¿Pueden sobrevivir los bebés en una piscina? Sí es posible, pero con la guía correcta

Nueva técnica permite a menores de los dos meses hasta los cinco años flotar y moverse dentro del agua de manera natural. Habilidad les ayudaría a enfrentar una situación de emergencia y más adelante, a nadar con más facilidad

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En el vientre materno, el bebé se mueve en un medio acuático que le permite desarrollarse, alimentarse y adquirir destrezas que necesitará para enfrentarse al mundo. ¿Podría sobrevivir en el agua con esta misma facilidad después del nacimiento? La respuesta es sí, pero para que un niño pequeño lo logre debe contarse con la guía de personas debidamente capacitadas.

De lo contrario, el menor podría desarrollar lesiones, accidentes o ver perjudicada su salud mental y emocional, y hasta experimentar miedos y otras dificultades para relacionarse con el agua y más adelante, aprender a nadar.

Con esto en mente, la exnadadora María José Artavia, quien tiene tres hijos menores de cinco años, comenzó a buscar, hace un par de años, alguna opción que le permitiera a sus hijos convivir con el agua sin temores y salir airosos de eventuales peligros.

“Muchos de nosotros aprendimos natación de una manera diferente, pero también estábamos más expuestos a llevarnos ‘sustos’ o no saber cómo reaccionar ante una ola o ante alguien que nos empujaba en una piscina o si nos caíamos”, expresó.

Luego de mucho buscar encontró en Estados Unidos una técnica de supervivencia llamada “flotar, nadar, flotar” (en inglés: swim float swim). Su objetivo es que los menores, a partir de los dos meses de vida, comiencen a familiarizarse con los ambientes acuáticos. ¿Cómo lo hacen?

No se trata de clases de natación ni de estimulación temprana, como ha sido la tendencia, pero sí de desarrollar habilidades que les permiten acostumbrarse al agua y especialmente a flotar, lo que les daría una ventaja comparativa en caso de algún accidente.

Obviamente, todo este entrenamiento les ayudará a adquirir independencia, ejercitar su motora gruesa, potenciar su aprendizaje y, en el futuro, nadarán con mayor facilidad.

Convencida de que la técnica era ventajosa para los padres y sus hijos, Artavia decidió capacitarse, obtuvo una acreditación y trajo la modalidad a Costa Rica,donde la aplica desde el año pasado en Wawa Prenatación.

Algo diferente

La técnica flotar, nadar, flotar tiene sus particularidades. Por ejemplo, mientras se aprende y se domina, los bebés no utilizan del todo los brazos porque ellos, como se dijo anteriormente, deben concentrarse en aprender primero a flotar bien.

Los alumnos se reciben a partir de los dos meses (no antes) y hasta los cinco años de edad. Además, las sesiones son más cortas que las tradicionales clases de natación para bebés.

Mientras aprenden a desarrollar la habilidad de flotar, los menores entran a la piscina con uno de sus padres e interactúan con el agua durante 30 minutos. Ya una vez que logran esa meta, pasan a una fase de afianzamiento, donde sus papás no entran a la piscinay los bebés permanecen hasta diez minutos solos, bajo la guía y cuidados de instructores especializados y certificados en Estados Unidos.

“Nosotros hemos visto niños que rápidamente adquieren las habilidades. Son más seguros y no tienen problemas. De hecho ya comenzamos con un siguiente nivel llamado little fish (pequeños peces), que es la siguiente parte. Ya cuando los vemos más desarrollados sí los referimos a academias de natación”, aseveró Artavia.

Otras opciones

Además de esta técnica, existen otras opciones para que los bebés se familiaricen con el agua. Eso sí, los especialistas aconsejan no dejar a los menores por la libre ni que sus hermanos o primos mayores lo “socialicen” con las piscinas. Eso puede ser muy peligroso.

“Queremos que el menor tenga una experiencia agradable con el agua y no que más bien, fruto de una mala experiencia, desarrolle miedo y nunca aprenda a nadar”, aseguró la especialista en psicopedagogía Luciana Pauli.

“Si el agua es bien usada, el bebé se relaja, aprende nuevos movimientos, fortalece su musculatura y aprende a controlar la respiración. Pero para ser bien usada se requiere de la guía de personas que sepan acerca del desarrollo motor del menor, no solo de quienes puedan evitar que este se ahogue”, añadió.

En este punto, Juan Antonio Morero, especialista español en neurodesarrollo, opina parecido: “Si vemos el concepto de supervivencia en el agua sin ninguna ayuda o con la guía de adultos que simplemente saben nadar pero no están capacitados, o que creen que a los bebés se les enseña natación como se hace con un niño de siete años que ya está más crecido y desarrollado, pues cometemos un error. Con un programa de actividades acuáticas para bebés, el niño adquirirá un conjunto de comportamientos que permitirán que no tenga miedo o recelo a meter la cara en el agua o ser capaz de mantener la flotación”.

Es amplia la lista de las academias o institutos de natación que ofrecen clases para bebés o que buscan estimularlos a través del agua. ¿Todas son adecuadas? Según Pauli lo mejor es ser prudente e informarse bien antes de elegir.

¿En qué fijarse? Más allá de recomendar nombres de institutos o academias, los especialistas hablan de una serie de lineamientos para escoger el sitio apropiado. En ese sentido, lo primero en que los padres deben fijarse antes de matricular a su bebé en un lugar de estos, es estudiar los atestados de quienes impartirán la técnica o la clase: ¿cuál es su formación base, dónde se capacitaron? También es vital cerciorarse de la higiene de esos establecimientos.

En estos momentos también ayuda el hablar con otras personas y compartir experiencias acerca de cada sitio. De igual manera es recomendable evacuar dudas con los profesores de los niños.

Pero más allá de eso, Pauli aconseja observar con cuidado el trato que se le da a los menores mientras interactúan en el agua. El proceso debe ser natural, sin presiones, sin que a los alumnos se les obligue o se les insista. Gritos, jalones o exigencias no deben ser permitidos.

“Nadie, ni siquiera un adulto que ya terminó su desarrollo puede aprender a nadar en una hora o dos, por más claras que sean las indicaciones que se le dan. Nadie atiende ni aprende a punta de gritos. En los niños pequeños la paciencia es clave”, recalcó Moreno.

Pauli tiene un argumento similar: “No perdamos de vista algo: por más que haya métodos de enseñanza en que se les hable firme a los alumnos, esto no significa dejarlos de tratar como seres humanos, y no se les respeten sus derechos y su dignidad, especialmente cuando estamos hablando de niños tan pequeños”, concluyó la especialista.