Zaguate Max, ya a salvo de la muerte, aprende a "ser perro" otra vez

El perro al que Senasa quería sacrificar por morder a un menor de 10 años convive con una pequeña manada mientras avanza en su proceso de rehabilitación.

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El zaguate Max aprendió a ser humilde. No tiene problemas para compartir su agua con otros perros, tampoco le incomoda convivir con gallos y gatos, ni representa peligro para las personas que lo rodean, según su entrenadora, Déborah Portilla

Max está pulgoso y hediondo, aprendió a ser obediente, tolerante y persigue los besos, las caricias y los masajes de su cuidadora, quien asegura que su nueva apariencia es parte del aprendizaje que está teniendo el pequeño animal.

Esa es, en síntesis, la realidad del zaguate Max, el perro al que solo unas semanas atrás el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) valoraba sacrificar.

El perro estuvo en el centro de la discusión pública tras morder a un vecino de su dueño. La familia del menor agredido solicitó alejar el animal del barrio y el Senasa, en algún momento, valoró la posiblidad de sacrificarlo.

Pero esa es historia vieja. Max está siendo rehabilitado desde hace un mes por la rescatista Débora Portilla, quien le está enseñando las normas de comportamiento caninas en un ambiente donde el principal objetivo es que recupere su "estado de perro" original.

"Sé que le gusta y qué no. Me le puedo imponer sin necesidad de castigarlo. Hay mucha comunicación y cariño. Juego con él, le hago masajes, le canto y no lo he bañado desde que está aquí. Venía oloroso a perfume, ahora huele a perro y está pulgoso. Había que devolverlo a su estado de perro", relató la cuidadora.

Portilla cuenta que los primeros cuatro días fueron mortificantes porque Max dejó de comer, una situación que no podía controlar pero que ya pasó a la historia.

"Viene de una familia que lo ama demasiado y eso hace un cambio muy grande en el perro. Pero ahora aprendió a ser humilde. Tiene que ganarse los besos y el cariño que le doy", continuó la rescatista.

La pasión de los dos la presumen más cuando juegan. "Juntamos esa adrenalina que nos emociona a los dos a la hora de jugar", dijo.

El deseo de Déborah es que los dueños de Max se lo den en adopción. Según ella, el problema por haber mordido a un menor de 10 años, vecino de Dos Cercas de Desamparados (donde viven los dueños del perro) se convirtió en un peligro inminente para el animal.

El temor de Portilla es que lo envenenen, por eso ella prefiere no entrar en detalles sobre dónde tiene al zaguate blanquinegro, aunque se atreve a decir que está "cerca de sus dueños".