Francisco Dall’Anese: El protagonista del 'aguacategate'

Desde junio, Francisco Dall’Anese no puede ir a una fiesta y mandarse una boquita de guacamole sin que todos los amigos se unan a molestarlo. Gracias a él, el país se metió en una polémica tan seria como caricaturesca: amparado en la ley, el director del Servicio Fitosanitario del Estado giró la prohibición de importar aguacate mexicano, en aras de prevenir un brote, con lo que provocó un aguacategate.

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Aguacate convertido en guacamole. En medio de la mesa de aquella fiesta de excompañeros de escuela, el verde guacamole era la estrella. Todos los ojos estaban sobre la pastosa sustancia, infaltable en cualquier reunión social que se dé a respetar. Desde luego que los presentes estaban a la espera de que el guacamole y Francisco Dall'Anese cruzaran sus caminos: sería un choque de antagonistas.

Contrario a lo que podría creerse, Dall'Anese es un fanático del aguacate. "Me encanta, especialmente el hass" dice este ingeniero agrónomo. "Soy de Alajuela, así que podrá imaginarse la vacilada que me pegaron en la fiesta".

Francisco Dall'Anese (no confundir con su célebre padre, el exfiscal general del mismo nombre) no tomó en cuenta sus gustos gastronómicos ni las previsibles bromas a la hora de ponerle un alto a la importación de aguacates mexicanos –del tipo hass, los predilectos del funcionario– en un cumplimiento tan estricto de la ley que bien podría confundírsele con un sheriff fitosanitario.

Aquella medida puso al director del Servicio Fitosanitario del Estado en el centro del guacamole, por así decirlo. Los importadores y restauranteros pegaron el grito al cielo; el aguacate hass rivalizó en prestigio con el caviar, y el miedo a un desabastecimiento llevó a que muchos ticos compraran más aguacates de lo que sus hígados podían procesar.

De ahí que en aquel encuentro de egresados de la escuela, ocurrido justo en medio del aguacategate, cualquier acercamiento de Dall'Anese al tazón del guacamole era silbado y aplaudido: la guerra del aguacate reducida a su expresión más alajuelense.

Ningún aguacate está por encima de la ley. En su oficina, con vista al parque La Sabana, Francisco Dall'Anese Álvarez nos recibe con saco y corbata. El traje no le va mal pero con pocos minutos de plática queda claro que este es un hombre de campo, de mangas arrolladas y zapatos "burros". Y no es cuento: ya entrado en confianza nos muestra el clóset en el que guarda su ropa de trabajo. Y sonríe al hacerlo, pues un agrónomo feliz es un agrónomo metido en la tierra, en el barro, en el charral, en el bosque.

Pero Dall'Anese aceptó un cargo público, uno de confianza del Ejecutivo, y no le queda otra que ejercer el control fitosanitario del país desde una oficina. Eso sí, cada vez que puede se apunta al trabajo del campo, aún cuando su participación no siempre sea requerida. Un agrónomo es feliz bajo el sol, bajo la lluvia, con las uñas hundidas en la tierra.

Este ingeniero de 28 años es hoy la cara visible de una institución que no solía salir en las noticias, demasiado técnica y científica como para que el grueso de la población la determine. Quizá de no ser por el "escándalo" de los aguacates, muchos hoy ignoraríamos que todos los productos agrícolas que exportamos e importamos deben tener el visto bueno del Servicio Fitosanitario del Estado. A lo mejor, tampoco estaríamos al tanto de que había "otro" Francisco Dall'Anese.

Según los especialistas del Servicio Fitosanitario, el aguacate mexicano exponía al aguacate costarricense al contagio del sunblotch, una plaga que afecta a dicho cultivo. El 5 de mayo el ente giró la prohibición de importar aguacates de la nación del norte. Cuatro semanas después todo el país tenía algo que decir sobre las implicaciones de la medida (inolvidable la estampa del ministro de Comunicación entrando a un restaurante Subway para donar una bolsa de aguacates comprados en la calle).

"Todas las decisiones nuestras tienen una repercusión económica. No dejar entrar esos aguacates es un problema para los importadores, pero dejarlos entrar es un problema para los productores nacionales", explica este hombre que encuentra en el cumplimiento a rajatabla de la ley su respuesta para no polemizar con sus detractores.

Como todo en Costa Rica, el aguacategate pasó a segundo o tercer plano tan pronto Keylor Navas empezó a robarse el show. Dall'Anese no lo dice pero se le nota aliviado de que la atención temática sobre el caso disminuyera.

En el ojo del guacamole. Estar bajo la presión de los sectores que lo querían fuera de su oficina no fue novedad para Dall'Anese. Criado en la familia del fiscal que mandó a la cárcel a dos expresidentes de la República, el joven jerarca ya sabía cómo funciona una vida expuesta a los humores de la opinión pública.

Liguista envenenado, caballista militante de los topes, productor de cerdos frustrado, carnívoro confeso, y sobreviviente de un choque con un burro en Parrita, Dall'Anese dice no haber prestado oído al aluvión de críticas. Lo del aguacate fue un alto en el nombre de la ley y la legislación su escudo contra cualquier aguacatazo.

El ser un "carajillo" en un medio lleno de veteranos no le ha pesado. Se define como un tomador de decisiones y sabe que eso implica no quedarle bien a todo el mundo.

El nombramiento del director del Servicio Fitosanitario del Estado es indefinido, por lo que su titular puede partir con la llegada de un nuevo gobierno. Si le piden quedarse, Dall'Anese no se haría de rogar. Si le toca irse, tampoco hará mala cara.

De saco y corbata, este agrónomo que añora los calores del campo está más ansioso por los preparativos de su boda prevista para enero que por el aguacategate. "Ciencia y técnica" y "hacer cumplir la ley" son sus definiciones más frecuentes para el trabajo de él y los suyos. Otros más bien lo perciben como extremista y deseoso de atención.

Francisco Dall'Anese sonríe cuando se le recuerda que por el aguacate hass es un personaje noticioso del 2015. "Muchos casos que ha atendido el Servicio me han quitado el sueño. El del aguacate (mexicano) no. Ese fue un caso fácil, sencillo".

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