Editorial: Educación falseada

El Ministerio de Educación difunde entre los alumnos de undécimo versiones tergiversadas de la historia reciente en consonancia con los prejuicios ideológicos de la izquierda

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Había una vez un país idílico, con ciudadanos igualiticos y prósperos. Era una nación solidaria, enamorada de su cocina y refractaria a las extranjeras, especialmente la comida rápida engendrada por el imperio. Hasta la línea aérea era autóctona y sus aviones surcaban los aires desplegando la insignia nacional. Apenas había pobreza y casi nada de desempleo. Las empresas públicas eran fuente inagotable de prosperidad y el Estado velaba por la felicidad de los pobladores.

Entonces, cayó sobre todo el territorio la inexplicable sombra del neoliberalismo, con los programas de ajuste estructural (PAE) promovidos por el Fondo Monetario Internacional como cabeza de playa. A partir de ese momento, todo fue tristeza, empobrecimiento, desigualdad y hamburguesas.

El país del cuento de hadas nunca existió y, si lo hizo, no se llamaba Costa Rica, salvo en la imaginación de algunos sectores de izquierda empeñados en negar el progreso de los últimos 40 años. Tampoco existió el parteaguas atribuido a los programas de ajuste estructural. Antes de los PAE, el país interesadamente idealizado por sectores de la izquierda había conseguido caer en una de las crisis más profundas de su historia, pero el Ministerio de Educación Pública no parece haberlo notado, a juzgar por las tergiversaciones presentadas a los alumnos como si fueran datos incontrovertibles.

En 1980, cuatro años antes del primer PAE, el 30 % de las familias vivían sumidas en la pobreza. En 1982, cuando la crisis desatada por el modelo “idílico” llegó a su punto culminante, la cifra ascendió al 50 %. A partir de entonces, comenzó a descender hasta rondar el 20 %, donde ha permanecido, obstinada, durante demasiado tiempo. El problema es real, pero la solución no está en las políticas de una época cuando era mucho más grave. Ni siquiera en plena pandemia, cuando durante unos meses subió al 26,2 %, nos acercamos al indicador de 1980.

En esa época, la nación ideal atestiguó el abandono de las aulas por los jóvenes de la “generación perdida”. No podían mantenerse en el sistema educativo porque debían atender necesidades urgentes, suyas y de sus familias. La recuperación del sistema fue lenta, pero constante, aunque aquella generación no encontró salida.

Las empresas estatales, especialmente las agrupadas en la Corporación Costarricense de Desarrollo (Codesa), perdieron torrentes de dinero y crearon amplias oportunidades para la corrupción. Así, contribuyeron a desencadenar la crisis. Deshacerse de ellas era una necesidad existencial. Líneas Aéreas Costarricenses S. A. (Lacsa), fundada en 1945 por la transnacional estadounidense Pan American World Airways, no fue propiamente una empresa estatal. Meses después de la fundación, Pan Am trasladó el 3 % de las acciones al Estado, que llegó a tener la tercera parte y luego fue limitando su participación hasta rondar el 2 %. Cuando los accionistas decidieron venderla, en 1992, al Grupo TACA, la alternativa era cerrarla, dada la insostenibilidad de su situación financiera.

Las cadenas de comida rápida incursionaron en nuestro país mucho antes de los PAE. McDonald’s, por ejemplo, acaba de celebrar su quincuagésimo aniversario en Costa Rica y Pizza Hut lo hará el año entrante. El fenómeno de la comida rápida existe en todo el mundo y no ha producido la temida uniformidad cultural. Por el contrario, empresarios de muchos países adaptaron la fórmula a la cocina local. En todo caso, no hay forma de evitarlo y es absurdo relacionarlo con los PAE.

La lista de mitos y fantasías es inagotable, pero basten las señaladas para protestar por las tergiversaciones y falsedades presentadas a los alumnos de quinto año como si se tratara de datos históricos, útiles para entender las dificultades de la actualidad sin compararlas con las del pasado para saber si hubo progreso. En Costa Rica, todavía perdemos niños a temprana edad, pero la cifra solo cobra sentido cuando se le contrasta con la media mundial y se constatan los avances desde la época idílica del cuento del Ministerio de Educación.

En una entrega del programa Aprendo en Casa TV, un docente repite todos los clichés mencionados y muchos más. El “educador” atribuye a los PAE el desmantelamiento del Estado social, el proceso de apertura y privatización de instituciones públicas, el aumento del desempleo, la caída del poder adquisitivo, la “globalización” de la economía nacional, el deterioro de la clase media y el surgimiento de actividades económicas, algunas ilegales y otras informales. También se produjo la “occidentalización de los hábitos de consumo, pues no eran muy comunes las comidas rápidas, las cadenas de cines con estrenos, las celebraciones foráneas, como Halloween, y la apertura de supermercados”.

Luego de atribuir a los PAE todos los males previos y posteriores a su existencia, así como algunos imaginarios, califica el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, Estados Unidos y República Dominicana como un PAE más. La terrible “consecuencia” es la promoción de las exportaciones de productos manufacturados, “como las pelotas de béisbol”.

En suma, los programas impuestos por el FMI pretendían superar “la supuesta ineficiencia del sector público” y buscar el modelo de promoción de las exportaciones que “medianamente” se ha logrado. El Ministerio de Educación no se ha enterado del éxito exportador de Costa Rica ni de la transformación de la “economía del postre” criticada por don Pepe Figueres en una producción diversificada, en todo sentido superior a la de los años “idílicos”. Solo las empresas en zonas francas dan trabajo a 187.000 personas y compran bienes y servicios por $2.323 millones anuales a 11.000 empresas locales. El “docente” se quedó con la noticia de la fábrica de pelotas de béisbol en Turrialba y hace gala de ignorancia al presentarla como insignia de la producción nacional.

En lugar del desarrollo, ve una disminución de las oportunidades educativas y de las posibilidades de empleo digno, además de un crecimiento del sector informal y de las “necesidades creadas en función de la publicidad”. “A partir de los 80, con la apertura de los mercados, somos más influenciados por ese tema de la publicidad y del mercado norteamericano y hay un incremento de la delincuencia juvenil… Hay que recordar que Costa Rica en el período reformista tenía muchas instituciones del Estado, una de ellas era una línea aérea costarricense llamada Lacsa, que lamentablemente después de aquel proceso se privatizó…”.

Lo más triste del episodio es la respuesta del Ministerio. No dijo una palabra, no se mostró alarmado y confió la explicación al propio docente, confirmando así el desinterés de las autoridades por los contenidos de los programas. El educador dijo no haber tenido intenciones de adoctrinar, “ni mucho menos faltar a la honestidad profesional e intelectual”. Acto seguido, afirmó que la lección en video “no fue más que una extensión de lo que ocurre a diario dentro de las aulas en las lecciones de Estudios Sociales”. Estamos advertidos, y eso debe ser motivo de honda preocupación.