Zapping: La tv, el antídoto para la vana espectacularidad del cine

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La pelea entre Iron Man y El Capitán América, la disputa de Batman contra Superman; el regreso a la pantalla gigante de Deadpool, el mutante bocazas de los cómics, y la primera versión cinematográfica de Apocalipsis, uno de los enemigos más poderosos y emblemáticos de X-Men, son eventos que hacen el 2016 sea uno no apto para fanáticos del cine con problemas cardíacos.

Pero, como casi siempre ocurre con el cine, la cantidad no garantiza en ningún caso la calidad. Ya antes se han visto casos de sonoros fracasos de taquilla y crítica que apenas meses antes hicieron delirar a los fanáticos por la emoción con sus avances y promociones.

Ocurrió, por ejemplo, con las precuelas de Star Wars, que generaron (sin mucha dificultad) un frenesí espectacular que terminó por dejar un tremendo sinsabor incluso entre los aficionados más radicales de la saga, cuando la nueva trilogía terminó siendo una sumatoria poco coherente de malas actuaciones, pésimos diálogos y, salvo algunas excepciones, con poco corazón.

Algo similar ocurrió hace apenas un par de años con el ‘reboot’ de Spider-Man que vino después de la trilogía de Sam Raimi y que terminó por saturar al público.

Y aunque Andrew Garfield fue un muy buen Peter Parker y Emma Stone se lució como Gwen Stacy, lo cierto es que los villanos no funcionaron y la historia se antojó repetida, aburrida y predecible.

¿Entonces no vale la pena emocionarse por los eventos que se vienen en este 2016? Creo que hay sobradas razones para estar convencido de que sí.

Los estudios le están apostando a un grupo de fanáticos que creció leyendo cómics y que jamás imaginó que podría ver a un Batman enfundado en lo que parece ser un traje movido por kryptonita para poder encajar unos puños en la quijada perfecta de Superman.

Es, realmente, un sueño hecho realidad que Marvel adapte Civil War, una historieta compleja, que aborda la moralidad de la sociedad post 11 de septiembre y la responsabilidad de quienes tienen demasiado poder en sus manos.

Pero, a la larga, parece que la fórmula de apostarle a toneladas de pirotecnia que se traduce en efectos especiales ya no deslumbra tanto como antes. Y está quedando en evidencia la falta de fondo. Ya no nos deslumbran los espejos.

Por eso, la respuesta parece estar en la televisión. Y allí la manzana no cae muy lejos del árbol. Mientras Marvel Studios y DC Comics han logrado mezclar unos ingredientes que dan como resultado la muy buena receta de un universo cinematográfico conectado, con películas que enlazan con otras, lo cierto es que siguen fallando en el desarrollo de personajes, en historias que se sostengan y en argumentos frescos y originales.

El problema es que aunque la espectacularidad no sobra y el banquete visual es exquisito y variado, las películas terminan por ser una anécdota bastante olvidable en una sala de cine 3-D, además los villanos parecen más caricaturas que las caricaturas en las que están basados.

Los fuertes dilemas morales que han permeado a los cómics por décadas quedan sepultados bajo la pólvora colorida de los efectos especiales y las necesidad de comprimir complejos arcos argumentales, que en las revistas se extienden hasta por años, hace que los argumentos de los estrenos de verano sean débiles o carezcan de un verdadero conflicto.

La televisión, a su vez, parece haber encontrado la solución. Un antídoto para el veneno que es la parafernalia sin un fondo argumental.

Marvel, para empezar, dio en el blanco al asociarse con Netflix. Parece haber encontrado la bala mágica que acierta en todas las dianas. Su decisión de ampliar el universo de los cómics para enfocarse en otros héroes como Daredevil, Jessica Jones, Iron Fist y Luke Cage, mucho menos mainstream que sus contrapartes de Los Vengadores, fue acertada y crea un microuniverso que es serio, desarrollado y fuerte.

Lo más destacado de la apuesta de Marvel en la pantalla chica son los villanos. Hasta ahora el público ha conocido a Wilson Fisk apodado Kingpin en la serie original Daredevil y Kilgrave, en Jessica Jones.

Y no han fallado ninguno. Personalmente creo que Kilgrave (interpretado por un magnífico David Tennant) es un personaje épico e inolvidable, a la altura de malvados como el mismísimo Gus Fring, de Breaking Bad.

Kilgrave, un súperhumano que puede controlar la voluntad de cualquiera que tenga en frente, es verdaderamente terrorífico. Asusta porque es un hombre que puede hacer que cualquiera haga lo que él le diga. Incluso llega a bromear sobre eso en algún episodio: “alguna vez le dije a un tipo que se fuera a joder a sí mismo, ¿sabés lo que es eso?”, pregunta a una enervada Jessica Jones que le teme tanto como nosotros, aunque ella tenga poderes más allá de lo posible.

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Kilgrave y Wilson Fisk son villanos de varias dimensiones. No son completamente diabólicos. Son humanos y sufren, se contradicen y se preguntan si el camino que eligieron es el que quieren recorrer. Fisk incluso tiene una motivación noble para su maldad. Dentro de sí mismo él se considera el héroe, el hombre capaz de hacer lo que sea por salvar la ciudad que ama.

Eso no está sucediendo en el cine. Hay que esforzarse para recordar qué quiere Ronan en Guardianes de la Galaxia o qué motiva a Ultron en Avengers. ¿Tiene un complejo de Edipo?, ¿quiere un mundo más puro?, ¿es un anarquista que solo quiere ver el mundo arder? No lo sé.

Lo mismo ocurre con adaptaciones de DC como la insípida y completamente olvidable Gatúbela, en la que Sharon Stone hace un papel que raya en lo absurdo. Y ni hablar de Constantine que arruinó con antihéroe cínico y desvergonzado que se enfrenta a un villano demonio tan endeble como una bolsa para las compras del supermercado.

El paralelo entre el cine y la televisión en este caso son las menos oscuras Arrow y The Flash, ambos shows de CW. Ambas tienen un tono más ligero y humorístico que las versiones de Netflix de los héroes de Marvel. Y funcionan.

Con villanos que de verdad ponen en riesgo al héroe, que tienen personalidad y desarrollo, la tv. se está convirtiendo en el salvavidas de las adaptaciones a carne y hueso de los héroes de papel.

Así que vale la pena sentirse emocionado por lo que la cartelera de cine depara para este 2016, y es que pase lo que pase, aún se puede recurrir a grandes eventos en la pantalla chica.