La fábrica de pastas que sobrevive en medio del festivo barrio La California: la historia de Quiero más!

Quiero más! es una icónica fábrica de pasta que tiene más de 40 años de existir en barrio La California. Su actual propietario y gerente, Óscar Luis Santos Basso, un amigable e inquieto uruguayo de voz ronca y grave, jamás imaginó que la mezcla de harinas, huevos y agua le traería tantas alegrías como penas.

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Cuando entré por primera vez a la fábrica de pasta Quiero Más!, el sonido de lo que parecía una gran máquina industrial captó mi atención. Alcé la mirada, y en la esquina del lugar estaban don Óscar, y su asistente Rebeca, amasando cuidadosamente una gran bola de masa.

Aunque se percataron de mi presencia, ni siquiera se inmutaron en saludar o atenderme. No era descortesía ni desinterés: ¡la pasta aquí es lo más importante! Luego de unos minutos, en los que pude observar a grandes rasgos cómo una “fresadora” mezclaba lo que creo era harina, huevos y agua, puede ver cómo otra máquina, que ellos llamaban la laminadora, los cortaba en tiras de espagueti.

“Es pasta al huevo”, dijo la ronca voz de don Óscar, luego de que me invitara a entrar en su pequeña oficina junto a unos grandes sacos de harina y me explicara a grandes rasgos lo que estaban preparando.

“Aquí hay harina por todo lado”, me advirtió. Sin embargo, nada lo salva a uno de salir enharinado, pues en ese pequeño local ese polvo blanco, fino y tan popular se asoma por todos los rincones. Gracias a él existe Quiero más! Es su casa y yo era un invitado.

Eran cerca de las 4 p. m. del primer jueves del 2020, y el viejo e icónico local, ubicado justo al frente del nuevo y moderno mercado culinario Amor de Barrio -en pleno corazón de barrio La California-, comenzaba a apagarse.

“En la noche cuando empieza el jolgorio, ya cerramos y nos vamos”, me comenzó a explicar don Óscar, quien junto a su familia ha visto en todos estos años cómo ese tranquilo barrio josefino se ha ido transformado en un ruidoso y popular centro de vida nocturna, donde abundan los bares, los restaurantes y las discotecas.

Pero a don Óscar sus nuevos vecinos ni le incomodan ni le molestan y hasta parece divertirse cuando, de vez en cuando, se asoma por las ventanas de su local y es testigo de la transformación que ha sufrido en esta década uno de los barrios más famosos de nuestro capital.

¿Cómo resistirse al cambio?, parece preguntarse, cuando es imposible escapar de las garras del presente, las consecuencias que se derivan de las buenas y malas decisiones de vida y las sorpresas que el destino siempre nos depara.

De eso puede dar testimonio, precisamente, don Óscar Luis Santos Basso, un abogado gay (“¡póngalo así!” dice), budista y profesor universitario que nació en Uruguay, tocó suelo costarricense gracias al fútbol de Cartago, fue el estilista de muchas mujeres de alcurnia en el país y que inexplicablemente terminó siendo un experto en la fabricación de pastas.

¡Mamma mía!

La única relación que tuvo don Óscar con las pastas fue de niño por su familia. El uruguayo, quien llegó a Costa Rica en la década de los años 70, tenía abuelos italianos quienes desde pequeño le enseñaron a prepararlas.

A pesar de ello, jamás imaginó que alguna vez estaría ligado con este tradicional alimento italiano y menos aún en un pequeño país llamado Costa Rica. Es más, aún hoy, cuando se lo pregunto, su sonrisa refleja ironía y felicidad por las vueltas que da la vida.

Y aunque don Óscar es malísimo con las fechas –soy testigo de ello– jamás se le olvida el día que pisó por primera vez suelo costarricense: el 31 de diciembre de 1976. Es más, recuerda con exactitud la hora: 9 p. m. “Fui lo más inoportuno”, dice.

“Tengo solo una hermana, que por cierto se acaba de jubilar, pues estuvo aquí durante muchos años, también al frente de esto. En aquellas épocas de Dios, ella se casó con un muchacho, que era futbolista del Club Nacional de Fútbol de Uruguay, que para los años 70 lo compró el Club Sport Cartaginés. Entonces, él se vino a Cartago, se llamaba Marco Antonio El Pato García (ya fallecido)”, comienza a contar, con grandes pausas entre idea e idea, las razones que lo motivaron a venir a Costa Rica.

“En Uruguay quedamos mi madre, mi perro y yo”, continúa. Pasaron cuatro años para que él y su mamá, doña Raquel Basso, tomaran la decisión de venderlo todo en Uruguay y venirse a buscar nuevas oportunidades en nuestro país.

