La tormenta perfecta ya nos está mojando

Para paliar los efectos de la tormenta podemos empezar por no encarecer aún más los costos de las transacciones y mejorar la eficiencia de los puertos

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El cierre del 2021 trajo nuevas preocupaciones. La variante ómicron del SARS-CoV-2 produjo un aumento significativo de los contagios en muchas partes del mundo, mientras tanto autoridades de diferentes naciones consideran el restablecimiento de medidas de protección y confinamiento, como las vistas al comienzo de la pandemia.

Está claro que la pandemia ha impactado seriamente muchas facetas de la vida en el planeta. La muerte de personas queridas —lo más triste— vino acompañada de disrupción en actividades económicas, con cambios en los hábitos de consumo, la pérdida de empleos y el descalabro del sistema educativo, para citar los más graves.

En el ámbito económico, uno de los grandes efectos es la dislocación de las cadenas globales de valor, que se produce y expresa de varias formas, entre estas, problemas en el transporte marítimo, la producción de semiconductores, la generación de energía, la crisis de fertilizantes y, finalmente, la escasez de alimentos.

Golpes mundiales de la tormenta

Esta especie de tormenta perfecta tiene secuelas que se observan en la insuficiencia de materias primas, fertilizantes, componentes, aparatos electrónicos, vehículos, maquinaria y alimentos.

Después de una caída abrupta en el comercio internacional durante los primeros meses de la pandemia, el rebote se topó con las restricciones sanitarias en los mayores puertos del mundo, como Shanghái, Singapur, Róterdam, Busan y Los Ángeles.

Las consecuencias son atascos, retrasos y cuellos de botella sin precedentes. Hay que sumar a lo anterior la continua falta de trabajadores portuarios y conductores, la escasez acumulada de infraestructura de transporte —puertos, carreteras, ferrocarriles, contenedores y camiones— en varios lugares del mundo.

El aumento en los precios del transporte de contenedores es impactante. El Freightos Baltic Index, que mide los precios globales de transporte de contenedores, se sitúa cercano a los $10.000 por contenedor de 40 pies, aproximadamente cinco veces los precios en octubre del 2020.

Para enviar un contenedor de Shanghái a Los Ángeles se deben desembolsar $17.000. En algunos casos, la altísima demanda de mercadería desde China al mundo ocasiona que los barcos regresen con contenedores vacíos a cargar en Asia lo más pronto posible, y dejan a los exportadores, particularmente de América, en problemas para sacar su mercadería.

Del mismo modo, durante el 2020 y el 2021, ha habido considerable insuficiencia de semiconductores o tarjetas de circuitos electrónicos, con efectos sistémicos en más de una centena de industrias, entre ellas, casualmente, vehículos y aparatos que necesitan un chip.

El confinamiento, la guerra comercial entre Estados Unidos y China y los fenómenos atmosféricos adversos se han confabulado para tal fin.

Acontecimientos que exacerban la tormenta

Paralela a la crisis del transporte, estalló la energética. Una serie de eventos desafortunados se conjugaron. Primero, el crecimiento económico se disparó de nuevo en los Estados Unidos, Europa y China, mientras los productores de energía y las empresas de transportes seguían bajo confinamiento. Lo anterior creó un desajuste evidente entre la oferta y la demanda, cuyos resultados eran predecibles.

Segundo, un clima extremo desató frentes fríos que obligaron al consumo de más gas natural y las inundaciones perjudicaron la producción de carbón. Tercero, la transición forzosa hacia la producción de electricidad por medio de fuentes renovables no tomó en cuenta los tiempos de transición, sobre todo, en China, originando desequilibrios también entre la oferta y la demanda.

Cuarto, parecemos haber olvidado la geopolítica energética, en donde Rusia sigue siendo un actor con poder inmenso parado sobre la manguera del gas natural en Europa.

El aumento de los precios del gas natural forzó a varias plantas de fertilizantes nitrogenados a detener o reducir la producción, incluida la noruega Yara International ASA y la principal empresa europea de productos químicos, BASF SE. El gas representa alrededor del 80% del costo de producción de los nutrientes y este ha aumentado casi seis veces desde que comenzó la pandemia.

Todo lo antedicho tiene efectos directos en la producción de alimentos, desde granos y concentrados para animales hasta productos pecuarios: res, cerdo y aves.

En Estados Unidos, por ejemplo, el alza en el costo de los fertilizantes mueve a productores de maíz a soya, mientras que el aumento de la energía, que incide en el costo del secado, mueve los granos hacia la producción de biocombustibles. Si a esto se le agrega el costo del transporte, las implicaciones para el sector agropecuario son muy negativas.

Los países más pobres experimentaron una fuerte subida en los precios de los alimentos hacia finales de este año, y alcanzaron el nivel más alto desde el inicio de la pandemia de covid-19.

Los precios del maíz y el trigo son un 44% y un 38% más elevados que antes de la pandemia (enero del 2020). Los principales riesgos para la seguridad alimentaria se encuentran en el país: los precios minoristas más altos combinados con ingresos reducidos significan que cada vez más hogares deberán reducir la cantidad y calidad de los alimentos.

Primeras gotas de la tormenta

Costa Rica empieza a percibir los efectos de esa crisis multifactorial. Los importadores, especialmente de mercancías de Asia, han debido pagar diez veces más por los fletes. Distribuidores de vehículos, maquinarias y otros aparatos se enfrentan a la escasez de inventarios.

Mientras tanto, agricultores y productores pecuarios compran fertilizantes e insumos agropecuarios a precios mucho mayores que antes de la pandemia, con impactos directos en las próximas cosechas, menores rendimientos e ingresos.

Por otra parte, los consumidores podrían empezar a sentir presiones inflacionarias, el peor de los impuestos porque se ensaña especialmente con las familias más vulnerables.

Desde el punto de vista de las exportaciones de bienes, celebramos un 2021 muy exitoso, con cifras récord y un incremento del 25% sobre el total exportado hace un año. Afortunadamente, muchos de los dispositivos médicos, principal impulsor de las exportaciones, salen por vía aérea, modalidad que ha tenido menos disrupciones. Sin embargo, en el 2022, las exportaciones de productos agropecuarios, que hasta ahora han sido afortunadamente muy resilientes, podrían sufrir grandes efectos negativos.

¿Cuál es el margen de maniobra del gobierno? Para el actual, no mucho, pero podría concentrarse en no encarecer aún más los costos de las transacciones. Deberían acogerse, sin demora, las propuestas de la Cámara de Comercio para minimizar el golpe de los impuestos que se recogen por concepto del costo de los fletes.

Para el próximo gobierno, la eficiencia de los puertos, tanto para exportar como para importar, deben ser prioridad. Esta es una tarea impostergable, con especial atención a las mejoras en Caldera y la carretera hacia Limón, y la negociación de mejores tarifas portuarias.

victor.umana@incae.edu

El autor es economista.