Amelia Rueda: 'No soy matona, soy directa, directa, directa'

Con cuatro décadas –y por el resto de su vida, pues nunca se pensionará– ha impuesto su sello único en el periodismo nacional. Reta a cualquiera que cuestione su integridad y su prioridad es que sus denuncias ayuden a la gente de a pie.

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A melia Rueda empezó por arriba su carrera de 40 años en el periodismo: en el techo de La Reforma. Su primera asignación para Telenoticias fue cubrir la apertura de ese centro penitenciario, armada de un “walkie-talkie”. Para que le pudieran captar la señal, no le quedó “más tren” que treparse al techo para la transmisión en directo, porque nada la iba a detener: si no lo iban a hacer los prejuicios machistas, menos lo haría una minucia técnica. Cuarenta años más tarde, aquella reportera hoy se siente a sus anchas mora en la web 2.0, construyó un nombre propio en el periodismo y se declara satisfecha de los temas tabú a los que abrió espacio.

A los 63 años de edad y 40 de vida profesional, Amelia Susana Rueda Ahumada confiesa que ha vivido. Al echar la vista atrás, puede ver la senda que nunca quiso pisar: la nota rosa.

En aquel entonces, el periodismo de bodas y 15 años parecía ser el destino manifiesto para una periodista. Aunque la vida no es transcurrir continuo, hace 40 años, el machismo tenía aún más carta de ciudadanía: los espacios de hoy, con todo y todo, no eran los mismos de ayer.

“Yo ni siquiera me lo planteé cuando empecé a estudiar periodismo. Era un rechazo lo que yo le tenía a la nota rosa.

“Bendito sea Dios, cuando me llaman de canal 7 me encargan de la nota roja, que nada que ver con la nota rosa”, cuenta con una amplia sonrisa, una de las tantas emociones desplegadas a lo largo de los 45 minutos de la entrevista en que repasó cuatro década s.

Entre tantos recuerdos, hubo nombres; entre los nombres, uno: Rodrigo Fournier Guevara, abogado y uno de los grandes del periodismo de Costa Rica, director de Telenoticias de canal 7 entre 1978 y 1987, quien falleció en 1993.

Así como las emociones estuvieron presentes en la conversación, así estuvieron vivas las referencias de la antigua pupila a su respetado tutor.

“Era un señorazo: tenía una voz perfecta, él traducía y leía las noticias de la ABC, un espacio que tenía canal 7 por las noches. Cuando lo nombran como director de Telenoticias me enseñó desde el primer día”, recordó..., ahora, con una sonrisa más suave.

Así, la instruyó en asuntos éticos; los detalles del oficio; la responsabilidad del periodista como servidor público; confió en ella para coordinar el noticiero; le aconsejó el cómo mejorar la dicción y le brindó un consejo que, a la luz de los hechos, siguió al pie de la letra.

“Don Rodrigo me dijo que ‘los políticos, los diputados, los ministros se van y vienen, cada cuatro años. Usted siempre va a estar ahí, aspire a estar ahí’”.

“Eso sí, guarde la distancia y el respeto necesario con las personas que va a ver durante cuatro años, a veces por ocho, para que pueda hacer su trabajo más libremente”, recuerda Amelia Rueda de la persona con la que compartió tantos y tantos programas con las noticias del día para Costa Rica.

Pues, bueno, ahí está...

Dura

Hoy, su nombre no deja indiferente a nadie, y tampoco se le deja “guindando” en el teléfono; su voz tiene poder de convocatoria.

“Con toda humildad tengo que decir que así es; parte de ese poder de convocatoria se lo tengo que abonar al tiempo que pasé con don Rodrigo”.

En El príncipe , Maquiavelo enseñó que al príncipe más le vale ser temido que ser querido.

“Hay mucha gente que me quiere, pero soy temida. Entre las dos cosas debo decir que soy temida; por ejemplo, si voy a una fiesta, la gente dice: ‘Ay, vino Amelia’. Entonces, yo me vuelvo y les pregunto que por qué dicen eso y me responden: ‘Porque de verdad hay que portarse bien cuando usted está’.

“Creen que si hacen algo malo, yo lo voy a decir. Eso a mí no me gusta, porque yo no soy así”.

Así como entiende que como periodista es una servidora pública, le incomoda algo la dimensión de figura pública que implica su trabajo. Gajes del oficio.

“No es que no me guste, es que me da mucha pena que la gente me pida autógrafos. No es ser pedante: es que no soy actriz, no soy miembro de la farándula, solo soy una trabajadora. Nunca me he sentido protagonista”.