El ambiente brumoso no solo fue el ideal para reunirlos a todos nuevamente, sino para que don Óscar comenzará a desarrollar lo que sabía hacer en ese momento: cortar cabello.

“Conseguí empleo en una barbería, luego en un salón de belleza, y ahí fui avanzando. Fueron muchos años trabajando eso en Cartago”, afirma. Sin embargo, cuando lo contrataron en un salón de belleza en Rohrmoser, tomaría una decisión que jamás pensó iba a tener consecuencias hasta el día de hoy.

“Ahí, a principio del 80, la fecha no lo tengo muy clara, yo trabajaba en un salón de belleza en Rohrmoser y conocí a doña Soledad Ruiz, que en aquel momento era dueña de La Sixaola, el dry cleaning”, comienza recordar don Oscar con la mirada fija en la pared, como tratando de que no se le escape ningún detalle del recuerdo.

Deja de hablar por unos largos segundos, antes de continuar con su relato. “Doña Sole, bellísima persona, en ese momento estaba casada con un argentino, Carlos Iznardo, que en aquel tiempo era el dueño de Quiero Más! Como yo los atendía, decidió venderlo y me lo ofrecieron. Lo compré un 15 de diciembre de 1980”.

“¿Qué?”, le respondo. “¿Y por qué un estilista, así de la nada, decide comprar una fábrica de pasta?”, le pregunto sorprendido.

De nuevo, en su tono pausado y su ronca voz me responde: “Yo lo compré cuando me pregunté: ‘¿qué carajos iba a hacer mi cuñado cuando dejara de jugar fútbol?’. También lo compré con el fin de que sirviera de respaldo para la familia y, de hecho, pensé que si yo me moría quién iba a mantener a todo el mundo”.

Así fue como su cuñado se convirtió en el gerente del lugar, don Óscar repartió las acciones entre su familia como regalo de Navidad y se quedó tranquilo compartiendo las ganancias de un negocio que jamás imaginó asumir algún día.

Destino.

Aunque siempre tuvo un pasión especial por ser estilista, siempre buscó otras oportunidades profesionales.

Comenzó a estudiar Derecho, una decisión acertada pues con el tiempo desarrolló una fuerte alergia cuando se ponía en contacto con algunos de los químicos que se utilizaban para tratar el cabello.

Esa reacción de su sistema inmunitario le impidió continuar como estilista y fue cuando decidió enfocarse en el Derecho, de donde se graduó y luego, con los años y la experiencia, se convirtió en profesor de la UACA y la Escuela Libre de Derecho.

Además de haber trabajado en el Ministerio de Hacienda y el Poder Judicial, fue el director regional para centroamérica y el Caribe de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social, que según su página web tiene la finalidad promover el bienestar económico y social de los países iberoamericanos.

Durante todos esos años la fábrica de pastas Quiero más! también se fue transformado, pero alejado de las decisiones de don Óscar. Primero, su hermana, doña Raquel Santos Basso se separó de su esposo y se convirtió en la administradora-propietaria del lugar.

Luego, cuando el barrio La California comenzó a transformarse en el epicentro de diversión nocturna josefina que es hoy, tuvieron que abandonar el local original, –donde actualmente está el bar La Teta–, para trasladarse a su ubicación actual: a un costado de Amor de Barrio.

Sin embargo, un acontecimiento familiar marcó a todos en la familia: su madre cayó gravemente enferma, lo que obligó a don Óscar a abandonar todo para dedicarse a cuidarla durante varios años.

“Todo ese tiempo cuidé a mamá: fui enfermero, cocinero, amo de casa. La pasamos bastante mal económicamente. En abril va a hacer tres años que se fue”, recuerda aún con tristeza.

En medio de la tragedia, reconoce que esos momentos difíciles que vivió junto a su familia le sirvieron para acercarse mucho más a su mamá, conocerse mejor y descubrir su nueva faceta de escritor de novelas románticas. Sin embargo, cuando la tormenta pasó se enfrentó a su nueva realidad: “Diay me quedé sin trabajo, y ya no iba a volver a la universidad y no tenía planes de abrir oficina como abogado”, se dijo para sus adentros don Óscar.

Fue ahí cuando se dio cuenta de que debía tomar una decisión que jamás imaginó venir en todos esos años: retomar las riendas de la fábrica de pastas Quiero más!

Difícil reencuentro.

“¿Cómo carajos se hacen los fideos?”, fue lo primero que se preguntó don Óscar cuando irremediablemente su destino estaría de nuevo ligado a Quiero más! Su hermana estaba a punto de pensionarse y ahora sería él quien asumiría su futuro.

