡qué dicha que terminamos de hablar a tiempo, porque hoy (viernes 19) tengo una presentación en la noche en el restaurante Rancho Angelina de Ochomogo, mañana (sábado 20) me presento en la celebración de cumpleaños 80 de un señor!”, expresa con entusiasmo contagioso.

Con gran nobleza, solicita que se cite a su asistente, el técnico de sonido Carlos Solano, quién es el encargado de montar la estructura para la presentación bien y con buen tiempo. “Yo le digo Capitán, de todo le digo, es mi mano derecha y eso es importantísimo en este medio, más ahora que se están abriendo los espacios para las presentaciones. Todo tiene que salir excelente, no solo por un tema de profesionalismo, sino porque el público se lo merece más que nunca” reflexiona Fallas.

Con el arribo de la tecnología, el furor de las discomóviles y de toda la era de tecnología que se avisoraba conforme se acercaba el nuevo siglo, los grupos de tarima fueron desapareciendo o reinventándose.

En el caso de William, se las arregló al reinventarse con presentaciones personales como las que realiza hasta el día de hoy, pero en realidad basó su sostén en su otra gran pasión, la de compositor.

“Yo cuidé mucho mi salud, mi hermano cardiólogo siempre nos habló de los daños que le hacían al cuerpo el fumado y la bebida. Creo que por eso al día de hoy conservo la voz en muy buen estado y por eso canto mis canciones como lo hacía en mi mejor época”

— William Fallas, compositor y cantante

De hecho, durante las varias conversaciones que sostuvimos para esta entrevista, Fallas comentó en diversos momentos que estaba dedicado a tal o cual creación, no solo de canciones de amor (su especialidad, dice con gracia pero también con sinceridad), sino también de temas encargados por empresas o, lo que más le gusta, darle rienda a sus ocurrencias.

“Mías mías tengo casi 40 canciones, pero no solo románticas, yo veo algún fenómeno o algo gracioso y de inmediato me siento a escribir. Por ejemplo le hice un tema al ‘Chupacabras’ cuando se puso de moda esa noticia ¿se acuerda? También le inventé un tema al reggae cuando apareció en escena... o también le hice una canción a Gabelo Conejo, cuando regresó de España, que se llama Súper Conejo... en fin, a mí eso me encanta y no es un esfuerzo, es una pasión y me encanta darle rienda a mi ingenio y a la inspiración del momento”, cuenta Fallas con orgullo.

Pero no todo es miel sobre hojuelas porque, si bien en lustros pasados compuso canciones para determinados políticos, reconoce que en estos últimos años, y máxime en la coyuntura actual, no le nace pero ni un poquito escribir algo para ninguno de los postulantes actuales.

“Está todo demasiado complicado, yo honestamente estoy decepcionado, casi que agotado de ver tanta cosa... con todo lo que veo cada día voy decidiendo, cada vez más, irme quedando un poquito atrás, ir dando un paso al lado, todo está muy confuso y contaminado”, reflexiona el cantautor.

De su trayectoria agradece la amistad que sostiene al día de hoy con sus excolegas, y también todas las oportunidades que tuvo de presentarse en el extranjero y aprender sobre estudios de grabación de primera categoría. “Nos presentamos en todo Centroamérica, en Panamá y cada tres meses iba a Estados Unidos, ya fuera a Miami o a Nueva York, a aprender en estudios muy profesionales”, afirma.

En varias entrevistas anteriores, el desemparadeño ha contado con nostalgia bien manejada anécdotas que siempre recordará, como la ocasión en que, estando de gira con Manantial, tomó un taxi en Miami y mientras el conductor escuchaba una emisora cubana, de pronto el locutor irrumpió para anunciar que la canción que venía era (nada menos) que La Noche, de Manantial.

Sin embargo, hay que decirlo, William Fallas no vive, ni por asomo, del recuerdo. Ni tampoco de quejas, de hecho afirma que, aunque sabe lo terrorífica que ha sido la pandemia para Costa Rica y el mundo, él aprovechó para inspirarse y ponerse a escribir y a escribir. “Yo soy como un poeta, ahí están mis canciones pero también escribo mucho para mí, eso me llena mucho”, asegura.

Sobre su casi medio siglo de matrimonio con doña Mayra, le agradece a ella y a la vida haber tenido paciencia ante una que otra situación derivada de su trabajo y, al día de hoy, conformar una familia solidaria, con desaveniencias normales como las de todo el mundo, pero con muchísimas más afinidades que la unen. Una de ellas, supremamente evidente, es el amor por la Navidad.

Muerto de risa cuenta que “engalanaron” la vivienda con motivos navideños prácticamente a principios de noviembre. “Nos gusta a todos ¡así nos rinde más!” dice William, todo feliz, pero un tanto contrariado porque nos habían preparado un café con unas boquitas y hasta par de tamales durante la entrevista, lo que hubo que rechazar —con el dolor del alma— porque había otro trabajo urgente que realizar tras las fotos y video de la familia Fallas Campos.

Pero él, en la madurez de sus 70 años recién cumplidos el 21 de octubre, no se afana y sostiene la invitación en pie. Ni qué decir de su ilusión al invitarnos a ir a ver su show en estas semanas, que tiene ya pendientes varias contrataciones.

Proyectazos a la vista

En medio de su ajetreo por terminar de alistarse para la presentación de este viernes, William Fallas cuenta que está supremamente emocionado porque pronto su segunda hija, Laura Catalina, por fin le dará rienda suelta a su talento y a su vocación de convertirse en cantante, en principio, para hacer dúos junto con él.

Sobre el tema de la bohemia, inherente al gremio de los músicos, William cuenta que entre sus cinco hermanos (son seis en total, contándolo a él), hay uno que es cardiólogo y siempre les habló de los daños que producen en el organismo los vicios, como el licor y el fumado.

“Yo nunca tomé, no lo digo como gran ejemplo ni nada. Mis compañeros pueden dar fe de que siempre traté de mantenerme saludable, tal vez no sabían las razones pero es que los consejos de mi hermano nos calaron mucho; tal vez por eso es que a mis 70 años hoy tengo muy buena salud y también, lo sé y me lo dicen, mi voz no ha sufrido daños. Yo me siento de 70 y eso se lo agradezco a la vida, pero también puedo ‘rajar’ (risas) de que canto como un güila de 30″, bromea.

Y bueno, su otro gran proyecto para el 2022 es radicarse en Playa Agujas (Quebrada Ganado, frente a Punta Leona), en una propiedad que tiene desde hace 32 años y en la que vacaciona con frecuencia. “Ahora queremos hacer a la inversa: hacer la casita un poco más grande pero irnos a vivir allá, quiero sembrar matas, vegetales... disfrutar el mar, a Mayra y a mí nos encanta la playa, el calor... además hay muchos hoteles alrededor donde puedo seguir haciendo mis shows, lógico tendríamos nuestra casita de siempre aquí en Desampa, pero ya va siendo hora de que nos demos ese gustico con el que hemos soñado toda la vida”, dice William mientras termina de “chainearse” para su presentación, enmarcada en una tarde de viernes con un verano navideño que, a no dudarlo, no hizo más que reforzarle su permanente emoción por los pequeños grandes detalles de la vida.