José Luis Durán y la historia que usted no conocía sobre el Spider-Man mexicano

En una oportunidad de oro, el dibujante de cómics obtuvo la licencia de Marvel para crear sus propias historias de Peter Parker. Su trabajo es un viaje a una sociedad que aprendió a leer con el amigo arácnido

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José Luis Durán utiliza una frase redonda para resumir lo que ha sido su carrera artística: “Mi novia de toda la vida ha sido la historieta de Spider-Man”.

Lo dice y suelta una risotada, como una pequeña broma que soltaría un veinteañero, con la excepción de que su cuerpo ya registra 89 calendarios. Aún así, no lo parece; don José Luis se mira enérgico en la pantalla de la computadora. Desde su natal Toluca, mueve los brazos, no para de hablar ni de sonreír.

“Es que yo estoy muy agradecido con la vida ahora”, dice el ilustrador mexicano. “Yo ya no oigo ni veo bien, además me cuesta caminar un poco, pero me siento pleno porque ahora recibo mucho mucho calor de la gente”.

La razón del cariño no es menor: don Pepe, como muchos lo conocen, es el responsable del “spider-man mexicano”, como se le dice popularmente.

En un cruce inesperado de eventos, para comienzos de los años 70 la compañía Marvel le dio licencia oficial a la editorial mexicana La Prensa para realizar sus propias historias del amigo arácnido. En la gran editorial, había un muchacho con muchas ganas que estaba esperando su oportunidad de oro para convertirse en diseñador. Era un aprendiz con mucho talento y, cuando apareció la oportunidad, la gerencia de la empresa decidió señalarlo: José Luis Durán, en conjunto con el escritor Raúl Martínez, se convertiría en leyenda al ser el artífice de las historietas latinas de Peter Parker.

“Cuando llegaron a decirme que me daban la oportunidad de la Marvel me sorprendió, porque no solo yo trabajaba ahí. Había grandes maestros y colaboradores y yo solo era un ayudante. Por supuesto que lo asumí con responsabilidad, pero yo pensaba que podía ser un trabajo más de tantos. No imaginé que, 52 años después, fuera a tener tamaña trascendencia”.

Justamente, esos 52 años lo han convertido en el padre de Peter Parker. Su vida no se puede entender sin la presencia del hombre arácnido, lo cual asume como un privilegio.

“Para mí el Hombre Araña es como casi un hermano”, dice entre risas. “Yo soy de la familia Parker o él es de la familia Durán. De lo que sí estoy seguro es que estaremos unidos hasta que la muerte nos separe”.

Don Pepe, como le dicen de cariño, visitó Costa Rica para la realización del primer Cómic-Con Costa Rica. Para él, la esperada reunión es la excusa perfecta para abrir su baúl de historias y disfrutar de lo que más le gusta.

Vida excepcional

Cuando entra en su cápsula del tiempo mental, don Pepe se sorprende. “No sé cómo logré dibujar un superhéroe”, admite. Lo dice porque estaba habituado a diseñar relatos tradicionales de la historieta mexicana; dibujar personas en situaciones cotidianas. Nada que incluyera epicidad a escala Marvel.

“Era un reto, así que traté de hacerlo lo mejor posible dentro de mis capacidades”, cuenta, sin salir de su asombro por todo lo sucedido.

Sobre cómo llegó ese chance, don José Luis tiene una teoría que le ha tomado fuerza con el paso de los años. Fue particular que Marvel cediera su libertad creativa a esta editorial, ya que en La Prensa se podían publicar historias originales de Peter Parker.

La razón que encuentra Durán para la decisión tomada es una sola: la plata. En Estados Unidos las publicaciones del Hombre Araña se realizaban mensualmente, mientras que en México eran quincenales. Esto permitiría que, con un mercado tan amplio como el mexicano, resultara una inversión muy rentable.

