Colegio extrema las medidas de seguridad por crimen de alumno en San Sebastián

MEP insiste en posponer lecciones presenciales en centro académico; Policía dice tener frenados a grupos narco

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La balacera que dejó un colegial de 14 años muerto, con diez tiros, y otras personas heridas en La Carbonera, en Paso Ancho de San Sebastián, San José, provocó que la secundaria a la que asistía el joven pospusiera las clases presenciales.

Hilda María González, directora regional del Ministerio de Educación Pública (MEP) en San José centro, dijo que el cierre pretende velar por la integridad de los estudiantes y del personal docente y administrativo del Colegio Ricardo Fernández Guardia, al afirmar que después de aquel tiroteo hubo otros.

Rándall Picado, director regional de la Fuerza Pública, respeta la medida del MEP, pero no la comparte, pues el crimen del muchacho ocurrió a más de un kilómetro y medio del colegio y avanzada la noche, el pasado 24 de febrero.

La reacción de posponer por un mes las clases presenciales, a juicio de Picado, obedece más al temor que a lo que en realidad ocurre.

Afirma que en esa parte de San José han bajado los homicidios y los delitos contra la propiedad, pues la Policía tiene identificadas y refrenadas a las organizaciones narcotraficantes de la zona.

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De hecho, la noche del homicidio rápidamente dieron con cuatro sospechosos en un carro, a los que el Juzgado dictó seis meses de prisión preventiva y están a la espera de ser procesados judicialmente, confirmó la Fiscalía.

La Carbonera está al sur de la plaza de fútbol de Paso Ancho y colinda con el río Tiribí. En la barriada los locales comerciales están protegidos con portones, de modo que los dueños deciden si permiten el acceso o no.

La mayoría de casas, muy unidas entre sí, son de cemento y algunas de dos plantas. Hay varios talleres y pocos espacios para recreación.

Hay diferentes accesos y rápida comunicación con otros barrios colindantes como López Mateos, Arboleda, Bengala y el centro de Paso Ancho. A todos se llega por calles pavimentadas, algunas de ellas demarcadas y otras no.

El jueves pasado, cuando La Nación hizo un recorrido por la zona, varios vendedores pasaban por las calles con megáfonos ofreciendo, frutas, huevos y otros productos.

Eso sí, ningún vecino habla con extraños y mucho menos de lo ocurrido a finales del mes pasado, pues hay temor a represalias. Desde que ocurrió el crimen, hay una fuerte presencia policial.

Randall Picado más bien procura no estigmatizar al barrio y asegura que en muchas partes del país ocurren balaceras cerca de centros educativos y eso no ha implicado el cierre de las clases presenciales.

Por ejemplo, el pasado martes en la madrugada, Dinia Arguedas, vigilante del Colegio Técnico Profesional de San Rafael, Alajuela, fue baleada en un asalto dentro de las instalaciones. La mujer, de 49 años, se recupera en su casa, mientras en el colegio las clases siguieron como de costumbre.

De igual manera, el jefe policial dijo que habrá que esperar la investigación del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), para ver si la muerte del menor fue colateral o si realmente iban por él.

Hilda González indicó que no se puede referir al tema específico del colegial fallecido, por ser un caso en investigación, pero sostiene que la situación se mantiene “un poco convulsa” y por eso continuarán con la suspensión de las lecciones presenciales, aunque el curso lectivo sigue de manera virtual.

“En el contexto en que estamos, por haber fallecido un estudiante y otras situaciones que yo no puedo expresar, porque de verdad no puedo expresar, es un peligro. La decisión se toma con el criterio de la Fuerza Pública y nos vemos en esa necesidad de no recibir a los estudiantes”, sostuvo.

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Un equipo conformado por las directoras de derechos estudiantiles, vida estudiantil y desarrollo organizacional, trabaja junto con la dirección regional y el director del centro educativo en el análisis de lo que acontece.

“Cuando se da una situación de pandillas, eso se podría salir de control, por el peligro que corren los estudiantes”, puntualizó.

Concurrido colegio

De acuerdo con Lenín Alvarado, director del colegio, ese centro educativo tiene 1.315 estudiantes y unos 110 funcionarios entre docentes y administrativos.

Se fundó hace 50 años (1971) y recibe estudiantes de las ciudadelas Quince de Setiembre, Aguantafilo, Cristo Rey, Desamparados, San Sebastián, López Mateos, Hatillo y otras.

Está en Colonia Kennedy, distrito de San Sebastián, tiene una alta tapia perimetral de cemento y personal de seguridad.

El director afirmó que la decisión para volver a recibir estudiantes, se tomará a su debido tiempo, de acuerdo con las recomendaciones que hagan las autoridades.

“Lo importante es que se está trabajando, estamos haciendo lo posible para que el estudiante reciba adecuadamente sus clases desde la virtualidad. El enlace con los padres de familia ha sido permanente”, acotó.

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Por su parte, Víctor Hugo Vargas Soto, comerciante de un minisúper cerca del colegio, dice que desde hace mucho no escucha tiroteos y no siente que la zona sea insegura. A su juicio, la presencialidad hace mucha falta, porque no es lo mismo para un estudiante aprender de forma virtual.

Igual criterio expresó Lilliana Sánchez, otra vecina de San Sebastián, quien tiene un hijo en ese colegio. Para ella lo ocurrido con la muerte del menor fue algo que nadie esperaba.

Afirma que aunque las clases no sean como antes, cuando todos los alumnos iban de 7 a. m. a 4 p. m., deberían abrirse presencialmente, aunque sea de forma alterna. Añadió que en los años que tiene su hijo de estar ahí, nunca ha visto hechos violentos.

Cindy Palma, madre de otro colegial, sabe que es preocupante lo ocurrido, pero alega que fue en otra parte.

“Inseguridad hay en todo lado y en todo momento. Nada nos garantiza que dentro de un mes cuando reabran la presencialidad, no vaya a pasar algo como lo que le pasó a ese chico”, dijo.

Mientras tanto, en La Carbonera de Paso Ancho, que está al otro lado (sur) de la Circunvalación, y que fue donde ocurrió el asesinato, algunos vecinos que prefirieron no identificarse, afirmaron que las balaceras son constantes y que en estos días han mermado por la fuerte presencia policial, a raíz del homicidio ocurrido.

“Ya estoy vieja, pero todavía no quiero morirme a causa de una represalia”, razonó una vecina al negarse a dar su nombre, pero reconoció que ahí se escuchan tiroteos frecuentes, lo mismo que el barrio Santa Rosa, que está a escasos 400 metros de donde ocurrió el asesinato.