La otra cara de El Bananero: una entrevista sobre familia, depresión y fanatismo

Tras la retrospectiva publicada en 'Revista Dominical’, el humorista Adrián Narío conversa de manera relajada sobre el lado poco imaginado de su historia. Sin ser autocompasivo, habla sin tapujos sobre los períodos grises de una vida de risas en la web.

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Al igual que en sus videos de El Bananero, Adrián Narío tira un cigarro al aire y lo atrapa con su boca. Lo prende, relaja sus músculos y me cuenta que anoche estuvo viendo una serie de Netflix llamada The Politician.

Adrián me contactó un día antes de nuestra conversación. Su mensaje decía: 'Aloja Jorge! Acabo de ver la tremenda nota que hicistes y te busqué", en referencia a la publicación que escribí en octubre en la Revista Dominical sobre sus diez años de sostener un canal en YouTube, texto que Adrián recibió con felicidad al punto de ofrecerme una entrevista por videollamada.

Así que ahí está Adrián en la pantalla, El Bananero, la leyenda de YouTube que se popularizó gracias a sus incorrectas parodias de películas hollywoodenses y chistes que no respetan a nadie (ni a sí mismo). Nacido en Nueva Jersey, criado en Uruguay y radicado en Miami, Narío es una de las figuras más conocidas del humor en línea en Latinoamérica. Sus videos han divertido y ofendido por igual.

En la pantalla, Adrián me realiza una visita guiada por su casa: me enseña la muñeca inflable que utiliza en sus vídeos, así como las guitarras que toca para sus jingles irreverentes como La balada de Navidad de El Bananero.

Todo lo hace con gracia, con una humildad ajena a la de alguien que recibe más de un millón de visitas por cada uno de sus vídeos en YouTube. Su carrera y estilo, que ha logrado resistirse al paso del tiempo, fue la excusa para abordar cómo Adrián vio nacer al personaje que le esculpió su vida.

–Cuando comenzaste, hacías vídeos en una época menos políticamente correcta. ¿Cómo es ahora sentarse frente a la computadora y pensar en lo que vas a realizar?

–Justo ahora (comienzos de octubre) estoy haciendo un vídeo llamado El Bananero vs Greta Thunberg y tengo que buscar el balance justo entre un chiste gracioso y no ofender en demasía a nadie. Obviamente quienes están con la cultura de cancelación se ofenden por cualquier cosa... Yo puedo ser muchísimo más ofensivo, pero si me bajan el video a la mierda el esfuerzo de la producción, se convierte en algo inútil. Cuando empecé todo me chupaba tres huevos. Aparecían pijas, yo cagando, cosas súper homofóbicas sin sentido... Era diferente. Ahora, cuando yo digo trolazo, por ejemplo, no me refiero a alguien homosexual sino al que actúa como una puta: el que se ofende y el que es delicado. No tiene que ver con su orientación sexual. Iván el trolazo obviamente es homosexual, pero ahí lo que quería era sacar un chiste.

–Imagino que con tus amigos es muy sencillo de explicar, ¿pero cómo ha sido con tu familia?

–Apoyo total. Mi madre me dice “ay, qué bueno estuvo ese vídeo”. A ella le gusta cuando yo aparezco bailando o haciendo el ridículo porque cuando de chico yo era muy introvertido y avergonzado. Ahora ella ve otra faceta de mí. Mi padre me dio todo el apoyo del mundo. Él se jactaba de ser el padre del Bananero cuando iba a los bares. Hizo que grabara vídeos diciendo “sape” y la gente decía: “mirá, ahí está el Bananero con su padre”.

–¿Y cómo es la vida en tu barrio? ¿Tus vecinos saben que al lado vive el Bananero?

–Yo tengo como un escudo protector por vivir en Miami, ya que la mayoría de mi público radica en Latinoamérica, pero vivo en una parte donde hay mucho tráfico de argentinos y uruguayos y la gente reconoce la fachada de mi casa porque la he puesto en vídeos. Una vez por semana escucho bocinazos y me gritan: ‘gordo puto, la concha de tu madre’ o me dan portazos a cualquier hora y sale alguien gritando '¡es el Bananero!’. También me ha asustado porque una vez en la madrugada vi unas sombras que me gritaban “salí gordo puto”. Pensé que alguien quería venir a romperme todo y vi que era un fan. Me he llevado un par de cagazos, pero es culpa mía por haber expuesto mi casa.

–En tus shows en vivo la gente te grita eso mismo… Acá en Costa Rica la gente estaba feliz de pagar el show para gritarte 'puto’...

–Exacto. Soy una bolsa de boxeo de groserías y eso es una gasolina que me alimenta. En los shows en que la gente se comportó educadamente fueron los peores porque no me podía soltar. Yo prefiero entrar y que me griten ‘gordo sidoso, hijo de mil putas’ porque sé que estoy con mi público. Estas personas pueden ser de la peor calaña, pero son igual que los fanáticos del heavy metal: son súper fieles. Se saben los textos de mis vídeos mejor que yo. A veces me equivoco en una parte y me corrigen.

"En otros casos me putean tanto que no puedo hablar y tengo que trolearlos. En México había un muchacho con la novia y no paraba de decirme 'gordo de mierda’. Yo le dije: ‘este gordo de mierda se va a coger a tu novia después del show’. Él se puso malísimo y me miraba con cara de odio y le dije: ‘sacá esa cara de culo, no me voy a coger a tu novia... Me voy a coger a tu madre’ y todo el mundo estalló. Lo maté.

