Fractura de cadera no impidió a domingueña centenaria votar por decimoctava vez

Elvia Rodríguez Arce cumplió 101 años el 4 de febrero y este domingo votó acompañada por uno de sus tres hijos y un nieto; como maestra jubilada, cumplió con un deber cívico

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En la silla de ruedas que la acompaña desde que se fracturó la cadera, hace cuatro meses, la maestra domingueña Elvia Rodríguez Arce recorrió este domingo las cuatro cuadras que separan su casa de la Escuela Félix Arcadio Montero, en el corazón de ese cantón herediano, para votar por decimoctava vez en sus 101 años de vida.

“Creo que esta será tal vez la última votación por la edad que tengo. No creo que vaya a vivir muchos años más. Ya tengo 101 años y nunca he dejado de votar desde que las ticas lo hacen. Aquí estoy cumpliendo con mi deber”, mencionó apenas salió de la mesa 4476, en donde votó a las 9:45 a. m. de este domingo. A Elvia la asistió su nieto Carlos Aguilar, y fue acompañada hasta la escuela por Nelson Aguilar, el segundo de sus tres hijos.

Por nada del mundo, esta elegante dama de profunda mirada azul dejaría de ejercer su derecho a elegir a los futuros presidente y diputados de su país. Lo ha hecho desde 1953, cuando las ticas se inauguraron como votantes en una elección presidencial. El 30 de julio de 1950, las costarricenses ejercieron ese derecho por primera vez en el plebiscito de La Tigra de San Carlos.

Desde las 5 a. m., estaba despierta. La emoción de saber que iba a votar no la dejó dormir más allá de esa hora, sobre todo, porque su nieto, Carlos Aguilar León, está de candidato a diputado por el Partido Unión Liberal, en Heredia.

Su asistente, Diana Urbina, la ayudó a vestirse y una de sus 40 sobrinas, Eugenia Rodríguez Aguilar, le ayudó a maquillarse. Porque salir sin estar presentable no es ni ha sido nunca una posibilidad para doña Elvia, quien siempre ha destacado por su elegancia y coquetería.

Maestra y señora

Elvia Rodríguez tenía 32 años cuando votó por primera vez. Estaba a un año de casarse con quien fue su marido por casi medio siglo, el odontólogo José Francisco Aguilar Vargas, de origen domingueño, como ella. Su esposo falleció en el 2003.

Creció en una familia numerosa, como las de antes. Fue una de los diez hijos del empresario Arcadio Rodríguez y Lidia Arce. De la camada Rodríguez Arce solo sobreviven Elvia y una hermana menor, de 87 años, relató su hijo, Nelson Aguilar Rodríguez.

Entre sus mejores recuerdos de infancia, en un mundo que apenas ingresaba a la llamada Gran Depresión –una de las mayores crisis financieras mundiales del siglo pasado–, está un viaje a Limón, a pasar las vacaciones adonde un tío que vivía cerca del parque Vargas con vista al tajamar.

Fue testigo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), de la Guerra Civil del 48 en la que parientes suyos calderonistas padecieron persecución política, y ahora le ha tocado vivir una de las pandemias que más han golpeado a la Humanidad en tiempos modernos.

Doña Elvia Josefina del Socorro Rodríguez Arce, como aparece en el Registro Civil, se graduó de educadora en la Escuela Normal, de Heredia, y dio clases hasta que se jubiló. Entre las escuelas que la tuvieron como maestra están la Benito Sáenz, en Santo Domingo de Heredia; la Juan Rudín, en San José; y la Jesús Jiménez, en Cartago.

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Excepto dos accidentes de tránsito, uno tras otro, sufridos cuando frisaba los 90 años, y la fractura de cadera de hace cuatro meses, la salud de esta domingueña ha sido de hierro. Además, dice su hijo, “es una señora de carácter”.

“Es una persona muy decente, honrada, criada en una familia de valores, de esas fuertes como eran antes. Es muy católica. La política la ve como una responsabilidad y un deber cívico”, agregó Aguilar.

Esa herencia es una de las que seguramente dejará a sus seis nietos y cuatro bisnietos. La responsabilidad con el país, incluso, hizo que se sintiera muy molesta y preocupada en la última huelga de educadores. Doña Elvia no concebía cómo era posible que no se preocuparan porque los estudiantes perdieran clases.

“Ella quiso hacer un video para la huelga de maestros porque no estaba de acuerdo con eso. En ese entonces, nos contó que cuando daba clases en la Juan Rudía y veía que sus alumnos estaban atrasados en algo, le pedía a los papás que se los trajeran a las 6 de la mañana, una hora antes de entrar a lecciones, para darles recuperación. Esto, ahora, es inimaginable para muchos”, recuerda Aguilar.