De frente: Lucha por la libertad

El Free Trade Hall, en Mánchester, guarda una lección contemporánea para los liberales costarricenses.

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Escribo esta columna desde el Free Trade Hall, un majestuoso edificio en Mánchester construido en 1853 para conmemorar el papel que la ciudad jugó en el movimiento por abolir las proteccionistas Corn Laws (“leyes de los cereales”). Si bien el inmueble es un símbolo de esa lucha particular que lideraron los liberales de la época, también guarda una lección contemporánea para los liberales costarricenses.

Fue en Mánchester desde donde la escuela liberal homónima promovió en el siglo XIX la oposición al imperialismo, la abolición de la esclavitud, la separación de Iglesia y Estado y la libertad de prensa. Pero su triunfo más célebre ocurrió en 1846, cuando el Parlamento británico derogó las infames “leyes de los cereales” que imponían altos aranceles sobre la importación de granos con el fin de proteger a los terratenientes locales. Los liberales de Mánchester presentaron su causa en términos morales: como una cruzada por reducir el costo de los alimentos para los más pobres.

He ahí una lección fundamental sobre el liberalismo. No se trata de una teoría económica, sino de una filosofía ética sobre los principios que deben guiar a las sociedades: el respeto a la autonomía del individuo, la voluntariedad de las relaciones sociales y la igualdad de las personas ante la ley. No olvidemos que Adam Smith no era un economista, sino un filósofo sobre moral.

Por eso no sorprende que el Free Trade Hall sirviera de escenario para otra gran lucha liberal en el siglo XX. El 13 de octubre de 1905, Christabel Pankhurst y Annie Kenney irrumpieron una reunión oficial para demandar el derecho al voto femenino, acto por el que fueron arrestadas. Fue un momento decisivo para las llamadas suffragettes. Décadas antes, liberales como Mary Wollstonecraft y John Stuart Mill ya habían presentado el caso a favor de tratar a las mujeres como seres racionales que merecen los mismos derechos que los hombres. Pero fue la irreverencia de Pankhurst y Kenney lo que catalizó el movimiento sufragista que culminaría con el reconocimiento del voto femenino en 1928.

La lección para los liberales costarricenses es que en pleno 2018 –y particularmente en esta elección– enfrentamos una cruzada moral: a favor del reconocimiento de la igualdad ante la ley de las minorías sexuales. Bien haríamos en tener muy presentes los principios que motivaron a los gigantes que nos precedieron.

jhidalgo@cato.org