Luz Mary Alpízar, otra pasajera en el ‘avión presidencial’

Quienes vieron la película argentina ‘Relatos salvajes’ adivinarán por donde va esta columna de hoy

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El cuento es extenso, pero trataré de resumirlo. Quienes vieron la película Relatos salvajes adivinarán por donde va esta columna de hoy, con una reflexión que podría resonar en las conciencias de los demócratas.

Relatos salvajes es una producción argentina del 2014 y uno de los seis capítulos se titula “Pasternak”. Comienza cuando una mujer muy bella sube a un avión, y, mientras trata de acomodar la valija en el portaequipaje, el pasajero de la fila de al lado se ofrece a ayudarla.

El hombre empieza a acosarla: ¿Va por trabajo o placer? “Ambas cosas, espero”, responde ella. “¿Qué hacés?”, insiste. “Soy modelo”, contesta. “Perdón, debí haberlo imaginado”, dice él, fingiendo desconcierto.

Mientras el acoso sigue, nos enteramos de varios hechos: ella era novia de Gabriel Pasternak, un músico frustrado cuya tesis fue rechazada por un jurado del cual formó parte el acosador, quien se identifica como “crítico musical clásico” y se declara salvador de los oídos del mundo por haber negado la fama a Gabriel Pasternak.

En el avión viajan también la maestra de escuela de Gabriel, quien tuvo la difícil tarea de comunicarle que repetía el año, un excompañero de escuela que recuerda cómo, en cuadrilla, agredían al pobre Gabriel, un jefe que lo despidió porque Gabriel tenía problemas con los clientes y hasta su antiguo psiquiatra.

Dada la evidente casualidad, el crítico musical detiene la conversación para preguntar si alguien más conoce a Gabriel Pasternak... Todos lo conocían y ninguno pagó el pasaje. Fue un regalo, les tocó en una rifa, los invitó una empresa, etc.

En la escena final, y no hago spoiler porque el argumento se encuentra en Wikipedia y varios blogs en internet, aparece una sobrecargo muy afectada para informar de que Gabriel Pasternak es el comisario de a bordo, está encerrado en la cabina y no responde.

El psiquiatra corre a tocar a la puerta y le grita que él no tiene culpa del resultado de su vida, pues los culpables son sus padres, y cuando el avión ya va en picada, se ve a dos adultos mayores sentados en un campo abierto frente a la casa, sin imaginar el fin que les espera.

Gabriel Pasternak nunca pudo lidiar con el rencor y se aseguró de que a quienes posiblemente juró no perdonar jamás estuvieran juntos para su venganza, aunque él va también en la aeronave, como Luz Mary Alpízar “la traidora” y los rectores de las universidades donde el comisario de a bordo no terminó de estudiar y quizás quienes lo obligan a rendir cuentas, rehúsan cumplir caprichos —solicitados mediante mandaderos—, entre otros, en un avión sobrecargado.

Los demócratas no tienen por qué estrellarse junto con los Gabrieles Pasternak. El transporte más seguro del mundo es la aviación, como la democracia. Es posible verificar la procedencia del boleto o rechazar la dádiva, asegurarse de la calidad de la línea aérea, su trayectoria y reputación.

gmora@nacion.com

La autora es editora de Opinión de La Nación.