CCSS dio la espalda a Francisco, Virginia y Yeimy; estas son sus historias

Estos vecinos de Heredia y Guácimo tienen en común una historia de carencias económicas y haber tocado otras puertas para solicitar ayudas que la CCSS no pudo darles

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Tres personas que viven en lugares muy diferentes comparten una historia común donde la pobreza y la enfermedad son visitantes frecuentes y, en la que además, han recibido muchos “no” en servicios de salud públicos que los han obligado a tocar otras puertas en busca de ayuda.

Francisco Ugalde Pérez tiene 79 años y vive en San Josecito de San Rafael de Heredia. Es un pensionado de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) a quien no le alcanza la pensión para pagar casa, servicios y sobrevivir junto a su esposa de 80 años y un nieto de 14.

Virginia Víquez Ugalde, de 39 años, vecina de Santa Cecilia de Heredia, y mamá de seis, es también el principal soporte de sus papás, adultos mayores. Su papá, un señor de 64 años, ha sufrido siete infartos, un derrame y carga con las secuelas de la diabetes y la hipertensión.

Y Yeimy Chinchilla Barrantes, de 35 años, de Pocora de Guácimo, Limón, quien tiene dos hijos. La mayor, de 12 años, es Valkiria Chaves. Padece una enfermedad considerada “rara”: el síndrome de Marfan, que le daña el tejido conectivo, principalmente, el de su corazón.

Estas son sus historias.

‘¡Ayuda, por favor!’

Las fotos de sus piernas a punto de reventar explican sin muchas palabras por qué Francisco Ugalde necesitaba con urgencia una silla de ruedas para movilizarse.

Los dos bastones que empezó a usar hace unos años atrás, cuando sus extremidades inferiores comenzaron a fallarle, ya no son suficientes para sostener las enfermedades que carga en su cuerpo de 320 libras.

¿Pedírsela a la Caja? ¡Dios guarde! Si no vio lo que dijo el presidente la semana pasada, que las va a poner más caras”, contestó al preguntarle si alguna vez solicitó la silla de ruedas a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).

La silla le llegó hace unas semanas de la mano del Club Rotario, que se la regaló al conocer las peripecias que este extaxista padece. Ese Club también le ha facilitado comida y atención médica gratuita.

Su pensión de ¢130.000 al mes no le alcanza para pagar ¢227.000 de alquiler y ¢40.000 de luz y agua. ¿Cómo hace para sobrevivir? Pues de la caridad, asegura.

Cama, sillones, cocina, armarios... todo se le está cayendo a pedazos, asegura. Si no fuera por vecinos de gran corazón que le traen dos bolsas de arroz un día, dos de frijoles otro, una cajita de huevos y una botella de aceite, ni él ni su esposa ni su nieto tendrían para comer.

Las enfermedades que carga son muchas y cada vez se agravan más. No aguanta las piernas y padece de algunas úlceras por permanecer tanto tiempo inmóvil.

“¡Qué le van a importar al presidente las personas como yo. Mientras ellos vivan bien que los demás vivan como sea. Ahora la humanidad no tiene compasión”, reclamó Francisco Ugalde, a quien usted podría ayudar por medio de Sinpe, al 7246-2627.

Criar 6 hijos sola

A Virginia Víquez la dejó su esposo con seis hijos a cuestas. Recuerda que esa separación la envió dos semanas al Hospital Psiquiátrico (hoy Hospital Nacional de Salud Mental), casi enloquecida por el temor de no ser capaz de criar a sus pequeños sin el apoyo del padre.

De eso hace ya dos años. El tiempo le demostró que podía, aunque a grandes penas. Dos hijos ya salieron del colegio, otros dos están a las puertas de la graduación y los más pequeños avanzan en ese camino en el que ella les dijo: “yo les garantizo la secundaria, pero ustedes deben procurarse el resto”. Y los muchachos no le han fallado.

Vendiendo lo que sea, desde empanadas hasta bisutería y sartenes, Virginia ha sacado adelante a sus hijos al mismo tiempo en que se ha convertido en el principal apoyo de sus papás, dos personas ya grandes con enfermedades a cuestas.

Su papá, de 64 años, arrastra un historial de padecimientos que lo hacen depender de la ayuda de otros. Por eso, ella acudió al Club Rotario, donde conocen bien su historia, para solicitar la silla de ruedas que le negaron en la clínica de San Rafael de Heredia.

Viven a “coyol partido, coyol comido”, cuenta, pero esto no le quita ganas ni a ella ni a sus seis hijos de seguir adelante.

Actualmente, ahorra para comprarle los zapatos de colegio a una de sus hijas, y un horno de segunda para que la otra colegiala prepare donas y las venda en el cole para ayudarse en sus estudios.

Mientras tanto, espera con paciencia franciscana la cita en Neurodesarrollo, que le dijeron está a dos años en el Hospital de Niños, para que el pequeño de la familia, Thiago, de 9 años, reciba la atención que necesita por un diagnóstico de autismo.

Con ese trámite en mano, el pequeño aspirará a una de las ayudas económicas que da el Consejo Nacional de la Persona con Discapacidad (Conapdis)

Si usted desea ayudar a esta familia puede hacerlo por el Sinpe 6367-3075.

Defensa de derechos

Yeimy Chinchilla Barrantes ha pasado luchando por los derechos de su hija, Valkiria, desde que nació, hace 12 años, y recibió el diagnóstico de una enfermedad “rara”: síndrome de Marfan.

En palabras de su mamá: “la enfermedad le degenera el esqueleto: todas las articulaciones, nervios, el corazón. Tiene tanto colágeno y elastina que los tejidos se dañan y revientan”.

Según Yeimy Chinchilla, a su hija le han faltado un montón de cosas pues siempre que va a la CCSS le niegan o le ponen todos los peros y barreras del mundo, dice.

“Mi hija pasa con dolor crónico. La llevo al Hospital de Niños o al Ebáis y lo que le mandan es ibuprofeno. Y ellos saben el inmenso dolor que padece. Solicité la cama ortopédica y una faja dorsolumbar con corrector de postura, y en el hospital dijeron que no. Más bien la dieron de alta”, reclama.

En el Colegio Técnico de Guácimo, donde Valkiria inició la secundaria, las cosas tampoco han sido favorables para la adolescente, reclamó su mamá.

“Ahora nos quieren meter impuestos a uno, que ni siquiera puede comprar la comida de todos los días. Yo no le puedo comprar la faja porque cuesta más de ¢60.000. Le toca dormir en un colchón corriente porque no tenemos los ¢200.000 que cuesta el que necesita, y todos los días amanece con la espalda dañada y con dolor”.

Si desea ayudar a la familia a conseguir lo que Valkiria necesita para tener una mejor calidad de vida puede hacerlo por el Sinpe 6443-2357.