Y es que, para aquel momento —mediados del siglo XX— México gozaba de su época dorada en la industria editorial. Era habitual que las historietas se multiplicaran en las calles. Todo el mundo andaba de arriba para abajo con sus aventuras ilustradas.

“Yo estoy ligado desde los 7 años a las historietas. Era material impreso en los periódicos y en mi casa le decíamos ‘muñequitos’ o ‘monitos’. Con el tiempo nos fuimos dando cuenta que se llamaba historieta”, recuerda don Pepe sobre su infancia.

—¿Cuál fue la primera historieta que lo enamoró?

—Un día mi padrino llegó a la casa y me dijo: ‘te traigo esto, Pepín’. Me emocionó demasiado, más porque la primera historieta que tuve era de un dibujante mexicano llamado Leopoldo Salas. Era de un personaje vaquero que se llamaba “el águila roja”. Luego supe que todos aquellos fueron pioneros.

—¿Desde entonces quiso dedicarse a esto?

—Era mi ilusión y mi sueño. Desde luego ha habido muchos pioneros mexicanos y muy buenos dibujantes, entonces creí que podía perseguir mi deseo. Además pasó algo muy interesante: la historieta en México se diversificó para que la gente aprendiera a leer. El analfabetismo era muy grande y la historieta fue un vehículo importante para que la gente aprendiera a leer. No solo nació para divertir, sino que se fue diversificando.

Las breves historietas que le llevaba su padrino, de repente, eran el pan de cada día de todos los vecinos de su barrio en Toluca. Aparte de las publicaciones dominicales, salieron revistas especializadas en cómics. El mercado mexicano le dio una gran recibida, lo que propició la institucionalización de la industria editorial en ese país.

“Sin embargo, no faltó quienes criticaran a la historieta como algo basura, algo barato y se convirtió en algo que en ciertos círculos era repudiado y rechazado. Aún así, con el paso del tiempo, el arraigo que le tuvo la gente a la historieta le dio su lugar”, rememora el señor.

Según sus propias investigaciones, don José Luis señala el año 1908 como el comienzo de la historieta mexicana. Para él, es un completo logro que en el 2008, aunque escaseaba, aún la llama estaba encendida.

“Para mí, es una gran felicidad que la historieta mexicana cumpliera 100 años. Inmediatamente terminó y siento que terminó también conmigo, pero lograr rebasar el centenario quiere decir que tuvo una vigencia muy importante”, destacó.

—¿Qué ofrece la historieta que provoca tanto júbilo al recordar ese centenario?

—Es que la historieta nació para el pueblo— responde de inmediato don José Luis, como si tuviera la respuesta memorizada—. Nació para quienes no tenían acceso a la compra de libros. Los libros son caros y no todos teníamos esa oportunidad, así que apareció esta oferta para entretener, divertir y que la gente que tuviera algo que leer al alcance de su mano por diez centavos, o por sesenta centavos adquirir una revista.

De los números creados por don José Luis, aparecieron villanos que el gran público marvelita desconozca: nombres como el Hombre de Hierro (quien curiosamente no es Iron Man), el Puercoespín y el Hombre Gigante eran algunos de los contrincantes a la mexicana que debía enfrentar Peter Parker.

Y aunque hoy sean más un recuerdo, estos nombres significaron la ventana del cómic para mercados ubicados en Sudamérica. No es de extrañarse que estos números ilustrados por don Pepe, en español y con historias fuera del círculo estadounidense, cuesten de $300 a $1.500, aún sin la firma de su autor.

En total, fueron poco más de cuarenta ediciones que se publicaron entre 1972 y 1973, en tiempos en que no se imaginaba que Peter sería un ícono pop.

Spider-Man es el héroe más humano. Todos llevamos dentro algo de superhéroe, algo de heroísmo que a lo mejor lo vemos reflejado en Peter Parker”.

— José Luis Durán, ilustrador

—¿Por qué cree usted que nació el culto por el personaje?

