“¿Quién mató a María Marta?” La nueva, desconcertante y aplaudida serie documental de Netflix sobre un escabroso caso judicial en Argentina

Un cruento asesinato en Carmel, un exclusivo club de campo de Buenos Aires, ocurrido en el 2002 y que primero se manejó como un accidente casero, se convirtió en uno de los casos judiciales más sonados de ese país, con juicios, encarcelamientos de parientes, otras muertes y un nuevo proceso judicial a las puertas, en un suceso que sigue planteando asombrosas incógnitas.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Que más de 18 años después de ocurrido el crimen de la destacada socióloga María Marta García Belsunce, integrante de una de las familias más adineradas y conocidas de Buenos Aires, el caso se convierta en un eje de atención mundial por cuenta de Netflix y su nuevo true crime, muestra y demuestra por qué la cobertura mediática del hecho, ocurrido en 2002, superó incluso la del juicio a la Junta Militar de Argentina, que se dio en los años 80.

Podríamos realizar la habitual alerta de spoilers para que el lector decida si quiere consumir esta pieza documental sin tener ningún adelanto, pero en realidad en este caso particular, la historia está tan bien construida y tiene tantos vericuetos que es imposible inferir conclusiones... menuda tarea tienen los tribunales de justicia argentinos, los que tienen en pausa un nuevo juicio sobre el caso, por ahora pospuesto debido a la pandemia de la covid-19 que tiene secuestrada al mundo.

El caso es que Carmel, ¿quién mató a María Marta?, estrenado recién el 5 de noviembre, ha arrasado no solo con la audiencia en Argentina y en todos los países en los que se ha transmitido, sino también con la crítica más exigente, que reconoce el impecable guion, a pesar de lo desafiante de la historia, y el logro de haber conseguido extensas entrevistas con la mayoría de los supuestos involucrados en el crimen.

Lo anterior no es tema menor si se considera que se trata de parientes de primera línea de María Marta, empezando por su viudo, Carlos Carrascosa y los hermanos de la respetada socióloga, quienes vieron prácticamente destruidas sus vidas como las conocían al ser incluso juzgados, condenados, encarcelados y luego sobreseídos por su supuesta participación en el crimen de su hermana.

Lo increíble de esta miniserie de cuatro capítulos es que de alguna forma logra sustituir el morbo normal que está implícito en los seriados de true crime, por un asombro creciente al ver cómo la producción no solo logró el acceso prácticamente total a los familiares más cercanos, sino también fotos y videos de antaño con los que se consiguió plasmar prácticamente la biografía familiar cuando la tragedia no había tocado las puertas de sus vidas para siempre.

La reconstrucción de todo ubica al espectador en un idílico arranque de este siglo en el que, mientras la mayoría de argentinos intentaban recuperarse a gatas de la tremebunda crisis económica del “Corralito”, que implosionó en el 2001, había otro sector integrado por “gente bien”, familias de abolengo y dinero que veían de lejos los embates de la crisis y la violencia social.

Parte de estas familias se fueron ubicando en un “country”, como se les llama en ese país suramericano a urbanizaciones en las afueras de la capital donde conviven familias de cierto estatus, rodeadas de verdor, piscinas, club social, lujo y, obviamente, cercadas y guarnecidas por guardas de seguridad.

Como narran algunos de los vecinos de los García Belsunce y su propio viudo, uno de los ejes medulares en la narración de la historia y también del proceso judicial, Carlos Carrascosa, quienes tenían el privilegio de vivir en aquel refugio que abundaba en tranquilidad, terminaron por convertirse en vecinos y amigos, quienes se juntaban a tomar café, unos vinos, unos digestivos o lo que fuera espontáneamente, sin ponerse de acuerdo.

Alguna vecina contó que en una tarde cualquiera, mientras realizaba su caminata vespertina, veía en la terraza a dos o tres de sus amigas tomando café y bastaba una seña para que ella ingresara y las acompañara. “Como alguna vez pasaba en las décadas de antes, donde no había prisas ni citas, todo muy espontáneo”, rememora con añoranza una de las entrevistadas.

Las tomas de apoyo de aquellas ensoñadoras vivencias en Carmel a principios de siglo no dejan lugar a duda: el lugar era básicamente un paraíso destinado al buen vivir.

Hasta el 27 de octubre del 2002, un domingo en la noche en que se descubrió el cadáver de María Marta García Belsunce en la segunda planta de su casa, al lado de la bañera (tina de baño) en lo que se presumió había sido una caída fatal al intentar ingresar a la ducha.

