La cuadrilla cómplice de las esculturas de Jiménez Deredia

Cuatro operarios de la Municipalidad de San José fueron capacitados por el escultor para limpiar y restaurar las piezas de su concurrida exhibición. Entre el artista y los operarios se tejió una amistad más allá de lo laboral.

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Faltaban menos de 12 horas para que el escultor costarricense Jorge Jiménez Deredia cortara el listón que inauguraría, oficialmente el 20 de febrero, su exposición La fuerza y la universalidad de la esfera, cuando un joven rayó con un crayón una de las esculturas, ubicada al costado sur del Banco Central, en San José.

Para cuando la noticia se hizo pública (con su respectivo e inevitable escándalo en redes sociales), la pieza en cuestión ya había sido reparada, por lo que el acto protocolario transcurrió sin contratiempos, al punto de que el propio artista, y creador de la exhibición de 27 esculturas, dijo que el suceso fue "simples chispas del oficio”. De hecho, desde un inicio estaba previsto que las obras podría sufrir algún daño, dada la cercanía con los transeuntes: ya estaba presupuestado contar con una brigada de respuesta para los cinco meses que durará la exhibición, prevista que culmine el 14 de julio.

A raíz del hecho, surgió el asombro: ¿cómo pudo restaurarse la pieza en cuestión de media hora? La respuesta, desconocida por muchos, es que el escultor, junto a la Municipalidad de San José, decidió capacitar a un grupo de cuatro operarios del ayuntamiento josefino, quienes son los encargados de limpiar, remendar y preservar el buen estado de las esculturas.

Fueron estos mismos hombres, junto a los policías municipales que custodiaban el lugar, quienes alertaron a Jorge Villalobos, productor y coordinador de la exposición, que el daño había sido reparado según las instrucciones que habían recibido por parte del escultor: si se trataba de una pieza de mármol debían utilizar una lija con punta de diamante.

“Para nosotros, como institución, fue una excelente prueba para evaluar la capacidad de reacción ante estos hechos, que el propio Jiménez Deredia había presupuestado que sucedieran. Lo más importante fue que estos cuatro hombres tenían el conocimiento necesario para atender el hecho y eso los empoderó en sus tareas”, explicó Villalobos.

La escogencia de estos cuatros operarios no fue casual. Cada uno de ellos tiene años de experiencias en sus oficios, mismos que han desarrollado en distintos departamentos de la municipalidad. Por ejemplo, Randall Hernández trabaja en el área de ebanistería; Olman Sánchez y Diego Chaves en el departamento de mantenimiento, y Marco Fernández –quien no participó de esta entrevista por estar ocupado con el festival Transitarte– es soldador.

Sobre las razones que los llevaron a ser escogidos como la cuadrilla de confianza de Jiménez Deredia, Villalobos asegura que se debe tanto a la entrega y dedicación que han mostrado en su trabajo desde que forman parte de la institución josefina, así como al compromiso y esmero con el que se involucraron en cada una de las piezas durante el proceso de traslado y montaje.

“Don Jorge y yo decidimos que ellos eran las personas idóneas para que asumieran esta responsabilidad porque lo acompañaron desde el primer momento en el que llegaron las piezas a nuestras bodegas. Participaron en el desembalaje, luego en el traslado y colocación en las bases, por lo que desarrollaron una estrecha relación con el escultor, lo que hizo que día con día les explicara cómo resolver si se presentaba algún inconveniente, el cuidado y la importancia de cada una de ellas”, comentó Villalobos mientras tres de los muchachos limpiaban la escultura ubicada frente al Teatro Nacional.

Valioso aprendizaje

A unos metros de distancia de la Plaza de la Cultura, Randall Hernández, quien tiene 34 años, comentó que cuando le dijeron que sería parte de la cuadrilla especial de las esculturas de Jiménez Deredia se sorprendió, pues nunca imaginó que tendría la oportunidad de aprender de un artista plástico reconocido a nivel internacional. Sin embargo, lo más valioso para él en este proceso fue ser testigo de la humildad y sencillez con la que Deredia compartió sus conocimientos.

