El silencio de Amelia Valverde grita secretos

A la seleccionadora posiblemente habrían tenido que quitarla antes del Mundial. Era quizás la mejor forma de respetarla.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Los silencios de Amelia Valverde no ayudan a nadie. Sirven de combustible a cualquiera y a todos los relatos urbanos que intentan explicar la ausencia de Shirley Cruz en la Selección mundialista.

No protege a la emblemática jugadora de los rumores de pasillo que la colocaban como una voz disonante en el grupo, junto a otras líderes, o como la cabecilla de una supuesta insurrección frente a la entrenadora.

¿Pero cómo entender que eso ocurría y que, al mismo tiempo, todas sus compañeras emplazaron a Amelia, semanas atrás, por la ausencia de Shirley en la pre lista? Incluso, las malas lenguas atribuyen la no convocatoria de varias futbolistas al apoyo manifiesto dado a la capitana excluida.

“Una decisión técnica” y “Esto es de rendimiento”, fueron algunas de las cortantes frases de Amelia, para no decir lo que realmente tendría que haber pronunciado.

Si fuese por rendimiento, la primera en haberse ido a casa sería la entrenadora, quien a lo largo de los últimos años no pudo y no supo ofrecernos una versión competitiva de una Selección cada vez más insípida e inofensiva.

Además, la mejor jugadora en la historia del fútbol tico dejó como último legado una noche de 120 minutos en cancha, sin la grandeza de otros tiempos, pero con arrestos y pinceladas suficientes para encausar a su Liga a un pentacampeonato.

Así que pocos le creen a Amelia. Ante su falta de explicaciones convincentes, conjeturan que lo de Cruz no es deportivo, y muchos atribuyen su ausencia a una mano escondida detrás de la entrenadora.

En ese relato, Claudio Vivas, el director de Selecciones, emerge como el verdugo de Shirley y, a su vez, de la propia Amelia. El argentino no solo le puso a un asistente, cuestionó su capacidad en varias entrevistas, sino que - dicen los rumores que corren por el Proyecto Gol- le impuso nombres en la lista, eliminando otros que incluyen al de la excapitana.

Aunque tal vez Amelia merecía no llegar al Mundial, no le han hecho un favor con mantenerla bajo ese panorama. No hay cómo pensar que a la Sele le vaya a ir bien en Australia - Nueva Zelanda y, cuando vuelva, seguramente será el epicentro de las tormentas.

Pero, sobre todo, tendrá que cargar con el peso histórico de haber dejado a la leyenda Cruz sin un mundial que habría sido el marco perfecto para acabar su brillante carrera.

Decir, a estas alturas de mi reflexión, que una Copa del Mundo no es un regalo de despedida para nadie, tendría un montón de réplicas: ¿Acaso Shirley estaba acabada como futbolista? ¿Por qué Wilmer López le pidió postergar su retiro por 6 meses? ¿Por qué Vivas o Rodolfo Villalobos o el duende inquisidor no impidió que Bryan Ruiz se subiera al avión mundialista, pero a ella sí?

Cruz se quedó sin Mundial, igual que algunas de sus defensoras, pero la que pierde más es Amelia. Parece que no tuvo la fortaleza para impedir que otros condicionaran su gestión previa a la Copa del Mundo. Aquellos que guardaron silencio ante los confesos caprichos de Suárez al elaborar su lista a Catar, ahora se envalentonaron frente a Valverde y la pusieron a escoger entre la sumisión o ver el Mundial desde la casa.

Seguramente tendrían que haberla quitado. Era la mejor forma de respetarla. Y de paso, de respetar la carrera de Shirley Cruz, dándole la oportunidad de que un técnico sin ataduras y con autonomía, pudiera valorar su inclusión o no en el avión mundialista.