Zapping: Anhelo de sedición

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Semanas atrás, el periodista Diego Arguedas escribió una columna en 89decibeles.com sobre su deseo de que Costa Rica tuviera su propio Jon Stewart, comediante estadounidense que desde hace 14 años hace sátira política en el programa The Daily Show . Yo –por más que comparto ese anhelo– no puedo imaginarme a nadie haciendo comentarios remotamente similares en la televisión costarricense, donde nunca he visto una voz que refleje mi cosmovisión.

Cuando alguien manifiesta ideales que compartimos, ya sea en un programa de televisión, en una revista, en una película o en una canción, nos sentimos menos solos. Nos alivia que nuestros valores se transmitan en la radiofrecuencia y en la prensa, y que esos mensajes lleguen a grandes audiencias. Empero, esa no es la realidad en nuestro país. Es como esperar que Choché Romano –de la noche a la mañana– se convierta en un líder de opinión anticapitalista.

En Inglaterra, algo curioso sucedió con el actor y comediante Russell Brand, el tipo que fue esposo de Katy Perry, que condujo los Video Music Awards en 2008, y que trabajó en películas como Forgetting Sarah Marshall y Get Him to the Greek . Mi opinión sobre él –debo admitir– no era muy positiva, hasta que hizo algo arriesgado y trascendental.

En octubre, Brand fue editor invitado de una edición de New Statesman (revista británica de política), donde escupió al poder, a las élites y al capitalismo. Llamó a una revolución de la conciencia. No ofreció alternativas al sistema actual, pero enlistó lo que no tiene que suceder para vivir en un mundo justo; se imaginó una humanidad sin codicia, sin explotación, sin pobreza, y con una vida digna.

Brand nunca ha votado, pero es probable que esté más preocupado por la incompetencia del aparato económico, político y social del mundo que el votante promedio. Su autoridad para hablar de política como abstencionista fue cuestionada por el programa Newsnight , de la BBC, elevando el asunto a una polémica, que luego lo llevó a escribir una columna en The Guardian y a participar en un debate de The Huffington Post .

“No es que no voto por apatía”, se defendió el comediante en Newsnight . “No voto por la indiferencia absoluta, el cansancio y el agotamiento de las mentiras, traiciones y engaños de la clase política”. Para él, los marginados “no están siendo representados por el sistema político”, por lo que votar sería una “tácita complicidad con ese sistema”.

El inglés es una de las pocas personas con poder mediático que ha puesto en la agenda temas, que sí, son controversiales, pero que a la postre generan un diálogo sobre el presente y el futuro de la humanidad y de la Tierra.

No olvidemos que mirar a una cámara y hablarle a millones de personas sobre temas complejos, con posturas radicales (¿o solo diferentes?), requiere coraje y convicción, especialmente si se dicen sin sacar ninguna bandera política.

En Costa Rica, estamos en campaña electoral y la mitad del país afirma no creer en la democracia . Yo a veces sueño con ver televisión y que alguien siga los pasos de Howard Beale –protagonista de la película Network (1976)–, presentador de noticias que programa su suicidio al aire para cuando la televisora cancele su noticiario, gracias al poco rating .

En los días anteriores al último programa, Beale se apunta –sin quererlo– mejores números de audiencia por su evidente enojo. El presentador explica que él sabe que las cosas no están bien, e invita a la audiencia a abrir sus ventanas y gritar que están enojados. “¡Quiero que te enojes!”, grita Beale al aire. “No sé qué hacer con la depresión y la inflación y los rusos y el crimen en las calles. Todo lo que sé es que primero hay que enojarse. Tienes que decir: '¡Yo soy un ser humano, maldita sea! ¡Mi vida tiene valor!’”

De pronto, la ciudad se convierte en un mar de urgentes alaridos impulsados por alguien que expuso un sentimiento colectivo, y esa es la única razón por la que todavía consumo televisión nacional: porque espero que algo parecido suceda algún día, ojalá no muy lejano.