Cuasi excusa

Las disculpas a medias, o tan solo aparentes, no son exclusivas del vocabulario político, pero abundan en ese ámbito, y David Meléndez Sánchez, alcalde de Tibás, lo demostró

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Nunca fue fácil pedir perdón. Quizá por eso tantos políticos cometen el error de hacerlo a medias y así profundizan el reproche inicial. “Lamento que usted lo tome a mal” u “ofrezco disculpas a quien pueda sentirse ofendido” son ejemplos clásicos de escapismo.

En el primer caso, el lamento no es por la ofensa, sino por la interpretación del ofendido. En el segundo, no hay una disculpa concreta para quien la merece, sino una oferta genérica, ayuna de dos elementos indispensables: el arrepentimiento y la aceptación de responsabilidad por el hecho específico.

Las disculpas a medias, o tan solo aparentes, no son exclusivas del vocabulario político, pero medran en ese ámbito. David Meléndez Sánchez, alcalde de Tibás, lo demostró una vez más cuando se refirió a su fuerte intercambio de palabras con un regidor que pidió observar la Ley General de la Administración Pública durante una sesión del Concejo Municipal.

“Ya va a empezar con sus playadas”, afirmó el alcalde, sin considerar la rápida difusión del incidente por internet y medios de prensa.

Cuando se decidió a ofrecer disculpas, echó mano del repertorio clásico de la excusa a medias. “Todos somos seres humanos y nadie es perfecto. Por eso, de la manera más humilde y respetuosa, quiero pedirles disculpas si en algún momento se sintieron ofendidos, ya que esa nunca fue ni será mi intención”. No lamenta lo dicho ni se hace responsable del bochornoso incidente.

Su preocupación es por lo que otros sintieron, en “algún momento”, pese a sus sanas intenciones.

La disculpa es genérica y no se dirige al agredido porque “en ningún momento” quiso “ofender al señor regidor” y mucho menos al resto de los regidores.

En suma, cualquier ser humano, imperfectos como somos, podría hacer exactamente lo mismo sin ánimo de maltratar a nadie y lamentando que alguien se sienta ofendido, lo cual, desde luego, se sale de su control.

Además, no hay razón para disculparse concretamente con el agredido porque no hubo intención de ofenderlo, y con decirlo basta. Allá él si entendió (o sintió) otra cosa.

Pero el alcalde no se ciñó al repertorio tradicional. También hizo un notable aporte al inventario. La falta no consistió en reprochar al regidor “sus playadas”, sino en dejar el micrófono abierto, de nuevo, “como ser humano” que es… “y como les ha sucedido a otras personas”.

En suma, es tan culpable como en algún momento hemos sido todos de una falta trivial. Esa versión, comparada con la realidad, no le ayuda en nada.

agonzalez@nacion.com