“Esta es una oportunidad que uno jamás se imagina que le llegará en la vida. Don Jorge es un hombre tan sencillo, meticuloso, atento y abierto con quienes trabajan con él que te sorprende completamente. Fueron muchísimas las horas que le dedicamos a este proyecto, pero que una persona que ha expuesto en lugares tan importantes tenga la disposición de compartirte su conocimiento, eso tiene un valor incalculable”, expresó Hernández, quien desde hace 12 años trabaja en la municipalidad.

Según comentó este vecino de Cartago, quien dentro de sus otras funciones incluye la creación de escenografías para el Festival de la Luz, las jornadas de limpieza de las esculturas, que puede durar entre 20 y 40 minutos, se realizan los lunes y jueves, iniciando puntualmente a las 8 a. m. y se puede extender hasta las 7:30 p. m., dependiendo de cuan sucias estén. El recorrido comienza en las piezas ubicadas frente a Correos de Costa Rica, para continuar la ruta hasta la Plaza de la Democracia.

“Las esculturas de mármol son las primeras que limpiamos, esto con agua y un jabón especial que no tiene ningún tipo de olor ni cloro. Si observamos algún tipo de daño, contamos con una lija especial de punta de diamante que nos enseñó a usar don Jorge y lo reparamos. Con las que son de bronce el proceso es completamente diferente, porque con ellas se debe de utilizar una cera especial de abeja y cuando no les pega el sol, porque, de lo contrario, se manchan”, explica con propiedad Hernández.

Cuando se le pregunta cuál de las 27 esculturas es su favorita, sin titubearlo responde que es Génesis de Costa Rica. El motivo es porque su mente no deja de imaginar el tiempo, pero, sobre todo, el proceso que le llevó a Jiménez Deredia crear una pieza de tres metros a partir de un bloque de mármol. Para Randall, esta es la más fiel representación “de que los sueños se construyen a mano, con mucho esfuerzo y dedicación”.

Con él coincide su compañero Olman Sánchez, que trabaja en el municipio desde hace 11 años. Para este hombre, quien vive en Poás de Aserrí, no existe algún tipo de sacrificio en esta labor, a pesar de la cantidad de horas que le han dedicado al proyecto, al contrario, él considera esto como un reconocimiento a su esfuerzo. Eso sí, dice que aunque hubo momentos complicados por la tensión del traslado de las piezas, el escultor costarricense siempre les aplaudió su entrega y les permitió que cumplieran con su trabajo de la mejor manera posible.

“¿Usted se imagina que alguien como don Jorge lo felicite por el trabajo hecho? Eso es algo que nunca olvidaré, porque él es el experto, pero siempre nos dio la oportunidad de opinar sobre cuál considerábamos que sería la mejor forma de desembalar o instalar las esculturas y eso se agradece, porque reflejaba que confiaba en nosotros. La mejor forma de retribuirle tanto cariño es cuidando al máximo estas esculturas, no solo por él, sino para que los costarricenses puedan apreciar una exhibición de tal magnitud”, afirma Sánchez.

Su familia, que ya tuvo la oportunidad hacer todo el recorrido de la exhibición, se ha convertido en su más leales fanáticos, especialmente, cuando él les cuenta el trabajo y la exigencia que hay detrás de este proyecto. Desde su punto de vista, que esta exposición se dé en Costa Rica representa una oportunidad de acercar al arte a todas las personas, sin importar su estatus social o económico.

“Yo quiero creer que las personas valoran esfuerzos como este. Para muchos es casi imposible viajar a otros países del mundo para presenciar arte de calidad como lo es el de don Jorge. ¿Sabe el esfuerzo que eso requiere? Por eso, cuando me pregunta qué significa para mí ser parte de esto, solo puedo decir que me siento afortunado de ser parte de esta historia de nuestro país y resguardarla el tiempo que esté vigente”, asegura el operario, quien actualmente está estudiando bachillerato.

Mientras posa al lado de la escultura de bronce Esencia, ubicada a un costado del Museo de Jade, explica que es con esta pieza con la que más se identifica y se convirtió en una de sus favoritas desde que la vio por primera vez. Desde su perspectiva, cuando la observa, de alguna manera le hace cuestionarse momentos de su vida, los cuales prefiere guardarse para él.

“Con tan solo verla, uno se cuestiona cómo don Jorge fue capaz de darle esa forma tan particular, con tanto nivel de detalle y de textura. Si uno lleva eso al plano personal y profesional, sientes un inminente impulso por ser cada día mejor en lo que haces”, dice.

