El farmacéutico que salvó a su comunidad luego del homicidio de su hijo

La historia de Dan Schneider, un amistoso y querido farmacéutico de St. Bernard en Luisiana, no solo es insólita sino increíble: el dolor que vivió por el asesinato de su hijo lo impulsó a denunciar una de las peores epidemias que ha sufrido EE. UU. en los últimos años: la adicción a los opioides.

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Conocer a Dan Schneider puede generar todo tipo de sentimientos: al principio uno está seguro de que está completamente desquiciado por el asesinato de su hijo; luego se podría pensar que solo está desesperado por encontrar al asesino para, finalmente, reconocer que simplemente es un ser humano excepcional.

Un padre de familia que, a pesar de tener todo todo en su contra, logró reescribir uno de los capítulos más oscuros de su vida.

Estados Unidos conoció y se conmovió con la historia de Schneider en 1999, cuando su hijo mayor, Danny Schneider Jr., fue asesinado en un peligroso barrio de Nueva Orleans, el Lower 9th Ward, cuando intentaba comprar un poco de crack.

El resto del mundo lo conoció 20 años después de ese trágico suceso, cuando Netflix estrenó en su plataforma digital El Farmacéutico, una serie-documental que revela la hazaña de este padre que no permitió que la muerte de su hijo quedara impune y, de paso, salvó la vida de muchos otros jóvenes de su comunidad, la Parroquia de St. Bernard

¿Cómo lo hizo? En la respuesta a esta pregunta está su gran hazaña que, al día de hoy, sigue salvando vidas. Si está pensando en ver la serie y no quiere spoilers le aconsejamos leer hasta aquí.

La muerte

La madrugada del 14 de abril de 1999, la vida de Dan y su familia cambió radicalmente cuando dos policías tocaron a la puerta de su casa para informarle que su hijo había sido asesinado mientras compraba crack.

Ese día comenzó una intensa lucha por tratar de esclarecer el homicidio de su primogénito y evitar que el caso se archivara en la Policía local. También fue un duro proceso de aceptación interna y perdón, al desconocer que su hijo era consumidor habitual de drogas ilícitas.

Cuando Dan comenzó a percibir que la Policía se estaba dando por vencida con el caso de su hijo, comenzó a llamar diariamente a los investigadores para hacerles preguntas, darles consejos sobre la indagación y exigir respuestas. Prácticamente los acosaba día y noche sin descanso.

Lo curioso del caso de Dan es que desde ese momento comenzó a grabar todas –absolutamente todas– las llamadas telefónicas y conversaciones privadas que tenía a diario con los investigadores del Departamento de Policía.

Comenzó a guardar los casetes en cajas y a organizarlas en su bodega para ir documentando la evolución del caso de su hijo. Jamás imaginó que 20 años después, esos miles de minutos de grabaciones serían el insumo perfecto para que Netflix pudiera revivir este caso y darlo a conocer al mundo.

“Como la mayoría de las personas, cuando mi hijo fue asesinado, esperaba que la policía hiciera su trabajo”, dijo en una entrevista con el medio digital WDSU, de Nueva Orleans. “Pero en realidad no funcionó de esa manera”, agregó.

Dan no solo estaba desesperado de que no se hiciera ningún arresto en el caso de su hijo, sino que temía que otras familias sufrieran su mismo calvario. Ese pensamiento se convirtió en una obsesión para Dan, sobre todo porque reconoció que, inconscientemente, siempre culpaba a los muchachos que morían asesinados de esa manera, por haberse involucrado con las drogas.

La cruzada

Cuando percibió que la Policía no iba a avanzar más en el caso del homicidio de su hijo Dan Jr., tomó una decisión radical que puso en peligro su vida y la de su familia: desplazarse al peligroso barrio Lower 9th Ward, exactamente a la esquina donde fue asesinado su hijo, y comenzar a investigar por su cuenta.

Su primer paso fue ir casa por casa y preguntarles a todos los vecinos si habían visto algo. Esto le llevó muchísimos días; los pastores de una iglesia de esa comunidad se ofrecieron a acompañarlo para protegerlo de los delincuentes y hasta la Policía enviaba patrullas de vez en cuando para cuidarlo.

No solo entrevistó a decenas de personas; también estudió a los traficantes de drogas más reconocidos del lugar y hasta participó activamente con Narcóticos Anónimos.

Fueron días y días de intenso trabajo, peligros constantes y mucho esfuerzo que, al final, no dio el resultado esperado: las personas tenían mucho miedo de hablar porque eso significaría poner en riesgo su vida.

