Reformar todo el sistema educativo

El sentido común aconseja ser proactivos en las transformaciones para que no prevalezcan las imposiciones ni las visiones parciales

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El bienestar de las naciones depende de la formación de la población, del acceso sin exclusiones a las oportunidades y de la conservación y regeneración del medioambiente.

En el siglo XIX, una gran parte del éxito de los liberales en la transformación del país fue la eliminación de los planes de estudio medievales, asentados en el trivio y cuadrivio prevalecientes en las escuelas religiosas, que eran las únicas de entonces, y la introducción, al mismo tiempo, de la educación laica, que incorporaba agrimensura y otras materias requeridas para el desarrollo mercantil capitalista.

Dada la velocidad de los cambios tecnológicos, la existencia de un sector relevante de más del 50% de la población económicamente activa que tiene menos del bachillerato, asociado a la exclusión de amplios sectores y la necesidad de preservar y regenerar el medioambiente, base de nuestras fortalezas, el sistema educativo como un todo debe ser objeto de profundos ajustes y reformas. Con exclusión social y descuido del medioambiente se incuban peligros crecientes que amenazan al país.

En varios artículos en estas páginas, he escrito sobre los alcances que deben tener estas reformas en la educación básica, media y técnica, hasta la capacitación masiva en las comunidades.

Tal parece que para quienes se encuentran en una esfera de confort institucional es mejor obviar los problemas escondiendo la cabeza como el avestruz, sin darse cuenta de que esta reforma se hará con ellos, sin ellos o contra ellos.

El sentido común aconseja ser proactivos en las transformaciones para que no prevalezcan las imposiciones ni las visiones parciales. Por ejemplo, para que no se imponga el interés mercantil inmediato a la conservación de la riqueza biológica y la regeneración del medioambiente, de las cuales dependemos estratégicamente.

Desconocimiento sobre el FEES

Recientemente, la ministra de Educación dio sus opiniones, algunas de ellas razonables, acerca de cómo debe ajustarse la educación superior. Lamentablemente, todo dentro de un paquete de recorte presupuestario draconiano del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES).

La rebaja, por lo demás, no tenía asidero constitucional, pero era una amenaza por sus dimensiones, porque iba a afectar muy seriamente a la educación superior, que, independientemente de los problemas que deban corregirse, recibe muy buena calificación en la evaluación universitaria latinoamericana.

En otras palabras, amenazaba con desvestir un santo calificado para arropar a la educación primaria y secundaria, cuyas carencias, efectivamente, son serias. Solo que estas no son exclusivamente de presupuesto, sino también de gestión y evaluación.

Basta con referirse a las noticias sobre el tortuguismo prevaleciente en el Ministerio a causa del exceso de normativa y al estancamiento de partidas millonarias destinadas a la conservación y renovación de centros educativos, o, peor aún, cómo no se aprovechan y reproducen las mejores prácticas, que las hay, alcanzadas en los centros educativos.

Esto, en cuanto a calidad de la educación, pero también de renovación de las instalaciones físicas, gracias a la promoción de las comunidades organizadas. Por otra parte, deben perfilarse, como mínimo, las líneas estratégicas de los nuevos planes de estudio.

A tono con el siglo XXI

No basta con enseñar a manejar. Ante todo, es preciso capacitarse en organización alrededor de las actividades culturales, deportivas y financieras. Saber aprovechar la economía circular y regenerar el medioambiente.

Lo anterior, con instrumentos indispensables en nuestros tiempos, como programar con software libre, aprovechar la inteligencia artificial y la internet de las cosas. En fin, un nuevo currículum que prepare a los jóvenes para un siglo XXI colaborativo.

La reforma del sistema educativo es impostergable, y debe llevarse a cabo cuanto antes, pero dentro del régimen de derecho, con la información sobre los efectos de las medidas, uniendo en este proceso el haz de voluntades nacionales; no para retrasar las cosas llevándolas a comisiones interminables, sino para aunar compromisos que faciliten los cambios.

“Solo voy más rápido; juntos vamos más lejos”, dice un proverbio chino. En este sentido, las amenazas administrativas y políticas no contribuyen a crear el clima requerido.

Existen bastantes amenazas contra el medioambiente y crece la violencia debida a la exclusión social —que es capitalizada por el narcotráfico— para motivar e involucrar a todos en las transformaciones con vistas a lograr la estabilidad y el progreso en las décadas entrantes.

miguel.sobrado@gmail.com

El autor es sociólogo.