Zapping: El secuestro de la infancia en la tevé

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Unos seis o siete años atrás, los reality shows 16 and Pregnant y Teen Mom , de MTV, se convirtieron en un fenómeno inédito en torno al embarazo de adolescentes.

La audiencia básicamente enloqueció y pronto se contaban en millones la cantidad de espectadores dentro y fuera de Estados Unidos que seguían (seguíamos) todo el proceso, siempre traumático en diversos flancos, que enfrentaban muchachas adolescentes embarazadas por novios que tampoco alcanzaban la mayoría de edad.

Así, muchos seguimos expectantes, casi en tiempo real, los embarazos y partos de Maci, Farrah, Amber y Catelynn. Las tres primeras conservaron a sus bebés, mientras que la última, decidió dar a su hija en adopción, en un capítulo que –lo admito– en su momento me desgarró el corazón.

Pronto, MTV se percató de que las series estaban sentadas en una montaña de dólares y a las primeras temporadas les siguieron aún más ediciones, con nuevas jóvenes embarazadas, inmersas en relaciones desconcertantes e inciertas, porque no se puede esperar algo diferente entre dos casi niños que se convierten de golpe en padres.

Las nuevas historias no aplacaron el efecto dominó que se inició una vez que nacieron los hijos de aquella primera “camada” televisiva y así los realities se atropellaron entre sí: mientras en uno mostraban a las nuevas “estrellas” de la telerrealidad embarazadas, en el otro las enseñaban recién paridas, con los bebés de semanas o meses, y siempre inmersas en tremendos conflictos con los padres de sus hijos, con sus propios padres, autoridades escolares y hasta con la ley.

En el ínterin, las madres se convirtieron en estrellas mediáticas y empezaron a poblar las portadas de las revistas de chismes en Estados Unidos. Según el índice de famosos de USA Today, que mide el grado de exposición mediática de la celebridades, en los últimos tiempos las muchachas han llegado a generar más atención que estrellas como Angelina Jolie.

El tiempo pasó, llegó Netflix y los realities de este tipo en MTV, según yo, habían fenecido. Pero no. Hace unas semanas, un sábado en la mañana me topé de nuevo con Maci, Farrah, Amber y Catelynn en Teen Mom OG ( original girls ), cuyas vidas siguen siendo filmadas, ya como adultas jóvenes. Lo cierto es que lo que alguna vez generó empatía y hasta ternura, ahora provoca estupor, pues estas y las protagonistas de otras temporadas siguen, en su mayoría, inmersas en líos existenciales, de pareja, familiares y policiales, solo que ahora todo ocurre frente a sus hijos, a quienes vimos nacer en televisión y que ahora andan en los 5, 6 o 7 años.

Ninguna infancia es perfecta, por supuesto. Pero no deja de ser descorazonador pensar qué será, por ejemplo, de Sophia, la hija de siete años de Farrah, quien a vista y paciencia de millones de espectadores ha sido testigo de los maltratos y manipulaciones que le inflinge Farrah a su madre, la subyugada abuela de Sophia, cuyo padre murió en un accidente cuando ella aún no había nacido.

La chiquita misma ya es un fenómeno mediático, pues las revistas se regodean con noticias como que Farrah depiló con cera a la pequeña cuando esta tenía tres años, o que le regaló un fajo de billetes ($900, en total) cuando Sophia perdió uno de sus dientes de leche.

Basta observar la conducta de la niña para saber que solo un milagro la salvará de convertirse en un saco de traumas, si no es que ya lo es.

Abundan vehementes las quejas y críticas a sendos shows desde el principio, pero al parecer, ninguna ley en Estados Unidos protege a los infantes que aparecen en la serie, con el beneplácito de sus padres. Ver aquello es como presenciar una suerte de The Truman Show , solo que con un grado de perversión multiplicado por 10.

Pues nada, esperaremos a que pasen otros seis o siete años, cuando estos niños ya sean adolescentes y arrastren y enfrenten las consecuencias –posiblemente muchos ante el lente mundial– de haber sido inmisericordemente expuestos a un experimento televisivo del que nadie pudo defenderlos.