Dan no perdió la esperanza y con la ayuda de varios amigos y familiares logró recaudar $10.000, monto que daría en recompensa si alguien le daba una pista certera para encontrar al asesino.

Así fue como aparece en esta historia Jeffery Hall, un niño de apenas 15 años, quien le aseguró a la Policía haber visto como un reconocido maleante apodado ScarFace mató a sangre fría a Dan Jr. en su camioneta, mientras intentaba compraba crack.

Dan pensó que había resuelto el asesinato de su hijo hasta que la Policía lo llamó para decirle que lo dicho por Hall era mentira: ScarFace estaba tras las rejas el día del crimen.

Con la moral por el suelo, Dan hizo un último y desesperado intento por resolver el crimen de su hijo: tomó un directorio telefónico y llamó a TODOS los números de esa comunidad.

Nuevamente, decidió grabar todas las conversaciones. Aunque muchas de las personas le tiraban el teléfono o lo tildaban de loco, otros empatizaron con lo que estaba viviendo Dan; le daban ánimo para que continuara con su lucha, y hasta le contaban cómo habían perdido a familiares de la misma manera. Sin embargo, nadie quiso hablar.

Cuando ya se había dado por vencido, decidió hacer una última llamada: esa noche Shane Madding contestó el teléfono. Ella vivía justo al frente de la calle donde sucedió el tiroteo y recordaba a la perfección todo lo que había ocurrido la noche de la muerte de Danny. ¡Ella sabía quién era el asesino!

Para sorpresa de Dan, y de la propia Policía, el asesino había sido Jeffery Hall, el joven de 15 años quien había intentado robarle a la familia de Dan los $10.000 suministrándole una pista falsa.

Uno de los audios que se escuchan en el documental de Netflix es cuando Madding le revela a Dan quién había sido el verdadero asesino de su hijo: semanas antes a esa llamada, Dan también grabó a Jeffery mintiéndole. Ambas grabaciones son muy reveladoras.

“No solo descubrí que Jeffery era el asesino, sino que me había traicionado. Me había mentido. Suena mezquino, pero eso casi me molestó tanto (como lo ocurrido a mi hijo). Confié en él. Me iba a ayudar. Y él era el asesino”, cuenta Schneider en el documental El Farmacéutico.

Convencer a Madding de que testificara en contra de Hall no fue sencillo. Dan la persiguió durante meses sin ningún resultado hasta que la hermana menor de Dan Jr., Kristi Schneider, conversó con ella y le contó cómo se sentía. Esa charla la conmovió, pues Shane Madding también había perdido a su hermano mayor en circunstancias muy similares.

Eventualmente, Madding se convirtió en la testigo principal del juicio, fue amenazada de muerte y hasta tuvo que someterse al programa de protección de testigos.

Gracias a su testimonio, Hall fue arrestado y terminó declarándose culpable de homicidio involuntario. Por ser solo un joven de 15 años cuando cometió el crimen, fue sentenciado a solo a 15 años de prisión en el año 2000, de los cuales cumplió 13 antes de salir libre.

Otro de los grandes aciertos del documental es que los productores lograron entrevistar a Jeffery y hasta lo confrontaron por el crimen que había cometido. Es uno de los momentos más impactantes de la producción.

"Me tomé ese tiempo en la cárcel para mejorar. Terminé la escuela. Pensé en cómo lo pude haber evitado y trabajé en el manejo de mi ira. Pero todo esto sigue siendo una lucha diaria para mí porque me pregunto a menudo: “¿Cómo sigo adelante cuando sé que hice tanto mal?” Ojalá pudiera cambiarlo. Pero no puedo”, dice ya un adulto Hall en el documental de Netflix.

La revelación

Cuando parecía que la pesadilla de la familia Schneider iba a acabar y todos comenzaban a retomar su vida, Dan regresó a la farmacia en la que siempre había trabajado.

Por la manera en la que había muerto su hijo, Dan se había sensibilizado más con el tema de las drogas y las adiciones, y comenzó a observar que un gran número de jóvenes, si acaso con 20 años, llegaban a la farmacia con recetas para comprar OxyContin.

Este medicamento es un analgésico opioide, efectivo por vía oral, muy potente y considerado potencialmente adictivo. Aunque se prescribe en casos muy particulares, sobre todo para dolores crónicos muy fuertes, a Dan también le llamó la atención que solicitaban la dosis más potente.

Aunque en un principio intentó ignorar el problema, lo vivido recientemente con la muerte de su hijo lo motivó a investigar. No duró mucho en descubrir algo que lo dejó consternado: “El 90 por ciento de nuestras recetas fueron para OxyContin, y el 99 por ciento de ellas fueron de la doctora Jacqueline Cleggett”, dijo un sorprendido Schneider en el documental.

