Con 90 años y cámara en mano doña Fe expone su primera foto de un perezoso

Junto a otros 14 adultos mayores, esta vecina de La Carpintera, en La Unión de Cartago, protagoniza una exposición fotográfica en el Hospital Nacional de Geriatría

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La afición por la fotografía que heredó de su difunto marido, alimenta en María Fe Sánchez Martínez un pasatiempo que hoy, a sus 90 años, le inyecta vida todos los días, en su casa, a los pies del cerro La Carpintera, en La Unión de Cartago.

Junto a su numerosa prole, formada por cuatro hijos, 13 nietos y casi 14 bisnietos (uno viene en camino), Fe −como prefiere que la llamen– aprovecha cada paseo para salir con su Canon a buscar paisajes de atardeceres y naturaleza vibrante para volverlos inmortales con cada click de su cámara.

Como decimos en tiquicia, doña Fe es muy ‘pata caliente’. Frecuentemente, sale en viajes cortos con su familia a disfrutar de la naturaleza mientras se come un buen desayuno. Justo este domingo 16 de octubre conversamos con ella, bien de mañana, pocos minutos antes de salir de paseo con unos sobrinos. Tan paseadora es que siempre tiene una maletita lista por si alguien la invita a dar una vuelta por ahí.

La entrevistamos porque una de las mejores fotografías que ha tomado en sus diez años en el grupo Prisma, organizado por Carlos Villalobos, con apoyo de la Municipalidad de La Unión, es parte de una exposición fotográfica junto a otros 14 adultos mayores, en el Hospital Nacional de Geriatría. Del grupo, ella es la más longeva.

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Fue precisamente en uno de esos frecuentes paseos familiares cuando captó a un perezoso movilizándose con su característica lentitud por unos cables, en San José de la Montaña, en Heredia. La imagen de ese perezoso cuelga ahora en una de las paredes del edificio SIGA (Servicios Integrales Geriátricos Ambulatorios), del Hospital Nacional de Geriatría.

La exposición es parte de la campaña SIGA que motiva a los adultos mayores a continuar activos con pasatiempos como el que disfruta esta cartaginesa.

Doña Fe acaba de estrenar sus 90 años. Los cumplió el 24 de setiembre. Vive casi en el mismo pueblo donde nació, creció y formó a su propia familia.

Fe Sánchez guarda en su memoria y con especial cariño sus paseos de infancia a La Carpintera. Para Navidad, relata, toda la familia subía a los potreros a traer lana para los portales. “Como ahí los potreros son en cuesta, nos tirábamos rodando desde arriba”, rememora con nostalgia.

“Mi mamacita me puso María Fe Sánchez Martínez. El nombre viene de una de las tres virtudes. Cuando mamá tuvo a su primera hija le puso Caridad, y se le ocurrió que si tenía otras dos les pondría Fe y Esperanza. Entonces nos llamamos Fe, Esperanza y Caridad”, contó la única superviviente de una familia también numerosa, formada por su papá, el boyero Azarías Sánchez, y su mamá, María del Socorro Martínez, quien murió cuando Fe apenas tenía cuatro años.

“Yo tengo varias cámaras. Una cámara que siempre llevo a todos los paseos y otra más pequeña. Me gustan más las fotos que tomo con ellas que las que salen con celular”, comentó.

Fue su difunto marido, Miguel Durán, quien le inculcó el amor por la fotografía. Todas las fotos de sus cuatro hijos pequeños fueron tomadas por Miguel, barbero de oficio.

“Cuando salimos a alguna parte, todo lo que veo bonito lo tomo. Los paisajes me encantan, las puestas de sol, cualquier cosa que veo y me gusta la tomo”, cuenta. La ampliación de las fotos elegidas la hace con apoyo del grupo Prisma.

¿Cuál es su historia con el perezoso? “Mi nieta (Nancy Garita) y su esposo nos llevaron a mi hija Irma y a mí a San José de la Montaña. Cuando veníamos estaba el perezoso guindando de los cables. Me llamó la atención y ahí está el resultado”, contesta.

Doña Fe es ejemplo vivo de un envejecimiento saludable y activo. Asegura sentirse muy bien, sobre todo, porque cuenta con el cobijo de hijos y nietos, una red de cuido fundamental para esta etapa de la vida de cualquier persona.

Fe vive en su propia casa, rodeada de fotos y recuerdos, pero desde que su esposo murió, hace 18 años, duerme, se baña y desayuna donde su hija Irma. Luego de desayunar, vuelve a su casa a pasar el día haciendo sus cosas.

“He vivido tantos años tal vez porque he sido muy tranquila. Nada me molesta y todo lo disfruto. Viviré hasta dónde Dios me lleve”, concluyó.