--¿Nunca se ha mareado con eso de ser conocida?

--Mire, dentro de las cosas que me enseñó don Rodrigo, y que me lo dijo desde el principio fue: ‘Que nunca se le suba. Nunca se maree, porque usted algún día va a salir y va a tener que hacer un break con el próximo trabajo y ahí se va a dar cuenta de no es lo mismo estar delante de una cámara o estar en un medio de comunicación. Usted aspire a que sea siempre a la persona a la que respeten... Entonces, como que me ubicó”, apunta, sin disimular el orgullo.

Sin embargo, suele pasar, hay quienes no se ubican.

“Una vez una persona me dijo que le dijeron –porque acá esto es así siempre, siempre es que alguien le dijo– que yo cobraba cinco millones por entrevista, y que él no tenía esa plata. Yo le dije que por un Dios que está en los cielos, que me trajera a esa persona y que si me la traía yo le daba los cinco millones..., y, además, que viniera al programa”, sostuvo con una sonrisa, la que ponemos todos cuando el tiempo hizo su trabajo y le encontramos el lado amable a un mal rato.

“Eso sí es una falta de respeto, cuando se dicen esas cosas tan tajantemente y sin conocerme. Lo demás, como que alzo la voz, lo tomo como parte del trabajo.

“Lo que pasa es que en este país uno pregunta ‘A’ y empiezan por ‘Z’ y esa es una falta de respeto para el oyente, yo estoy en vivo; además, si me hablan duro y me gritan –como hizo Roberto Tovar Faja cuando era canciller– yo también grito y hablo duro, pero acá vamos tú a tú.

--¿Usted, alguna vez, empezó uno de esos pleitos?

--No, no, yo no he empezado el pleito; lo que pasa es que surge el pleito porque interrumpo, eso sí puede ser. Si no estuviera al aire, edito y saco lo mejor que se diga, no toda la propaganda que todas las personas se quieren hacer. Pues entonces yo interrumpo, la gente se enoja, no dejo que se enoje mucho y les respondo otra vez...

“No es tanto los pleitos yo con la gente, como pleitos que se han armado acá: una vez, Rodrigo Arias y Antonio Álvarez Desanti casi se pegan, pero eso lo puedo manejar.

“Tampoco permito que alguien le falte el respeto a un invitado, ya sea por teléfono o en la mesa. Si esa persona no se disculpa, no se retracta, yo la saco del aire”.

--Ese estilo suyo de estar al aire, sin embargo, también es criticado. Se dice que a veces raya en el irrespeto, que llega a ser matona.

--Le voy a decir una cosa que digo siempre: yo tengo una formación diferente, yo estoy acostumbrada a no adornar las cosas. Así soy yo.

“Cuando hago una entrevista difícil, o alguien me está jugando de santo y tengo papeles en la mesa que me dicen que esa persona no está diciendo verdad, o que siente que no está siendo cuestionado por algo importante, entonces sí soy dura y llego hasta el final.

“A Joyce Zurcher le pedí que renunciara como alcaldesa; a Karla González le pedí que renunciara como ministra de de Transportes; a Melvin Jiménez le pregunté si estaba dispuesto a renunciar si ve que le hace tanto ruido al gobierno de Luis Guillermo Solís.

“Entonces, la gente se asusta y se hace chiquita y dice: ‘Mirá, le pidió la renuncia’; pero no es personal, no tiene nada que ver. Yo no siento... Matona no soy, lo que soy es directa, directa, directa.

-- ¿Alguna vez se arrepintió de algo que dijo?

--Sí claro y he pedido excusas al aire. En este momento no me acuerdo, pero claro que me he equivocado.

¿Se ha arrepentido de algo que no dijo?

También, pero de muy pocas. Estoy en momento de mi vida en el que tengo esa credibilidad y confianza en mí misma para decir las cosas que pienso y hacerlo con fundamento.

Es cierto: su fama de dura la precede. “Vea lo que me pasó un día de estos con una maquillista de Repretel, ella me dijo que yo era tan simpática y tan linda y le dije ‘¿porqué dice eso?’, y ella contestó ‘¿es que usted parece tan dura?’.

“No, lo que pasa es que soy exigente y yo me exijo más. Cuando una persona comete errores que se pueden arreglar de un día para otro, y sigue cometiendo los mismos errores, le pierdo el respeto”.

