Primavera en Guatemala

La grandeza y la hazaña del pueblo guatemalteco deben ser recordadas siempre

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Tras una jornada caracterizada por obstáculos y otros intentos de sabotaje, Bernardo Arévalo fue juramentado. El 14 y 15 de enero del 2024 pasarán a la historia como fechas que no fueron solamente importantes para Guatemala, sino también para la región, en particular, y el mundo, en general.

Para mí, serán de las fechas más trascendentales en la historia de la democracia. Lo que acaba de ocurrir en Guatemala, uno de los países más cercanos a nosotros, no debe ser pasado por alto.

La lucha dada por Arévalo y su vicepresidenta, Karin Herrera, es digna de admirar por los demócratas. Aunque lo que resulta clave es que esa lucha no la dieron solos, sino que el pueblo se les unió y, en medio del caos político desatado, fueron las personas las que salieron a las calles a enfrentar el intento de golpe político.

Cabe resaltar el admirable papel de las comunidades indígenas que estuvieron del lado de la democracia y resistieron hasta el final. Los acontecimientos en los 106 días que pasaron desde la elección de Arévalo hasta su toma del poder deberán ser recordados por las grandes lecciones que dejan.

Hace algunas semanas, puse la elección de Javier Milei en Argentina como ejemplo del surgimiento del autoritarismo cuando el sistema democrático se debilita y se descuida. Ahora, deseo hacer lo opuesto y hablar de la prevalencia de la democracia sobre los intentos de imposición del autoritarismo.

Debemos recordar que la Fiscalía de Guatemala intenta invalidar los resultados de las elecciones. Organismos internacionales, países y líderes de la región mostraron solidaridad con el sistema democrático.

Nos demuestra una clara lección: para que la democracia triunfe, debe existir unión y cooperación, ya que ella se fundamenta en la participación ciudadana, es decir, con alianzas, colaboración y trabajo conjunto la democracia persiste.

Para que este sistema perdure, hay que alcanzar acuerdos, independientemente de la ideología; hay que respetar la voluntad popular. Por ejemplo, soy muy crítica del ultraderechista Milei, no me agrada en lo absoluto, y me parece que en el poco tiempo que lleva de presidente ya hizo mucho daño al país, pero no por eso saldré a irrespetar el resultado electoral que lo llevó al poder.

¿Por qué? Porque fue elegido legítimamente, sin ningún tipo de fraude comprobado. El mismo caso sucede con nuestro presidente, Rodrigo Chaves, a quien considero que, aparte de autoritario y demagogo, realiza un trabajo paupérrimo.

Pero también fue elegido legítimamente, por lo que no hay absolutamente nada que pueda hacer, por más que me hubiera gustado que fuera diferente.

Las elecciones libres, democráticas y sin fraude comprobado, independientemente del resultado, se deben respetar. Para respetar la voluntad popular se necesita sentido de convivencia cívica y pluralismo, la existencia en buenos y sanos términos de la diversidad ideológica.

Tener conocimiento del pluralismo contribuye a la aceptación de los resultados democráticos y, a la vez, saber que existe la diversidad ideológica aporta a la convivencia entre personas con criterios opuestos, siempre y cuando la forma de pensar no se base en el discurso de odio.

Guatemala hizo historia. La democracia no ha caído frente a los bruscos y absurdos intentos autoritarios, más bien, se ha visto reivindicada y fortalecida. Admiro y celebro la valentía del presidente Bernardo Arévalo y la vicepresidenta Karin Herrera, pero, especialmente, admiro al pueblo guatemalteco, que no se quedó callado, luchó, resistió, se defendió.

La grandeza y la hazaña del pueblo guatemalteco deberán ser recordadas siempre como una historia de resiliencia, pero, sobre todo, como una historia democrática que respaldó la verdad frente a la mentira, y la voluntad popular frente al interés de la minoría.

El autoritarismo ha sido vencido, por ahora, y eso me alegra. Una nueva primavera ha llegado.

m.ulethp@gmail.com

La autora es activista cívica de 17 años.