Dedicación pura

Diego Sánchez nunca se imaginó que, a sus 27 años, tendría la oportunidad de llevar a su pequeño hijo Diego Santiago. de cinco años, a su primera exposición de arte, una que tiene el trabajo de mantener en buen estado para las miles de personas que transitan por San José. Con la emoción que parecía desbordarse en sus ojos, contó que esta es una oportunidad que atesorará para siempre.

Diego, vecino de Alajuelita, recordó uno de los momentos más tensos que vivió con la instalación de la muestra y fue cuando en un inicio –previo a la llegada de las obras a la capital– se colocó la obra Génesis de Costa Rica en el Centro de Eventos de Pedregal, con un peso de 33 toneladas. Según Sánchez, quien tiene tres años de trabajar en la municipalidad, resultó complicado por la magnitud del traslado desde el puerto de Limón hasta Belén de Heredia.

“Fueron muchas horas de trabajo ese día, porque tuvimos que esperar a que llegara un mayor contrapeso para lograr la estabilidad de la escultura mientras estaba en el aire. Fueron tan solo segundos, pero pareció una eternidad. Presenciarlo fue algo único para mí, además de que don Jorge y su esposa Giselle, estuvieron pendientes de nosotros en todo momento, pues la jornada se extendió más de lo previsto”, contó.

Dentro de el grupo de obras cobijadas por el concepto Génesis, es Génesis de Fuerza Ancestral, hecha de mármol, la que más inspira a este funcionario del departamento de mantenimiento. Mientras le pasaba un trapo húmedo a la base de esta pieza para quitarle un poco del polvo y la ceniza que tenía, Sánchez cuenta que esta imagen era un reflejo de lo aprendido y que él resume con una sola palabra: evolución.

Junto a sus compañeros Randall y Olman recuerda alguna de las anécdotas vividas como parte de la exhibición, entre ellas que la escultura ubicada frente a Correos de Costa Rica es de las que más se ensucia, debido a la gran cantidad de palomas que hay en el lugar, además de que les ha tocado llamarle la atención a algún transeúnte que escupió o tocó algunas de las piezas en el justo momento que están terminando de limpiar.

“Por dicha, son pocos los casos que se han presentado de este tipo, ya que, por lo general, las personas tratan de cuidarlas. Por supuesto, hay quienes con tal de tomarse las fotos colocan los pies en las bases o pasan sus manos por las esculturas, pero han ido aprendiendo a no hacerlo y eso se los agradecemos”, expresa Hernández.

El aprendizaje no solo ha sido para el transeunte y los operarios, sino también para el propio Jiménez Deredia, quien considera que el proceso de capacitación se dio de forma natural, a medida de que se iban cumpliendo las etapas del proyecto. Para el escultor, el equipo municipal que lo acompañó sigue realizando un trabajo digno de destacar.

“Debo de decir que cada uno de ellos ha hecho un trabajo con amor. Es decir, no lo han hecho como un trabajo más, sino que se quedaron semanas, horas extras hasta la noche, porque cuando estábamos en proceso de desembalaje y movimientos, ellos fueron perfectos. No me puedo quejar porque en todo momento lograron acertar las cosas que tenían que hacer, porque las esculturas son muy difíciles de manejar, pero ellos tuvieron la inteligencia y humildad de aprender cosas que no sabían”, expresó Jiménez.

Luego de tantas horas compartidas, como la familia en la que se convirtieron en los últimos meses, el escultor agradece la vinculación de cada uno de los miembros del equip. Para él, el aprendizaje va mucho más allá del plano profesional, pues el crecimiento personal fue para todos.

“El enriquecimiento mío ha sido el humano, el poder haber tenido la oportunidad de trabajar mano a mano con ellos, como amigos, donde vamos a comer juntos, donde vamos a contar chistes juntos, donde íbamos a reír juntos. Eso me enriqueció a mí de manera inmensa, poder llamarlos por su nombre, sonreír, darnos la mano cuando nos veíamos en el día y nos despedíamos en la noche”, comentó el artista.

Jorge Jiménez Deredia presupuestó desde un inicio que la exposición debía tener cercanía con la gente. Y así fue con Randall, Olman, Diego y Marco: estos cuatro operarios de la Municipalidad de San José hicieron suyas las esculturas.