Familias de madres asesinadas alzan la voz ante temor a impunidad

Hace más de siete meses una de las muchachas fue ultimada en Los Guido y en junio otra apareció sin vida en un río de Pérez Zeledón. Ambas sufrían adicción a drogas, afirman familiares

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Alison García Varela era una joven de 19 años, vecina de Los Guido, en Desamparados. Desde hace siete meses, cuando la asesinaron, su hijo de cuatro años vive con la abuelita materna, a quien con frecuencia le pregunta por su mamá.

El 6 de diciembre del 2020 el cuerpo de Alison apareció en un lote baldío y desde entonces la familia clama por una respuesta judicial, para que su caso no muera en la impunidad.

Una situación similar viven los allegados de Priscila Valverde Mora, de 27 años y mamá de tres menores. Ella fue encontrada muerta el 24 de junio pasado en Pérez Zeledón, estaba a orillas del río General y tenía un fuerte golpe en la cabeza. De su posible homicida tampoco hay pistas.

Al igual que Alison, Priscila tenía problemas de adicción a las drogas, según afirman sus parientes.

Las familias de ambas piden a las autoridades judiciales que los casos se investiguen a fondo y que, pese al entorno de drogadicción en que ocurrieron, persistan en obtener las pruebas para que los responsables rindan cuentas ante la ley.

A Alison García la vieron con vida por última vez a finales de noviembre del año pasado, cuando salió de su casa vistiendo un short y una blusa gris.

Cuando por fin la encontraron, ese 6 de diciembre, estaba semidesnuda, con una manguera en el hombro izquierdo y de la cintura para abajo cubierta con una bolsa plástica. Parte de la cabeza y su cabello evidenciaban que intentaron quemarla.

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Shirley Varela, tía de la muchacha, no se explica cómo, siete meses después, ni siquiera les han revelado los resultados de la autopsia y tampoco hay detenidos, aunque la familia tiene sospechas de que un vendedor de drogas del sector 6 de Los Guido la habría ultimado.

Lo anterior, porque un video lo captó ingresando con ella al lote donde luego apareció el cuerpo. Llevaba una botella de ron que apareció vacía, cerca del cadáver.

“Han llevado al hombre a declarar y él admite que entró con ella, pero le dice a los agentes que al salir de ahí la dejó con vida. Mi hermana pasa por depresiones fuertes desde que falleció Alison”, dijo Shirley.

David Corrales, jefe de la Sección de Homicidios del OIJ informó recientemente de que el caso sigue en investigación y no pueden brindar detalles.

En asesinatos como este, cuando el sospechoso es una persona relacionada con drogas, otras personas que podrían aportar detalles, prefieren no declarar.

“Por miedo nadie quiere declarar y el hombre anda para arriba y para abajo. Él era conocido de mi sobrina, pero casi no se relacionaban”, relató la tía.

Admite que a su sobrina le gustaba fumar marihuana. Sin embargo, ella tenía su casa, sus padres y cuatro hermanos que le ayudaban para que dejara su adicción.

Pese a la insistencia de la madre ante las autoridades judiciales, aún le dicen que no están claras las causas de muerte, porque para el momento del hallazgo, el cuerpo estaba en proceso de descomposición.

Tampoco han recibido informes de los resultados de laboratorio realizados a sus prendas de vestir, que estaban cerca del cuerpo y con rastros de sangre.

Unos tatuajes de rosas que tenía Alison en una pierna, permitieron a la familia reconocerla.

En torno a su sobrina, recordó que era la cuarta de cinco hermanos, una muchacha sencilla e ingenua, que solo se dedicaba al niño. El papá de Alison le ayudaba económicamente, aunque está separado de su esposa y vivía aparte.

Cuando fue hallada sin vida tenía varios días sin llegar a la casa, en barrio Las Mandarinas de Los Guido.

Aunque la familia llevaba días buscándola, no interpusieron denuncia por su desaparición ante el OIJ porque en otras ocasiones su madre había tenido que irla a buscar a casa de amigas, pues a veces no le avisaba dónde estaba.

Antes de cumplir los 15 años, Alison quedó embarazada y dos años antes de que la mataran ya sufría problemas de drogas.

Ese diciembre, cuando apareció muerta, no solo su vida fue truncada. Alison dejó sin terminar sus estudios de primaria, pero soñaba con ser chef, porque le gustaba mucho cocinar.

“El chiquito está con mi hermana y ha sido, en parte, su consuelo en medio de tanta tristeza. Ya cumplió cinco años”, relató Shirley.

Un duelo a su manera

Regularmente Verónica Varela, madre de Alison, lleva flores al sitio donde encontraron a su hija, en calle Madrigal de San Miguel, en Desamparados; porque los restos reposan en Moravia y le queda muy lejos ir a su tumba.