Ese encuentro no fue para nada romántico, pues asumir esa responsabilidad no fue fácil: no solo tuvo que aprender de golpe el proceso de hacer pasta de manera industrial, sino que durante muchísimos años no se invirtió lo suficiente en infraestructura, nunca se desarrollaron las herramientas necesarias para dar a conocer su fábrica a una nueva generación y la situación económica en general que vive el país no es la mejor.

Por ahora, reconoce don Óscar, lo que están haciendo es sobrevivir mientras tratan de mantener al día todos los pagos para evitar un eventual cierre de la icónica fábrica de pastas.

Aunque sus sobrinos y su familia lo apoyan, también sabe que no hay nadie interesado en heredar a futuro el negocio, por lo que está preparando a Rebeca, la dependiente que conocí al principio de la entrevista, a asumir toda esa responsabilidad en caso de que algún día llegara a faltar.

En medio de todos los difíciles retos que se vienen por delante, no puede evitar preguntarle: ¿Cuántos años se ve aquí? “Los mínimos posibles”, me contesta desafiante. “No porque no me guste, sino porque esto es muy absorbente y tengo un montón de cosas que quiero hacer que no puedo hacer por estar acá. Ocupo tiempo para hacer lo demás. Esa es la razón fundamental”, explica.

En medio de todos esos desafíos y responsabilidades que tiene por delante, admite que la fábrica de pasta tiene una gran ventaja: aún atrae a una gran masa de clientes que vienen semanalmente por sus pastas artesanales.

“Hay mucha gente que viene de Cartago, Escazú, San José centro… de muchos sitios. Tenemos clientes de hace muchos años, algunos hasta por tercera generación. ‘Vengo aquí porque a mi abuelita le encantaban’, me dicen algunos”, cuenta con una gran sonrisa. Ahí es cuando se da cuenta de que el negocio tiene mucho futuro y es por esa razón que seguirá luchando por hacerlo crecer.

Mi encuentro con Quiero más!

Mi primer acercamiento con la fabrica de pastas Quiero más! fue hace más de 20 años, cuando era un joven estudiante de Periodismo en la antigua sede de la Universidad Latina de Costa Rica, en una vieja casa ubicada en barrio La California.

Pasaba casi a diario al frente del local que, en ese momento, estaba ubicado donde hoy está el bar La Teta. Confieso que en todos esos años de estudiante, nunca me atreví a entrar por una simple razón (que ahora me parece bastante ridícula): nunca me sentí digno de comer pasta artesanal. “Eso solo lo come la gente muy tuyú (), pensaba.

Por desconocimiento, por temor a hacer el ridículo, por no saber qué pedir, y porque pensé era muy caro para los bolsillos de un estudiante, me quedé durante años con las pastas procesadas industrialmente en los supermercados. ¡Cuánto tiempo perdí!

Pues ese jueves que fui a entrevistar a don Óscar decidí ponerle fin a mis temores, y después de la conversación que tuve por más de una hora con su propietarios, me decidí a comprar una caja de raviolis rellenos de ricota y nueces.

El local, aunque estaba ubicado en otra esquina de barrio La California, era casi igual a como lo recordaba hace más de 20 años atrás: pastas de varios colores y formas en bolsas plásticas selladas y exhibidas en pequeñas vitrinas.

Me llamó poderosamente la atención que, al igual que hace dos décadas atrás, en los escaparates habían papeles pegados con tape y algunos con mensajes escritos a mano que anunciaban algunos de sus productos. Ahí fue donde descubrí que quería los raviolis.

¿Y qué me dicen del famoso letrero? El señor bonachón y de bigote que dice: “Quiero más..!” ya es parte indiscutible del paisaje del Barrio La California. Sería dificil imaginarselo sin él.

Por cierto, don Óscar me comentó que ese personaje nació en Argentina, de donde fue traída esta franquicia de fábrica de pastas, aunque ya no funciona en ese formato de negocio.

También me confesó que estaba pensando cambiar el letrero, aunque tiene sus dudas por lo que ha representado ese personaje para el barrio, los clientes y muchos de los curiosos que pasan a diario por esas calles.

Si me pongo a analizar el futuro de un negocio como Quiero más!, pienso que tiene todo para ser un verdadero éxito: toda la materia prima para fabricar las pastas son de proveedores nacionales; las pastas son artesanales, por lo que siempre están frescas, no tienen ingredientes artificiales, algunas combinaciones son muy originales y hay una variedad deliciosa de sabores.

Yo que probé los raviolis con un poquito de salsa pesto, que preparé en mi casa, lo puedo afirmar: estaban deliciosos, la textura de la masa es exquisita, el relleno increíble y el precio por un producto tan bueno es insuperable: ₡2.925