Editorial: Lecciones de una polémica

La lección de las investigaciones sobre las compras en la CCSS es poner atención a las denuncias e investigar los indicios antes de desplegar energías para desacreditar al denunciante.

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La Caja Costarricense de Seguro Social abrió un nuevo procedimiento contra el gerente de logística, Luis Fernando Porras Meléndez, y el asesor de este, Hans Vindas Céspedes, por «pérdida objetiva de confianza». El trío de abogadas a cargo de las pesquisas debe examinar si los funcionarios se apegaron a las normas en el trámite de millonarias compras de mascarillas a proveedores inexpertos, el pago adelantado de $1,3 millones, la intermediación para la recepción de ofertas fuera del plazo establecido y la contratación de tres vuelos chárter, por $1,2 millones, para traer donaciones de mascarillas y otros insumos de China.

La lista de cargos fue compilada por la gerencia general de la institución a partir de investigaciones periodísticas de La Nación, en su momento atacadas por la presidencia ejecutiva y sus relacionistas públicos, cuya deficiente asesoría quedó al descubierto en varias oportunidades a lo largo de meses de polémica.

La lección para la prensa es obvia y está bien aprendida. Nuestra labor es persistir en la búsqueda de la verdad sin ceder ante los ataques desencadenados desde las cúpulas del poder. Las lecciones para los funcionarios también son evidentes, pero, cuando mucho, solo serán aprendidas por los mejores.

Para comenzar, la soberbia nunca debe llevarles a olvidar su transitoriedad en el cargo. Las instituciones no les pertenecen y quien denuncia una irregularidad con indicios suficientes merece ser escuchado, no desacreditado. Cuando el denunciante es un periodista profesional y valiente, como Diego Bosque, el ataque se transforma en acicate para intensificar la pesquisa periodística.

La respuesta institucional debe fundarse en hechos bien comprobados. Si el presidente ejecutivo de la Caja acusa al periodista de ignorar un documento supuestamente exculpatorio y sus acólitos aprovechan para poner en duda su profesionalismo y el de sus editores, es indispensable que el documento esté en el expediente y su contenido sea el pregonado por el jerarca. Cuando se comprueba lo contrario, lo mejor es admitir el error y no argumentar la existencia de una copia del expediente, oculta al público en una apartada dependencia de la institución, donde sí figura el documento cuyo contenido no demuestra exactamente lo pregonado.

También es importante evitar la falacia del argumento de autoridad. Sí, la Caja tiene uno de los departamentos de auditoría más grandes de Centroamérica, como dijo el presidente ejecutivo, pero eso solo magnifica fallas como las del informe sobre la contratación de vuelos chárter a China para transportar insumos. El 8 de mayo, la Caja envió un comunicado de prensa titulado «Auditoría de la CCSS confirma que contratación de servicio chárter fue transparente y apegada a la legalidad». Meses más tarde, debido a cuestionamientos de La Nación y una alerta anónima, la misma auditoría desacreditó su informe y planteó denuncias ante el Ministerio Público.

El jerarca hace mal si escucha a sus aduladores y, cuando lo exponen al primer traspié, le conviene extremar la cautela para no incurrir en el segundo. El presidente ejecutivo ofreció una cadena de explicaciones erradas y persistió en hacerlo después del descrédito de las primeras.

El 8 de mayo, en la Casa Presidencial, leyó parte del informe ahora desechado y aseguró una gestión apegada a la legalidad y criterios técnicos. El 4 de agosto minimizó las deficiencias en la adquisición de mascarillas y, así, después de cada publicación, daba versiones cuestionadas hoy por la propia auditoría y por la lista de cargos planteada a la comisión investigadora de la gerencia. A manera de ejemplo, basta con señalar su afirmación sobre la inexistencia de pagos anticipados y proveedores, tan contrastante con la petición de investigar un pago adelantado de $1,3 millones.

En suma, la gran lección es poner atención a las denuncias e investigar los indicios aportados antes de desplegar energías para desacreditar al denunciante. Esa mesura exige desconfiar del esprit de corps cultivado en muchas instituciones. Al jerarca siempre le convendrá rodearse de colaboradores capaces de demostrar su idoneidad con el sincero señalamiento de los errores, no con disparatados intentos de disimularlos.