Con las botas puestas

Es lógico, tras 40 años de trabajo, plantearse la jubilación; al final de cuentas, como dice la canción: Dios perdona, pero el tiempo no.

En el caso de Amelia Rueda el tema del retiro no está en la mesa de forma tal que su futuro profesional lo deja sentenciado de una: “Nunca me voy a retirar. Voy a seguir con las botas puestas”. Además, 40 años no son nada, para darle un gusto de tango al asunto (ya que viene a cuento, el tango es un ritmo que la apasiona, como el bolero).

“Además, hay mucho que hacer. La gente confía en mí: vea, hoy (la entrevis fue el martes 26), el señor que barre me deja un papelito para que lo llame.

Me cuenta lo que les está pasando cuando los camiones de la basura llegan a La Carpio, que los detienen, abren las bolsas, agarran lo que les sirve y le dejan el resto regado. Si los señores de la basura se enojan, los amenazan. Entonces yo llamo a Celso Gamboa y lo comprometo.

“Para mí, ayudar a ese tipo de personas es más importante que llamar a Luis Guillermo Solís, para mí eso es lo más importante del programa: llama gente sencilla y eso tiene para mí más importancia que hablar con el presidente de los Estados Unidos”. Entonces, por eso sigue.

Así como irse a cuarteles de invierno está fuera de agenda, tampoco le tiene temor a la muerte, esa señora tan democrática que nunca se olvidó de nadie.

Ya tuvo, digamos, un coqueteo con su mortalidad, cuando hace pocos años le detectaron un tumor en uno de sus senos. El shock de la noticia no dejó espacio al temor por su vida.

“No, no tuve miedo, lo que sentí fue angustia al pensar en cómo iban a quedar mis hijos, y eso que ya estaban grandes. También pensé en que iba a dejar a las personas con las que tengo algún vínculo emocional, como mis hermanos y mis sobrinos”, comentó.

Entonces, como Woody Allen, no le tiene temor a la parca; mas, a diferencia de este, quien asegura que lo que pasa es que no desea asistir a su funeral, la periodista sí desea estar en su última despedida; de hecho, piensa que irá, más allá del cuerpo presente: “Somos energía, por eso estoy segura de ese día ahí estaré”.

Tal vez, esto refleje el carácter optimista del que hace gala, herencia de sus padres. El recuerdo de ambos, sin embargo, la quiebra: a los siete años, su padre desapareció en el mar, su cuerpo nunca apareció, y su madre tuvo que encargarse, sola y en un país extraño –era argentina–, de la prole.

No puede evitar las lágrimas al evocar ese pasaje de su vida.

Sin embargo, se recompone cuando algo más que un recuerdo viene a la conversación: las herramientas que su padre le dejó, a pesar de que solo estuvieron juntos siete años, y el ejemplo de valor de su madre, que nunca se quitó el “viuda de Rueda” de su nombre.

“Nunca se quejó, ella fue trabajo, trabajo, trabajo. Mami tuvo esa virtud, a pesar de los problemas que, luego supe, tuvo. Fuimos felices”.

A los 63 años, con un nombre propio marca registrada, tras 40 años de labor, Amelia Rueda se toma unos segundos para responder una pregunta, tan simple y complicada.

¿Quién es usted?

--Mamá orgullosa. No quiero ser abuela, ¡imaginate! Me dedicaría 24 horas y si no me quería morir por mis hijos, que están grandes, ¡cómo me voy a morir con un nieto chiquito!.

“Sigo a Rodrigo Fournier en que el periodista es un actuario de la realidad y tratando de cambiar las cosas.

“Soy hippie , tengo bandera del amor y la paz, el Ché Guevara es para mí un héroe, no sé si lo seguiría admirando si estuviera vivo y hubiera hecho cosas como las que ha hecho Fidel, con las que no estoy de acuerdo; pero hasta que se murió hizo cosas admirables. Tengo mi camiseta con la famosa foto.

“Amo a los Beatles, no tengo una religión completa pero amo al papa Francisco, es uno de los regalos que me ha dado la vida.

“Amelia es un montón de cosas y en el fondo lo que quiero es que cuando yo no esté, mis hijos se sientan orgullosos de mí y que todas las personas que confiaron en mí como periodista piensen que valió la pena”.

Y vos, ahora que me conocés, ¿qué pensás de mí?

--La pregunta, subrayada con una sonrisa de oreja a oreja, viene de la entrevistada (eso es lo que pasa cuando un periodista está al otro lado de la libreta). La conversación siguió, pero la grabadora ya estaba apagada.