Editorial: Derrota de la fracción del PUSC

En solo tres meses, una candidata sin mayor protagonismo desde hace 15 años venció con amplísimo margen a dos diputados, uno de ellos con aspiraciones presidenciales de larga data.

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Prácticamente toda la fracción legislativa de la Unidad Socialcristiana participó en los bandos perdedores de la convención partidaria celebrada el domingo pasado. Si se le toma como referendo sobre la labor legislativa, el resultado invita a reflexionar, no solo a esos diputados, sino a los demás y a las fuerzas políticas con intenciones de presentarse a las próximas elecciones.

En solo tres meses, una candidata sin mayor protagonismo desde hace 15 años, cuando en el 2006 dejó la vicepresidencia de la República, venció con amplísimo margen a dos diputados, uno de ellos con aspiraciones presidenciales de larga data, pese a la exposición y vigencia inherentes al cargo.

La ahora candidata Lineth Saborío superó a sus dos rivales, juntos, por un 20 % de los votos y cada uno de ellos apenas logró una tercera parte del respaldo ofrecido por los electores a la vencedora. La derrota es de la bancada, porque de ahí salieron los precandidatos vencidos, así como la jefa de campaña de uno de ellos, y los demás integrantes pidieron el voto para uno u otro postulante. Los votantes no hicieron caso. Se alinearon en enorme proporción con una campaña muy breve, sin respaldo de la fracción.

Después de un buen desempeño durante los primeros dos años del período, la bancada cedió al creciente clima electoral y optó por definirse como fuerza opositora sin contemplaciones. Quizá la culminación de ese derrotero fue el voto contra la ley de empleo público, a veces con el argumento maximalista de su insuficiencia y otras con el de la supuesta defensa de los sectores afectados.

El diputado Pedro Muñoz basó su candidatura en el trabajo con «los sectores». La expresión estuvo a flor de labios en cada intervención pública. Nunca definió exactamente cuáles sectores, la naturaleza de su participación ni las políticas resultantes, pero intentó convertirse en el candidato de empresarios, sindicatos y, cuando se le presentó la oportunidad, saltó las cercas del Congreso para sumarse a una protesta de vendedores de lotería.

Atento a cualquier posibilidad de lograr empatía, se declaró contrario a todo nuevo impuesto y, en medio de una crisis fiscal, propuso eliminar algunos de los existentes, argumentando la corrupción del caso Cochinilla. Si el impuesto a los combustibles de todas formas va a ser robado, no hay por qué pagarlo, decía el candidato cuyo discurso mejor definió a la fracción y el estilo adoptado por ella.

Erwen Masís procuró diferenciarse, con posiciones más serias, pero se le hizo muy tarde. No obstante, logró un sorprendente empate con Muñoz. Los «sectores», al parecer, no se sintieron bien representados y, si no votaron por Saborío, dividieron sus preferencias, a partes iguales, entre los dos diputados.

La fracción había incurrido en otros desatinos, como la enconada división interna cuando parte de sus integrantes negaron respaldo al diputado Pablo Heriberto Abarca para la presidencia del Directorio legislativo o los contactos del diputado Óscar Cascante con un grupo de sospechosos de narcotráfico. No obstante, la característica más notable de la gestión fue el populismo y cierta teatralidad generalmente asociada con esa forma de hacer política.

La fracción no hizo la mejor lectura del ánimo nacional y del electorado, cuya sofisticación y escepticismo van en aumento. Tampoco, podría argumentarse, lo ha hecho la candidata, cuyas posiciones se parecen en mucho a las de sus rivales. Ha tenido menos tiempo para exponerlas y podría ejecutar un giro. Lo mismo vale para otros aspirantes tentados por el populismo.