Los cinco socios de la corrupción

Codicia, consumismo, confort, competencia, cosa pública tienen en común que comienzan con la letra c, de castigo

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Codicia, consumismo, confort, competencia, cosa pública… palabras que retratan los caminos incitadores de la corrupción. Cinco vocablos con la letra c, que vienen a ser los vasos comunicantes para que fluya la corrupción y esclavice a personas que posiblemente se consideren honradas y ejemplares, pero con ansias de poder, fama, jugosas cuentas bancarias y una vida francamente sustentada en bienes materiales.

La codiciadomina a muchas personas, que solo anhelan acumular riquezas sin atender pautas éticas. Es tan vieja como la humanidad. De los doce discípulos que escogió Jesucristo, había uno que metía mano en la bolsa de propiedad colectiva. Y más atrás, en la Biblia, podemos ver hijos de sacerdotes y reyes beneficiándose a costa del pueblo. En algunos casos, de nada les sirvió el buen ejemplo de sus padres.

El consumismo, algo muy propio de nuestro tiempo, lleva a personas a acumular bienes. Autos último modelo, lujosa casa en la ciudad y palacete en la costa, hijos en los centros docentes más caros, viajes los fines de semana a las playas y cada tres meses al extranjero. Y el sueño es poseer un apartamento permanente en Miami. Además, tener al amor prohibido, darle todo lo que requiera. Para una vida así no hay salario que alcance. Por eso, el consumismo es uno de los principales motores de la corrupción.

El confort, que va de la mano del consumismo, es otro de los grandes motivadores para buscar dinero fácil. Dejarse llevar por el goce del materialismo y hasta el hedonismo. Tenerlo todo haya que hacer lo que haya que hacer.

La competencia es un gusanillo que corroe a los materialistas de nuestro tiempo. Si el vecino cambió de auto, pues a buscar uno igual o superior. Si el compañero de trabajo hizo un viaje por Europa o en un crucero por el Caribe, pues no hay que quedarse atrás.

La cosa pública, el gigantesco aparato estatal que pertenece a todos y a nadie, con su archipiélago de instituciones, donde la vigilancia no es suficiente, es el territorio propicio para meter mano como Judas Iscariote en la bolsa del Maestro y sus discípulos.

La cosa pública es apetecida como parcela personal, para amasar fortuna con la rapidez del rayo. Los contratos, los servicios, los permisos para esto y lo otro vienen a ser las vías que impulsan a menudo el manotazo que redundará en mucho dinero.

¿Qué hacer entonces para combatir con mayor eficacia la desbordada corrupción que atosiga al mundo de hoy? Pues siguiendo con la letra c, hay que aplicar dos medidas muy apropiadas: control rígido y castigoimplacable. Nada de complacencias ni impunidad.

Por un lado, los órganos supervisores, de auditoría e inspección, deben respirar en la nuca de los funcionarios relacionados con la concesión de permisos o de autorizaciones de compras. No incrementar la tramitomanía, que frena el desarrollo y facilita la coima. Controlar rigurosamente esas negociaciones donde representantes de los sectores público y particular se dan un apretón de manos.

El castigo severo, sin titubeos, para quienes incurran en actos de corrupción. Cárcel, expropiación de bienes para recuperar lo hurtado, a todos aquellos que medran bajo el ancho y alcahuete alero del Estado y para quienes amarren negocios ilícitos más allá de la esfera pública.

Es así como los socios de la corrupción, señalados con la letra c, también pueden tener sus frenos con la misma letra c, aplicando riguroso control y castigo.

costarica00@hotmail.com

El autor es periodista.