Soy un CCSS “lover”. Soy un ICE “lover”. Y soy un UCR, UNA, ITCR y UNED “lover”.
Lo soy porque todas estas instituciones, muchas con ocho décadas de vida, ayudaron (y ayudan) a construir el bienestar del que gozamos.
En dos palabras, la CCSS, el ICE y las universidades estatales son intocables porque los costarricenses nos empobreceríamos si no existieran.
Y, precisamente, por ser intocables, es que los periodistas y medios de comunicación independientes debemos ser críticos de lo que pasa en estas entidades: las están tocando demasiado.
El toqueteo viene desde adentro, desde sus cúpulas gerenciales y de sus sindicatos que perdieron la perspectiva de que estas instituciones son de servicio público, y no para servirse. Ellos, con tanta mano suelta para aprobarse privilegios salariales, debilitan el servicio público porque el costo de planillas sube irracionalmente a causa de los pluses, mientras el servicio público se queda estancado con poca inversión.
Por eso, cuando un periodista titula “Caja pierde $2,2 millones por costoso medicamento”, o “Planta Reventazón parará 6 meses para arreglo de fuga”, o “UCR recibe más fondos, pero crece menos en matrícula” es para poner en evidencia la gestión de políticos, burócratas o sindicalistas de turno. Nunca, nunca, la intención es desacreditar a estas entidades, porque, si algo tenemos claro en La Nación es que son intocables.
Lo más lamentable es que esos políticos, burócratas y sindicalistas que las gobiernan sí se creen, ellos, intocables, y ponen como intocables los privilegios que se han construido sin rango de ley.
En la CCSS, ICE y universidades los pluses son insostenibles. Ejemplo: a quién se le ocurre que a un profesor de la UCR pueda seguir pagándosele un plus de 3,75 % por año laborado… Y muchos más pluses. Eso sí es tocable para que la UCR no solo sobreviva, sino que dé mejor servicio.
LEA MÁS: Editorial: Desequilibrada propuesta fiscal
Los costarricenses debemos tener claro que los enemigos de la CCSS, ICE y universidades públicas no están afuera –menos en la prensa– sino adentro, enquistados, tomando decisiones que en lugar de mejorar el servicio público, favorecen el autoservicio. Y la misión de un periodista es evidenciarlos.