Afirma que en ese lugar reza y de esa forma haya consuelo.

“Aquí es donde me refugio. Cuando yo vengo aquí siento que estoy viendo a mi hija, que le hablo, que ella está conmigo”, dijo la señora de 47 años.

Ahí puso una cruz pequeña y unas flores blancas y amarillas. Asegura que no dejará de visitar ese sitio hasta que a Alison le hagan justicia”.

“Yo imagino que ella cuando estaba aquí, muriendo, me gritaba mamá ayúdeme”, puntualizó.

Al referirse al sospechoso del asesinato, dice que el hombre tenía una colchoneta lista en una especie de cueva cercana. también una manguera con la que la jaló de los brazos. “Tenía todo listo, porque seguro ya andaba buscándola”, afirma.

“Son casi ocho meses de esperar y nada hay resuelto sobre mi chiquita. He visto otros casos de hombres despiadados que matan a mujeres y están resueltos, pero el de mi hija lo han dejado así”, lamentó Verónica Varela.

Afirma que cada vez que su nietito le pregunta por ella, revive el gran dolor de su precoz partida.

“Les he rogado que me ayuden. Les suplico que se pongan la mano en el corazón si ellos tienen familia. Que hagan conciencia y me ayuden”.

Drama a la orilla del río

A Priscila Valverde Mora, de 27 años, la encontraron sin vida en junio pasado, en el cauce del río San Isidro, detrás de la Dirección Regional del Ministerio de Educación Pública en barrio Las Américas, Pérez Zeledón.

Un golpe de objeto contuso en la cabeza hace presumir al OIJ que la mataron, pero el resultado de la autopsia aún está pendiente.

El cuerpo yacía en la orilla que colinda con un predio frecuentado por consumidores de drogas, actividad en la que también ella había caído desde años atrás con alcohol y marihuana, pero desde octubre del 2020 comenzó con el crack, que es más adictivo.

Así lo explicó Emiley Mora García, de 59 años, madre de la víctima, quien labora de lunes a sábado vendiendo prendas de vestir en una acera, frente a la tienda Ekono, en San Isidro.

Afirma que la última vez que vio a su hija con vida fue el miércoles 23 de junio. “Ella llegó con mucha ansiedad a mi casa, le dimos de comer, después se despidió y se fue.

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“Me hace mucha falta. Aunque estaba en drogas, es un ser humano, como todos”, dijo muy dolida.

Aunque no hay sospechosos del crimen, la mamá tiene sospechas de que sujetos allegados a su hija la habrían ultimado, “quizás por ciertas envidias”.

Priscila era la penúltima de siete hermanos. Estudió hasta tercer año de secundaria y era madre de una niña que este mes cumple 11 años, un varón, de 8 y el menor, de 5 años.

Como madre, dijo que esperaba ver a Priscila salir de las drogas y dedicarse a sus hijos, pero no llegó ese tiempo. “Cuando no estaba bajo efecto de las drogas, era muy amorosa”, recordó la señora.

La niña ahora vive con una tía, mientras que sus hermanos están sobrellevando juntos el duelo con el padre del más pequeño. Este último ya vivía con su papá desde hace dos años, en Sabanilla de Montes de Oca.

El Patronato Nacional de la Infancia informó desde enero del 2021 que a los tres se les brinda un proceso especial de protección o acciones psicosociales, para garantizar su integridad.

Una mujer valiente

Para sobrellevar el duelo, doña Emeley no deja de trabajar. Además de su puesto de ropa, desde desde hace año y medio ayuda a la Fundación PZ se baña, repartiéndoles comida a personas en condición de calle.

Incluso le ha tocado atender a varios allegados a su hija, entre quienes podrían estar los homicidas. “A veces le pido a mis compañeros que los atiendan ellos, para evitar una reacción fea”, dijo.

Pese a todo, los martes, jueves, viernes y domingos ella presta colaboración a la Fundación en su ayuda social. Justamente esa organización la apoyó con los gastos del funeral.

Según Maureen Mata, de la Fundación PZ se baña, en el funeral vieron a Emiley abatida de dolor y tristeza, tanto que acabó en emergencias médicas del hospital. “Casi se nos va ella también”, afirmó.

Su sorpresa fue que a los tres días del funeral, llegó a la Fundación para ayudarles de nuevo a servir alimentos a las personas en condición de calle.

“Quizás le ha dado de comer al que le arrebató la vida a Priscila, o quizá uno de estos días lo tenga que ver cara a cara. Doña Emiley está hecha de algo sobrenatural”, dijo Maureen, quien la conoce desde hace varios años.

Colaboró el corresponsal Mario Cordero.