Juéguesela

La narrativa del Gobierno tiende a excusar la inacción para resolver los problemas de fondo del país y de ese modo alimenta la confrontación social

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El Gobierno construye una narrativa cuyo objetivo es difícil de descifrar. El enigmático discurso del mandatario, Rodrigo Chaves, sus ministros y la diputada Pilar Cisneros se resume en que cada ciudadano “se la juegue”. Juéguesela contra la inseguridad, los narcos, la pobreza, el bullying en escuelas y colegios, las listas de espera en la CCSS.

En el fondo, se fabrica una excusa para presentar el Estado de derecho como ineficiente y al país como ingobernable. Paralelamente, se deslegitiman los poderes legislativo y judicial al punto de ponerlos como obstáculos para el ejecutivo.

Cisneros es maestra en la narrativa. Ella dio el banderazo en setiembre, cuando afirmó ante los puntarenenses: “No esperen que el gobierno haga todo”. Dijo eso y más. Clarísimo. Que cada quien se la juegue.

En noviembre, el mandatario hizo la seguidilla al llamar a los trabajadores manuales a educarse, pues “cargar racimos de banano en un bote no va a sacar a nadie de pobre”. Sí, pero la falta de oportunidades para los más pobres empeora porque la cúpula del Ministerio de Educación no actúa y carece de norte.

El Colegio Técnico de Limón, con 1.400 alumnos, ejemplifica el juéguesela. Por el abandono del MEP, el director salió a pedir contribuciones por Sinpe, pues órdenes sanitarias impiden usar 25 aulas. Es el mismo colegio que suspendió las lecciones en agosto por adeudar la factura eléctrica. Es una situación común en otras partes del país. Así, en esa miseria de infraestructura, ¿quién se educa para competir con estudiantes de colegios privados por un cupo en una universidad pública? Menos si el presupuesto para becas colegiales fue recortado.

La cereza en el pastel la puso el ministro de Seguridad, Jorge Torres, al llamarnos a los ciudadanos “domesticados” por no atrevernos a tocar a la puerta del narco del vecindario para pedirle amablemente que deje de vender droga. Sí, otro juéguesela para excusar la inexistente estrategia contra la ola criminal.

¿El propósito de esta narrativa? Lo hay, pero es una incógnita. El riesgo está en que fácilmente puede ser también una excusa para alimentar la polarización, la brecha entre pobres y ricos y la confrontación social.

amayorga@nacion.com

El autor es jefe de Redacción de La Nación.