Afecto transmitido por familiares en cuidados intensivos sí mejora salud de los niños

Estudio realizado en 26 de estas unidades pediátricas en tres países confirma que tanto padres como menores se ven beneficiados.

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Mientras un bebé o niño pequeño permanece en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), sus papás o familiares tienen un tiempo muy limitado para visitarlos y estar con ellos. Sin embargo, esos pocos minutos son vitales para mejorar la salud, no solo la de los menores, sino también la de las personas que llegan a estar con ellos.

Estos son los resultados de un estudio realizado en 26 UCIS en tres países (Canadá, Australia y Nueva Zelanda), donde se encontró que las personas que tienen un rol activo durante estas visitas, como dar medicamentos orales, ayudar en la alimentación, tomarles la temperatura o vigilar los signos vitales de los niños, mostraba pacientes con mejores resultados y adultos con menos síntomas de depresión y ansiedad.

El reporte fue liderado por científicos de la Unidad de Pediatría del Sistema de Salud Sinaí, en Canadá, y analizó los datos de las UCI durante dos años.

En este tiempo, cada una de ellas tuvo entre 891 y 895 pacientes, en su mayoría, bebés que no habían superado las 33 semanas de gestación (un embarazo a término tiene 40 semanas).

El documento, publicado en la revista The Lancet Child & Adolescent Health, indicó que no cualquier centro médico era elegible para esta investigación, pues se requería que los familiares tuvieran un espacio para poder estar y descansar, sillas a la par de las cunas de la UCI y personal de salud capacitado en atención y soporte a las familias.

"El cuidado dirigido a la familia, no solo hacia el paciente, tiene un buen impacto para la salud de todos los involucrados", explicó en un comunicado de prensa Karel O'Brien, una de las investigadoras.

El estudio

A las familias se les dividió en dos grupos: uno con participación activa y más visitas a la UCI y otro en donde los familiares no tenían mayor contacto con el niño enfermo.

Los padres del primer grupo debían comprometerse a estar en la UCI al menos seis horas diarias, cinco días de la semana. Ellos recibieron lecciones sobre cómo cuidar de un menor internado en cuidados intensivos. Este curso se dio durante tres semanas y tenía duración de una hora.

Luego de las lecciones, los padres participaban en funciones que iban avanzando en complejidad conforme adquirían más conocimientos. Dentro de esas misiones estaban bañar a los niños, alimentarlos, vestirlos, cambiarles pañales, darles medicamento, tomarles la temperatura. También se les tomaba opinión sobre decisiones clínicas. Sin embargo, había tareas que se les advertía no podían hacer, como ajustar los niveles de oxígeno.

Al cabo de 21 días, los menores del primer grupo presentaban mayor aumento de peso diario que los del segundo grupo (26,7 gramos versus 24,8 gramos). Esto puede parecer una diferencia muy baja, pero en términos de peso en un bebé prematuro cada gramo es ganancia y ayuda en su desarrollo físico y neurológico.

Además, los padres que participaron más de los cuidados tenían menos niveles de ansiedad y de estrés. Asimismo, una vez dados de alta, las madres del primer grupo conseguían dar más lactancia materna a sus hijos (70%, contra 63% del segundo grupo).

No hubo diferencias en la mortalidad o permanencia dentro de la UCI o en el hospital.

"Lo que pudimos ver es que los padres pueden hacer algo más en la UCI que simplemente visitar a sus hijos. Si les instruimos para participar activamente esto ayudará a que los bebés se repongan más rápido y tanto padres como hijos tengan mejor salud mental", destacó O'Brien.

No obstante, la especialista añadió que el solo hecho de visitar a los bebés y hablarles trae más beneficios a la salud de los menores que el permanecer distanciados de los niños durante su internamiento.