Transferencias focalizadas para atemperar la inflación

La respuesta a las crisis actuales no es bajar el precio de los combustibles ni subsidiar a los autobuseros

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Los vientos inflacionarios soplan con fuerza desde el exterior. Nos impactan de manera severa, junto con crecientes tasas de interés y precios de materias primas e insumos.

El barril de petróleo se ubicó este jueves en alrededor de $120, contra $79 hace un año. Tendencias parecidas afectan al trigo, la soya, el aceite vegetal y los fertilizantes, de los que somos importadores. Entre mayo del pasado año y el actual, nuestro índice de precios avanzó un 8,7%; el de Estados Unidos, un 8,6%.

El miércoles el Banco Central subió su tasa de política monetaria en 1,5 puntos porcentuales, hasta el 5,5%, que aún parece modesta. También el jueves, Suiza y el Reino Unido subieron las suyas en 0,5 y 0,25 puntos, respectivamente, al día siguiente de que la Reserva Federal, en Estados Unidos, la incrementó en 0,75 y anunció otros movimientos al alza.

El Banco Central Europeo ya dijo que ajustará las suyas en 0,25 puntos en julio y 0,5 en setiembre.

Todo lo anterior incide no solo en el alza de precios, sino también en el costo del crédito; por tanto, redundará en menor crecimiento económico, con impacto en los niveles de producción, empleo e ingresos, y el riesgo de que la inflación eche raíces.

No es momento para entrar en pánico, sino para entender la magnitud del shock y actuar en consecuencia... hasta donde se pueda.

El instrumental de que disponemos tiene límites. Por esto, lo que debemos hacer, como país, es administrar el daño lo mejor posible, con sensatez, sin ocurrencias y claro sentido de las prioridades.

Además de mantener la estabilidad, algo indispensable y posible, la gran tarea inmediata es atemperar el daño a los sectores más vulnerables. Si apenas ahora pueden afrontar sus necesidades alimentarias, pronto ni siquiera serán capaces de hacerlo.

La ruta correcta, en este sentido, no pasa ni por bajar el precio de los combustibles ni por subsidiar a los autobuseros. Al contrario, tal como dijo recientemente el presidente del BID, es hora de pensar en transferencias directas, para que los recursos lleguen no a los grupos con más galillo, sino a quienes más lo necesitan, pero normalmente carecen de voz.

El “espacio fiscal” para hacerlo es reducidísimo, pero tiene sentido estresarlo con ese fin. Se trata de elemental solidaridad ante otra emergencia. No podemos darnos el lujo de fallar.

Correo: radarcostarrica@gmail.com

Twitter: @eduardoulibarr1