–¿Alguna vez has sentido que algún fan ha pasado el límite?

–A veces pasa. No tanto con el público porque yo sé lo que me puedo esperar. Es gente que está muy excitada. He estado rodeado de otakus, adolescentes con olor a culo y sobaco... Yo sé en lo que me metí. Lo que a veces es incómodo es con el personal de los eventos quienes también son seguidores. A veces no me dejan comer y me gritan cosas. Pasó un par de veces que me tiré un rato a dormir y cuando me desperté habían unos tipos filmándome para sus blogs. Yo les dije “te voy a cagar a patadas el culo” porque eso no está bien. Ese es mi espacio personal. Piensan que soy solo el personaje, pero yo soy Adrián. La gente se tiene que dar cuenta que no soy el Bananero todo el tiempo.

–E imagino que con los shows se desató...

–Los shows eran algo que no hacia y empecé a hacer porque estaba sin creatividad para el Bananero, estaba pasando un momento depresivo de mi vida. Utilicé las giras para hacer algo con mi vida. Gracias a eso salí de un pozo anímico porque mi padre agarró cáncer y eso me pegó. Estaba muy sensible y caí en depresión, incluso dejé de hacer vídeos por un tiempo. Empecé a tomar y drogarme mucho...

–¿Cómo te ayudaron los shows en esa etapa?

Las giras me hicieron conocer otros países de Latinoamérica y Europa. Fue lo mejor que me pudo pasar en esos años. Después me puse de novia y me ayudó mucho a estar más estable en mi cabeza. Aquí en Miami hay mucha joda, mucha gente que es la noche, entonces no tenía la combinación correcta de cosas. Ahora puedo decir que me encuentro en un lugar mucho mejor y feliz.

–Ahora que trabajás para una productora, ¿cómo hacés para que el trabajo no te resulte abrumador?

–Ahora hago cosas esporádicas para la productora porque quiero dedicarme en un 100′% al Bananero. Estoy trabajando en un app y soy más activo porque puedo hacer un vídeo por semana. Espero poder vivir del Bananero y estoy en ese período de prueba. Por ahora es complicado porque no me quieren monetizar ni un puto vídeo y uno de cada diez publicaciones en redes sociales me la bajan. Por eso recurro a una app y un sitio web independiente, para no preocuparme por esta cultura que es tan sensible.

"No hay un parámetro en esta cultura, pero al menos parece ir en ascenso. Algo que suena firme como las luchas contra la intolerancia al género y al sexo son buenas, pero luego aparecen grupos de idiotas que lo reducen a que alguien los trató mal en una cena. Son movimientos que llegan desvirtuados a las terceras generaciones. Espero que lleguemos a un equilibro.

–Siento justamente que muchos de quienes están cansados de esa corrección política encuentran refugio en tus vídeos...

–Creo que es por ese motivo que sigo siendo relevante a esta altura. Yo seguiría haciendo vídeos aunque tenga pocas vistas, pero me costaría. Saber que cada vídeo llega mínimo al millón de vistas me dice que hay un público.

"Muchos crecen y dicen que el Bananero ya no es gracioso. Yo sigo haciendo la misma mierda de hace 15 años; el tema es que la gente cambia. Yo puedo decir ‘pija culo teta’, pero obvio hay un recambio generacional y a algunos de ellos sí les interesa mi humor.

–¿Cuál ha sido el mejor momento del Bananero en todos estos años?

–Creo que la época dorada fue por ahí del 2007, 2008... Yo empecé a subir vídeos a YouTube, no porque fuera youtuber, sino porque el hosting de mi sitio web no alcanzaba y si ponía los vídeos se caía mi página. Fue un tema de banda ancha porque mi servidor no aguantaba 50 mil visitas diarias. Yo tampoco tenía entrada de plata y apenas podía pagar $20 para sostener el sitio. Nunca pensé que eso iba a convertirse en algo. Se rompió el molde con el vídeo de Harry Potter que alcanzó 40 millones de vistas en el canal. Aproveché y puse anuncios de Google en mi página, pero a los diez días me lo sacaron por el tema del contenido.

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–¿Cómo surgieron las frases que dice El Bananero?

–El “sape”, el “más bien, loquita”... Todas esas eran frases de mi grupo de amigos en la banda Once Tiros. El “sape” era algo que decíamos todos los días. El “estás como loquita” era una frase de un panadero. El panadero caía a la grabación diciendo eso y lo apropié para mis vídeos. Pasé de tener una sala de grabación con ellos a venir a Estados Unidos a estar solo sin amigos. Esa fue mi mochila de recuerdos de esa época. La utilicé para vivir el momento.

–Pareciera que los límites entre Adrián y el Bananero se borran, ¿cómo separás a tu personaje?

–Debo reconocer que me gustaría ser el Bananero, pero no lo soy porque no tendría el recibimiento que tengo adonde voy, donde la gente se me puede acercar. Yo voy a una cena de unos amigos y me gusta charlar sobre cine, política... Si el Bananero fuera a esa misma cena gritaría ‘sape’, ‘¿dónde está la cerveza?’, ‘quiero papita, lokita’... No sería la misma cosa porque el Bananero no podría encajar.

"El Bananero es Adrián sin ningún tapujo de vergüenza ni de valores morales. Sin todo ese don de ubicuidad, sin lograr comportarse en el lugar donde está. El Bananero es esa cagada que mantiene mi esencia. Cuando soy Adrián pienso como el Bananero, pero simplemente no actúo como tal.