Ni queriendo, se puede narrar todo lo que se decantó a partir de ese momento y es justo cuando el documental entra en materia y, poco a poco, ya con María Marta enterrada en el exclusivo cementerio de Recoleta, en la capital bonaerense, empiezan a surgir sospechas de que su muerte no había sido accidental y terminan por inhumar el cuerpo con el fin de realizarle una autopsia que activó un efecto dominó de estupor entre propios y extraños: María Marta había sido asesinada nada menos que de cinco balazos en la cabeza.

Es a partir de entonces cuando se conjugan las biografías de los involucrados, empezando por la misma historia de María Marta García Belsunce, hija de un prestigioso jurista argentino, quien a sus 52 años, con más de 30 años de casada y sin hijos, trabajaba ad honorem en asociaciones sin ánimo de lucro, especialmente una centrada en el tráfico de menores, por el que recibió amenazas en ocasiones reiteradas.

Esa fue solo una de las “aristas de interés” que valoró la policía argentina en aquel momento; sin embargo, poco a poco, se fueron uniendo líneas de tiempo que terminaron por inculpar, pese a distintas contradicciones en la investigación, nada menos que a Carlos, el viudo, cuya propia historia es digna de una película aparte: desde joven había sido capitán en la Marina de su país, hasta que conoció a María Marta y esta lo emplazó: “el mar o yo”. Él no lo dudó y así la hoy desaparecida protagonista de toda esta historia, dio el sí en el altar, cuando apenas tenía 19 años.

Pero qué mejor que la misma prensa argentina que estuvo de cabeza en el caso y se ha mantenido alerta durante los diferentes recovecos y redirecciones del asunto Carmel, para calificar lo que a estas alturas muchos consideran una de las mejores producciones documentales en el género true crime desde que existe la plataforma de Netflix.

El diario Clarín, cuyas informaciones en caliente del momento son reseñadas en varias ocasiones por el seriado, opina en su crítica sobre el documental: “Después de años de bombardeo mediático, con un arco narrativo que transitó varias formas y géneros –del policial de Agatha Christie al grotesco, pasando por el melodrama y el sainete– y de tantos vaivenes judiciales que quedaron en la nada, parecía que el caso García Belsunce ya estaba agotado. Pero Carmel reaviva con armas nobles la pregunta que nunca terminó de ser contestada: ¿quién mató a María Marta?”.

Elogiadísima producción

El diario destaca la forma en que la producción sacó ventaja de la perspectiva histórica con la que cuenta, transcurridos 18 años del crimen, lo que permitió dejar atrás el ruido ensordecedor de los medios de comunicación y de la tremenda jauría que se armaba entonces en pos de la primicia.

Este detalle, por cierto, es ponderado en la reconstrucción de Netflix como un elemento que contribuyó enormemente a la confusión de entonces. Varios de los protagonistas y analistas recuerdan cómo se publicaban “barbaridades” en diversos medios e incluso se llegó a realizar grotescas parodias en programas de televisión y a incluir entrevistas con adivinadores y médiums que trataban de “conectar” con María Marta para que los orientara sobre quién o quiénes le habían quitado la vida.

Viéndolo en retrospectiva, gracias al seriado, se llega a la conclusión de que la cobertura de muchos medios de entonces no fue otra cosa que una chapuza total.

En cambio, tal como lo afirma Clarín, el documental de Netflix gira alrededor de tremendos pluses, encabezados por un recurso esencial: la palabra de casi todos los involucrados. “Estos se explayan sin la presión de estar ante el escrutinio público. Las tres excepciones fueron el vecino Nicolás Pachelo –uno de los sospechosos del crimen– y la masajista Beatriz Michelini, que no quisieron participar, y el cuñado de María Marta, Guillermo Bártoli, quien murió en 2014”.

El viudo y principal acusado, y el fiscal que lo acusó, Diego Molina Pico, se erigen como los dos ejes de la narrativa y ciertamente la parsimonia y el nivel de detalle con que repasan el caso y hasta detalles curiosos de sus vidas mismas, nos hacen sentir como si estuviéramos ahí sentados, junto al entrevistador. Y lo más extraño es que ambos, estando en los extremos de la historia, logran generarnos una gran empatía ¡los dos parecen tener razón!

Sus testimonios se entrelazan con los de tres periodistas que cubrieron el caso, Pablo Duggan, Rolando Barbano y Martín Sassone, que van tejiendo la cronología de la historia secundados por las versiones de cada protagonista.

“Hay un trabajo de guión y edición notables. No es sencillo desplegar las infinitas aristas de un caso que tiene 36 cuerpos y miles de fojas con la claridad y el ritmo que tiene este documental. Para que nadie pierda el hilo de la narración, cada tanto se traza una línea de tiempo en la que se van agregando los sucesos fundamentales. Pero el afán didáctico no va en desmedro del suspenso: Carmel no se enreda en la maraña de las contradicciones, sino que las expone, y se va volviendo más apasionante a medida que pasan los capítulos” puntualiza Clarín.