De nuevo Dan se encuentra ante una nueva encrucijada: poner en riesgo su vida al investigar por su cuenta a la doctora Cleggett y adentrarse en el cuestionado mundo de la industria farmacéutica, que en ese momento distribuía con mucha facilidad y casi sin restricciones una droga tan adictiva.

Se podría afirmar que Dan Schneider fue de las primeras personas que contribuyó a revelar la devastadora epidemia de opioides en Estados Unidos y tratar de detener a las personas que estaban detrás de este terrible negocio.

Dan comenzó a ver en los rostros de estos muchachos al de su hijo asesinado. Obviamente, como era su costumbre, llevó su grabadora y comenzó a registrar las conversaciones que tenía con los clientes que iban por sus dosis de este opioide. Siempre intentaba persuadirlos para que no lo compraran.

Por esa razón, y por la molestia de muchos de los pacientes que llegaban, casi fue despedido porque era muy insistente en que no compraran el medicamento y en que buscaran ayuda.

Sin embargo, Dan se alarmó cuando una de sus clientas llamada Sheri murió por una sobredosis de OxyContin luego de comprar el medicamento en su farmacia. Eso fue la gota que derramó el vaso.

Aunque intentó conseguir la ayuda de la policía local, el FBI y hasta el de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), pronto cayó en cuenta de que no iban a solucionar el caso con la rapidez que él pretendía.

“No permitiría que esta médica y esta droga siguieran matando. Como en el caso de mi hijo, debía aprender todo sobre esto. Será por motivación o por obsesión. pero debía de saber todo sobre la Dr. Cleggett”, dice en el documental.

Con cámara de video en mano y con la ayuda de su esposa (quien por cierto estaba furiosa y frustrada con Dan por involucrarla de nuevo en una situación así), decidieron grabar la clínica de la doctora Cleggett.

Lo que descubrieron fue realmente alarmante: la doctora Cleggett tenía montado un gran centro de distribución al cual llegaban personas de Mississippi, Georgia, Alabama y Tennessee a pedir su prescripción de opioides; algunos acampaban en las afuera de la clínica por días esperando a recibir su receta médica.

El negocio era redondo: los pacientes pagaban $250 para que Cleggett los viera y $150 adicionales si deseaban ser atendidos de inmediato. Según el documental, Cleggett llegó a recibir casi dos millones de dólares en ganancias, en tan solo un año.

De acuerdo con la investigación que tiempo después reveló la DEA, la doctora prescribió en solo un año más de 180.000 pastillas en solo siete farmacias de la Parroquia de St. Bernard.

Todos salían ganando a costa de las adicciones y las muertes de estos jóvenes: muchas ventas “legales” en las farmacias y ganancias exorbitantes para Purdue Pharma, la compañía que comercializa el OxyContin.

Con el tiempo, la doctora Cleggett y sus aliados se dieron cuenta de la investigación que estaba realizando Dan por su cuenta y de que estaban siendo grabados, por lo que comenzaron a amenazarlo y a perseguirlo en su vehículo. Tuvo que desaparecerse por varios días porque era constantemente acosado y su vida estaba en peligro.

Para esa época, y según datos de la policía local revelados en el documental de Netflix, los casos de sobredosis por esta droga estaban fuera de control, a principios del año 2000. Las muertes por sobredosis no sucedieron de manera gradual; se dispararon de la noche a la mañana.

En un panorama verdaderamente caótico, Dan decidió de nuevo tomar el caso en sus manos y comenzó a reunir las evidencias necesarias para detener a la doctora Cleggett.

Mientras que la investigación de la DEA y el FBI estaba completamente estancada y no lograba ningún efecto para evitar más muertes, Dan descubrió la manera de desenmascarar a la doctora y detenerla. Logró que le quitaran la licencia de médica cuando logró reunir pruebas de que recetaba este medicamento, junto con antidepresivos y ansiolíticos, a una niña que ni siquiera llegaba a pesar 45 kg. ¡Así de sencillo la detuvo!

Eso no solo se trajo al traste el negocio de la doctora Cleggett, sino que redujo las muertes por sobredosis de opoides y hasta logró que la Fiscalía de EE. UU. comenzara a investigar este tipo de negocios en todo Estados Unidos.

Aún así, la lucha de Dan Schneider sigue viva y ahora ha vuelto a tomar relevancia gracias a Netflix: desde que reveló este grave problema, más de 400.000 estadounidenses han muerto por sobredosis como resultado de la crisis de opioides que comenzó a fines de la década de 1990, según la BBC.