Bailarina Lucía Jiménez: una estrella con brillo mundial

Aunque el trabajo de la artista se ha expuesto en el concurso 'Dancing With the Stars', gracias a su talento logró ganar varios concursos mundiales. ¿Quién es ella?

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Desde los seis años Lucía Jiménez fue gimnasta olímpica. A los 14 años dejó esa disciplina y entró en una academia en la que estuvo entrenando hip-hop, ballet, tap, entre otros. Esa etapa del baile se mantuvo hasta los 22 años cuando creyó que su faceta como bailarina había terminado. El baile era solamente un pasatiempo.

Para mantenerse activa, la chica inquieta, pelirroja y de ojos celestes se matriculó en el gimnasio, lugar en el que recibía clases de zumba. En ese momento todo cambió. “Antes el baile era solamente un hobbie, para mí la prioridad eran mis tres carreras: publicidad, relaciones públicas y comunicación en mercadeo”, contó Jiménez, de 29 años.

Lo que la clase de zumba la hacía sentir a Lucía la motivó a matricularse en la academia Merecumbé. “Empecé a ir a clases regulares y ya yo sentía que me gustaba más de la cuenta. Iba a la U y quería estar bailando. Los ritmos de salsa, bachata, merengue, swing, entre otros, me llamaron la atención y decidí tomarlo más en serio y empecé en un grupo coreográfico ahí. Me invitaron a ser profesora y ahí se me fue abriendo otro mundo de posibilidades que me tenían muy enamorada”, relató.

El interés por seguir creciendo en el baile y en los nuevos géneros que estaba conociendo la hizo envalentonarse y seguir adelante.

“Organizaron una competencia en Costa Rica de salsa, entré para ver qué posibilidades se abrían. Lo que no sabía es que ese concurso era una eliminatoria para ir a un mundial de salsa en Puerto Rico, que se realiza desde hace más de 20 años. Gané la competencia en Costa Rica y me mandaron al mundial de salsa... allá conocí un mundo distinto que me gustó porque era la disciplina que en Costa Rica se veía como baile popular, pero allá vi a gente que se dedicaba profesionalmente a eso”.

Por más que le dijeron que “no se puede vivir del baile”. Lucía renunció a su trabajo como ejecutiva de cuentas, donde ejercía sus profesiones. Luego de la experiencia en Puerto Rico entendió que bailar era todo lo que quería hacer.

“Quise irme a Nueva York que es la cuna de la salsa, me fui unos meses, vine, di clases, armé un proyecto de estudiantes, no una escuela. Ya llevamos cinco años formándonos y recreándonos. Seguí trabajando y dando clases. Se abrieron puertas como las de canal 7 (Teletica) y he participado en los programas Bailando por un sueño, Nace una estrella, Dancing With the Stars, Tu cara me suena; y otros proyectos como el musical Chicago”.

Su participación en un mundial de salsa la hizo retarse, prepararse e ir por el gran premio. Cuatro años después se convirtió en la campeona mundial en el World Salsa Open (Puerto Rico).

La segunda vez que ganó un mundial fue en el World Salsa Summit (en Miami). A ello se suman sus premios como Campeona Mundial de improvisación de Chacha, Campeona Mundial de improvisación de Bachata, y campeona de la tercera temporada de Dancing with the Stars (junto a Daniel Vargas).

Recientemente, participó en una capacitación en Milán, Italia gracias a una beca que obtuvo por su buen desempeño en competencias.

“Fue una superexperiencia de aprendizaje, no solo como bailarina sino a nivel de academia y negocio”, contó.

La vida de una bailarina

Después del baile, para Lucía Jiménez hay más baile... y cuando hay tiempo, un poco de Netflix. Generalmente, la vecina de Santa Ana, se prepara para alguna competencia o pasa dando clases.

“Mi día a día depende de los proyectos en los que esté. En las temporadas previas a competencias la cantidad de horas es mayor, pero uno como bailarín no puede dedicar todo el día a entrenar, hay que dar clases que son lo que nos da de comer. El ritmo es ajetreado. Yo creo que es una carrera bastante agotadora porque requiere de mucha actividad física y trabajo emocional. Hay que dar lo mejor de uno y motivar a los estudiantes”.

Aunque vive sola, en sus días no falta compartir con su mamá Marcela Beeche y su hermana María José Jiménez.

“Mi papá falleció y ellas son pilar importante en mi vida. Siempre me han apoyado para alcanzar sueños y hacer lo que me hace feliz. Cuando renuncié a mi trabajo mucha gente se extrañó por los estereotipos que hay en torno a la carrera (de bailarina), dicen que no te deja vivir tranquilo. Pero contar con el apoyo de mi familia es importante. Yo todo lo he hecho con convicción, esfuerzo y sacrificio”, aseveró.

La clave

La “pista” de esta profesión no ha sido tan fácil de “bailar”. En todo el proceso Lucía ha topado con obstáculos. Sin embargo, cree que ha logrado sobresalir gracias a la fusión que hizo entre “la academia y la calle”.

“Vengo de un mundo académico en cuanto a baile y gimnasia, a eso le llaman venir de academia; luego fue drástico pasarme al ‘mundillo de la calle’ (Lucía explicó que así llaman a los ritmos más tropicales), porque hay brecha grande entre el mundo de la academia y del baile de la calle. Unir esos dos mundos es lo que me ha ayudado. La disciplina y una fusión de ambas cosas fue lo que me ayudó a aprender y tener visión de hacia dónde quiero llegar”, dijo.

Su figura es frágil y delicada, pero su fuerza interna es sorprendente. Lucía está llena de coraje y proactividad: a ello atribuye sus éxitos. Es competitiva aunque reconoce que estar en competencia no “le encanta”.

“Entiendo que la competencia es una de las formas de mantenerse capacitándose y entrenando. Es una excusa y objetivo para crecer. Pero estar en competencia no me gusta tanto porque hay que lidiar con mucha presión. A nivel emocional es una presión más agotadora que la actividad física.

Siempre que voy a una competencia me pregunto qué hago ahí, es un mundo de valientes. Los mismos nervios juegan pasadas de inseguridad. Una vez que pasa la experiencia así haya ido bien o mal, uno aprende de todo, ese conocimiento que hace querer superarse cada vez más”.

Lucía Jiménez está por inaugurar su propia academia de baile, espacio que utilizará para formar talento y también para brindar oportunidades a quienes apenas inician.“Mis triunfos no me hacen mejor persona, lo que me hace mejor es el trabajo que voy haciendo día a día para alcanzar triunfos. A la gente le transmito que ser un bailarín exitoso no sirve de nada si uno no es buena persona. Busco inculcar el respeto, la lealtad y la humildad.

Todos los días trato de ser mejor persona y parte de eso es retribuir lo que Dios y la vida me han dado. Quiero crear espacios en el que se desarrollen oportunidades artísticas”.