En cuanto a la realización, un análisis publicado por la agencia EFE pondera las bonanzas de la producción, aparte de que invita a reflexionar sobre la pregunta que mantuvo en vilo a toda la sociedad argentina: ¿Quién mató a María Marta García Belsunce?

“Realizar una serie de esta envergadura, con gran respeto por los hechos, muy cuidada técnicamente y en donde al mismo tiempo pudiéramos desplegar una mirada libre y personal, fue todo un desafío”, comentó el director Alejandro Hartmann.

“El caso tiene muchas aristas y posiciones encontradas. Nosotros mismos nos vimos muchas veces en medio de esos dilemas, pero nuestra invitación como documentalistas a los diferentes involucrados fue honesta: queremos darles la palabra. Y creo que eso es lo que permitió que por primera vez se trate el caso Belsunce con gran diversidad de miradas y materiales. Un caso que nos hace recordar, siempre, que detrás de estas disputas una mujer fue asesinada impunemente. Ojalá los espectadores se apasionen y conmuevan tanto como nosotros”, concluyó.

La serie de cuatro episodios de 47 minutos fue producida por Haddock Films y está dirigida por Alejandro Hartmann. Vanessa Ragone, ganadora de un Óscar por El secreto de sus ojos, es la showrunner.

Por su parte, la revista GQ asegura que la calidad de Carmel ¿quién mató a María Marta? es tal que se mete en una triada junto con lo que esta publicación considera, fueron los dos mejores true crime de este 2020 en la plataforma de Netflix: Tiger King, sobre los circos privados de Estados Unidos, que es además un vistazo de vértigo a la condición humana por sus extravagantes personajes, y El caso Watts, sobre uno de los crímenes más escalofriantes de Estados Unidos en los últimos años.

No podemos estar más de acuerdo, máxime cuando la historia de María Marta, a diferencia de los dos filmes recién mencionados, no ha tenido un cierre y, a no dudarlo, Netflix tendió una nueva alfombra repleta de dudas que podrían, solo quizá, resolverse en el nuevo juicio que está pendiente de arrancar en Buenos Aires.

Sin embargo --y ojo, que esto le confiere más interés aún al seriado y a lo que sigue en el proceso-- en el programa Uno Nunca Sabe, del portal mendozino MDZ, el periodista de Judiciales de Clarín Pablo Vaca, experto en el tema por sus coberturas in situ durante años, afirma que desde su punto de vista, cada hipótesis tiene una contra hipótesis igual de fuerte sobre aquella pregunta que desde hace 18 años no tiene respuesta.

Tal y como dice la escritora Claudia Piñeiro en la docuserie, Vaca destacó que el caso policial en sí es muy atractivo, porque se produce en un country, Carmel, que refleja 2 cosas: el estilo de vida de una clase social que hasta ese momento no sabíamos muy bien cómo vivía y que, si ocurrió en un espacio cerrado, el asesino está dentro.

A eso le suma un montón de cuestiones llamativas que se fueron conociendo con el tiempo, según el periodista, quien destaca como la principal que la víctima es una persona rica, un poco conocida, a la cual habían enterrado porque se había caído en la bañera y un mes después se descubre que tenía 5 tiros en la cabeza. “Se remata con el pituto (un pedazo de bala encontrado junto al cadáver y que alguien de la familia lanzó por el retrete) y ahí no hay vuelta atrás, el caso García Belsunce atrapa”, expresó.

Para el entrevistado, “el documentalrefleja la incompetencia o la ineptitud de la Justicia en general, desde el primer momento. En la noche que mataron a María Marta hay un fiscal de casación, que es el que impide que entre la policía y el que ayuda a conseguir un certificado de defunción trucho (amañado). Después hay un montón de irregularidades, más allá de que uno piense que el fiscal Molina Pico actuó bien o mal”. Por esto, para el periodista, “la conclusión irrebatible es que pasaron 18 años y recién está por comenzar un juicio a un supuesto segundo sospechoso, el vecino Nicolás Pachelo”.

La propia historia de Pachelo, como se detectará a lo largo de la miniserie de marras, daría para otro documental por aparte. Quienes se unan a la legión de espectadores que terminamos llenos de dudas, asombros y una que otra certeza, terminarán, a no dudarlo, con el cerebro licuado.

Y es que en este caso, nunca mejor dicho, cabe aquel trillado adagio: “la realidad supera, por mucho, la ficción”.