La ruptura entre Giancarlo González y Alajuelense vista desde cuatro ángulos: Del rendimiento a la identidad

¿Debe un club valorar el amor de un futbolista hacia su equipo y el aporte hacia su identidad institucional para renovar contrato? El caso del Pipo abre muchas hipótesis

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Giancarlo González culminó su etapa en la Liga con una frase que, hasta cierto punto, refleja romanticismo. Sería más común de leer en un (a) enamorado que desea expresar sus sentimientos en redes sociales, después de una reciente ruptura amorosa.

“Se murió una planta de tanta agua que le di, aprendí que dar de más, aunque sea bueno, no siempre es lo correcto y aprendí que el amor es de dos partes que apuestan por el bienestar de la relación”.

Curiosamente, conocí a Giancarlo cuando recién empezaba su travesía profesional en Alajuelense. Hace alrededor de 14 años, en mis inicios como periodista, el Pipo aún jugaba con el Alto Rendimiento y, muy de vez en cuando, le daban ‘pelota’ en la Primera.

Era humilde, trabajador, enfocado y, según me contaban en aquellos tiempos, de carácter fuerte. Para ser honesto, pocos en el club imaginaban que pudiera llegar tan lejos; jugó en la Serie A junto a los mejores del planeta, y fue titular en la mejor selección tica de la historia. Una carrera impresionante para un muy buen central.

En aquel momento, me parecía que el club rojinegro tenía otros zagueros tan talentosos como el Pipo, pero ninguno poseía la determinación y la capacidad para aprender rápido, valores claves en un joven prospecto a punto de subir a Primera.

Ya cuando crecen y maduran, los jugadores de fútbol se transforman en seres diplomáticos (con excepciones), que responden casi de memoria a las preguntas de la prensa, como parte de su rutina diaria y, hasta cierto, de sus responsabilidades.

En aquellos tiempos, Pipo hablaba sin esos ‘filtros’ propios de la experiencia y, a decir verdad, recuerdo muy bien su discurso juvenil y honesto.

Quizás, es uno de los pocos futbolistas de la actualidad de los que puedo decir con total convencimiento que amaba a su club de procedencia. Me parecía reflejar un amor casi ‘ciego’ hacia la Liga. Por eso no me sorprendió la frase con la que cerró su carrera.

Sin embargo, el ‘amor ciego’ también puede nublar juicios, especialmente dirigenciales. ¿Debe un club de fútbol valorar dentro de sus argumentos el amor de un futbolista hacia su equipo cuando decide ofrecerle una renovación de contrato?

Y a partir de este tipo de evaluaciones surgen múltiples términos entre la afición, la prensa y el club. Palabras como “identidad” o, por el contrario, “falta de identidad”.

Así que en esta columna quiero evaluar la salida de Giancarlo González a través de cuatro ángulos que, en la buena teoría, fueron evaluados por Alajuelense.

1. Identidad institucional

¿Cuánto podía seguir aportando Giancarlo como referente histórico del equipo? Desde mi perspectiva, mucho. Es, quizás, el último veterano formado en el club que perteneció a la era ganadora de Óscar Ramírez y que, además, triunfó fuera de Costa Rica.

Es un muy buen ejemplo para los jóvenes de fuerzas básicas y, a su lado, muchos centrales podían absorber el conocimiento que adquirió en su larga andadura.

Es evidente que, en los últimos años, su rendimiento vino a menos producto de la edad. Desde mi perspectiva, era un jugador que podía cumplir otro tipo de roles asociados a la contribución del crecimiento institucional (liderazgo o apoyo a los jóvenes) pero ya se quedaba corto en muchas de las funciones dentro del campo.

2. Exigencia de los objetivos a corto plazo

A pesar de que hubo una mejora de González en el último torneo, al punto de que regresó a la Tricolor Mayor, también es real que, en el corto plazo, se deben medir las métricas y los resultados. Es arriesgado para la Liga ofrecerle a un jugador muy veterano un contrato extenso y lo más seguro es renovar cada seis meses.

También es cierto que los números colectivos de la Liga, especialmente la cantidad de títulos en el certamen local en la última década, reflejan la necesidad de reforzarse con futbolistas en su mejor momento deportivo, algo de lo que se aleja Pipo hoy en día.

Para resumir, la Liga necesitaba un central en su mejor momento deportivo para cumplir con las necesidades tácticas del cuerpo técnico y, quizás, ya González no cumplía este requerimiento.

La otra alternativa es que el futbolista aceptara un rol secundario, de menos minutos y solo para ocasiones esporádicas (básicamente, ser un suplente útil).

3. La posible visión del futbolista

Por el mensaje que publica González, me parece evidente que el futbolista esperaba ser más valorado por la institución. Quizás, que se evaluara su trayectoria, su trabajo y su liderazgo. En otras circunstancias, habría imaginado a la dirigencia ceder ante estos argumentos, pero tengo la impresión de que el tropiezo en el torneo nacional lo hizo priorizar la urgencia del título inmediato, más allá de los otros factores.

4. Rendimiento deportivo

Para el técnico Andrés Carevic, el central cumplía a cabalidad, ¿sino por qué lo alineó en todos los partidos importantes del club?

Pero es evidente que la gerencia deportiva no pensaba lo mismo, pues sino habría hecho lo posible para mantenerlo en la institución un año más.

A pesar de la regularidad del futbolista en el once, sí me parece que a Giancarlo ya le costaba cumplir algunas facetas de juego. Anticipaba tarde y, en ocasiones, le costaba el mano a mano, aunque para ser justos, su último torneo fue estable y me parece el de mejor desempeño de los últimos tres que disputó con Alajuelense.