En su primera temporada, True Detective rompió paradigmas, construyó nuevos, dejó atrás a otros programas policíacos y puso en alto, muy en alto, el listón para los siguientes. En síntesis, se hizo una serie de culto.
True Detective elevó la televisión a un nivel al que nunca había llegado, indagó en los bajos fondos de la mente humana y encontró que el filósofo Thomas Hobbes (1588-1679) tenía razón: “El hombre es el lobo del hombre”.
También enseñó que la redención es posible, pero que para llegar a ese destino se debe recorrer un largo y tortuoso camino.
Son apenas ocho capítulos (una serie corta); sin embargo, fueron suficientes para que Woody Harrelson y Matthew McConaughey construyeran una pareja de detectives que ya es historia en la televisión: Martin Hart y Rust Chole, respectivamente.
Con una notable narrativa y un libreto profundo –mas no aburrido–, True Detective hurga en el presente de ambos y explora en sus cuitas pasadas, ya que la serie ahonda más en los investigadores que en el asesino en serie al que le dan cacería.
Ir tras ese delincuente los obliga a cazar a sus propios fantasmas, investigar en sus viejas heridas y preguntarse cosas que no siempre son buenas.
Todo bajo la atmósfera de una Louisiana que parece oprimir el espíritu (en eso recuerda a Mississipi Burning, de 1968, dirigida por Allan Parker, o Al calor de la noche, cinta de 1967, de Norman Jewison; las dos ambientadas en el sur de los Estados Unidos).
La serie tiene momentos notables. Citemos uno: una secuencia de seis minutos, en un solo plano, que lo deja a uno de cabeza y con una sola pregunta: ¿qué p...s? Esa escena es objeto de estudio en escuelas de cine y televisión
True Detective hay que verla de nuevo. HBO nos trae esta semana los cuatro primeros capítulos de la primera temporada, antes de que el 21 de este mes dé inicio la segunda, con un elenco totalmente renovado. 1