—En Estados Unidos son creadores de una magia que resulta atractiva, de manera generalizada, para fans de historietas. Cuando nació el Hombre Araña supusimos que era uno más dentro de la galería, sin embargo ha tenido una destacada actuación durante ya setenta años. Es el héroe más humano, a mi parecer. Todos llevamos dentro algo de superhéroe, algo de heroísmo que a lo mejor lo vemos reflejado en Peter Parker. Esa es la emoción que yo sentí al momento de estar dibujándolo. Cuando una historieta se convierte en realidad es porque se ha hecho un buen trabajo. Yo espero haber contribuido de alguna manera a generar experiencias muy lindas.

—¿Qué hace buena a una historieta?

—Desde mi punto de vista, como realizador gráfico, descubrí que para poder llegarle al público uno debe vivir la historieta. La emoción que uno le imprime al dibujo es porque uno mismo la está viviendo. Cuando se llega y cree en realidad la historia que uno dibuja, todo es distinto. Creo que si un personaje trasciende es porque quien lo creó se sintió en total contacto con lo que escribía o recreaba.

—Tras tantos años en la carretera, ¿cuál anécdota especial guarda del mundo de los cómics?

—A algunos de los maestros, sobre todo de pioneros de la historieta mexicana, tuve la oportunidad de conocerlos y de trabajar en la misma empresa con ellos. Eso considero que es importante. Me hizo feliz porque yo desde niño quise conocerlos y que me felicitaran por mi trabajo es una cosa muy difícil de creer. En este momento de mi vida me siento muy agradecido.

—Por curiosidad, ¿le gustan las películas de Spider-Man?

—¡Sí!— dice con una gran sonrisa—. Hay una gran diferencia, por supuesto, porque de alguna manera han mejorado la imagen del personaje. Desde luego que la película tiene que tener un cambio visual muy grande, sobre todo para darle ese movimiento tan increíble de verlo subir rascacielos. Realmente encantan. Recuerdo que en los ochenta vi dos películas que, de acuerdo a la época, estaban bien realizadas. Todo ha mejorado. Los dos medios, la imagen de cine y la imagen dibujada, parecen llevarse muy bien.

“Creo que las películas de acción le van muy bien al personaje del Hombre Araña, especialmente porque me han hecho permanecer vigente”, agrega.

Sobre ser uno de los últimos caudillos mexicanos de esta industria, para don José Luis es motivo de orgullo. Considera que era algo que parecía ser inevitable y, más bien, interpreta que atestiguar el cierre de esa edad dorada fue un privilegio.

¿Cuáles razones hubo detrás de que las editoriales dejaran de lado la producción de cómics? Si tuviera que suponer, don Pepe señala que el costo del papel hizo que La Prensa suspendiera todas esas publicaciones. También, la eclosión tecnológica trajo nuevas ofertas de cómics y la inserción del animé en los ochenta en occidente hizo que, paulatinamente, los mangas relevaran la historieta tradicional. . “Los de mi edad empezaron a perderse como lectores”, asegura.

—Pero nadie le quita lo que hizo y ahora es toda una figura para eventos como el Cómic-Con...

—¡Claro! Por eso me siento muy agradecido.

—¿Cómo se siente venir a Costa Rica para el Cómic Con?

—Pues creo que mi problema es mi edad. Son 90 primaveras. Imagínese ya cuánto pesan tantos años, pero ir a Costa Rica es un sueño. Me ha tocado una oportunidad bonita, porque a la gente que le gusta mi trabajo lo adquiere y creo que eso no es fácil de conseguir, sobre todo para el dibujante mexicano. Yo estoy vigente gracias a ustedes, los fnáticos”.

—Por dicha son tiempos en que ser geek es ser cool, ser buena onda...

—No sabe lo emocionante que es para mí este momento. Saber que hay gente que les gusta este medio. La historieta es arte. Lo digo sin temores y con una sonrisa: la historieta tiene el mismo poder que puede tener el mejor cuadro de Leonardo Da Vinci.